martes, 1 de febrero de 2011

Martes, 1 de febrero 2011

“CORRAMOS LA CARRERA QUE NOS TOCA, SIN RETIRARNOS”

PRIMERA LECTURA
HEBREOS 12, 1-4

Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios.
Por lo tanto, mediten en el ejemplo de Jesús, que sufrió tanta contradicción de parte de los pecadores; por eso, no se cansen ni se desanimen. Pues ustedes aún no han tenido que llegar hasta la muerte en su lucha contra el pecado.

REFLEXIÓN

En la primera lectura de hoy el autor nos exhorta a mantenerse firme en la fe del Señor: considerar los ejemplos de fe que los hombres del Antiguo Testamento nos han dado, “envueltos en una nube de testigos”, ellos han demostrado su fe con acciones concretas, pudiéramos decir que su fe ha sido probada en las dificultades de la vida diaria y han respondido con creces; nosotros tenemos que ganar cada día más firmeza en nuestra fe, y para ello debemos esforzarnos como lo hace el atleta que quiere completar la carrera que ha iniciado.
Hebreos nos habla hoy y el apóstol Pablo en la 1ra carta a los Corintios ( 1Cor 9:24) también utiliza el correr una carrera como ilustración para describir la vida cristiana. Se nos desafía a correrla completa sin retirarnos, y hacerla como para ganar. Pablo nos dice nuevamente en Timoteo «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (2 Timoteo 4:7). Después de haber completado la carrera, el apóstol gozosamente anticipaba el momento de recibir la corona de victoria de manos del Rey del cielo.
Como Pablo, corre tu carrera terrenal para ganar, llegar a la meta tan preciada y deseada y agradar al Señor.

SALMO RESPONSORIAL: 21
R: Te alabarán, Señor, los que te buscan.

LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 5, 21-43

“TU FE TE HA SANADO”

Cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se le reunió mucha gente, y él se quedó en la orilla. En esto llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies y le rogó mucho, diciéndole:
--Mi hija se está muriendo; ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva.
Jesús fue con él, y mucha gente lo acompañaba apretujándose a su alrededor. Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, sin que le hubiera servido de nada. Al contrario, iba de mal en peor. Cuando oyó hablar de Jesús, esta mujer se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó la capa. Porque pensaba: "Tan solo con que llegue a tocar su capa, quedaré sana." Al momento, el derrame de sangre se detuvo, y sintió en el cuerpo que ya estaba curada de su enfermedad. Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de él, se volvió a mirar a la gente, y preguntó:
--¿Quién me ha tocado la ropa?
Sus discípulos le dijeron:
-Ves que la gente te oprime por todos lados, y preguntas '¿Quién me ha tocado?'
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor, para ver quién lo había tocado. Entonces la mujer, temblando de miedo y sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y le contó toda la verdad. Jesús le dijo:
--Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y curada ya de tu enfermedad.
Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:
--Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?
Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, le dijo al jefe de la sinagoga:
--No tengas miedo; cree solamente.
Y no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga y ver el alboroto y la gente que lloraba y gritaba, entró y les dijo:
--¿Por qué hacen tanto ruido y lloran de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida.
La gente se rió de Jesús, pero él los hizo salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que lo acompañaban, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo:
--Talitá, cum (que significa: "Muchacha, a ti te digo, levántate.")
Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó muy admirada. Pero Jesús ordenó severamente que no se lo contaran a nadie, y luego mandó que dieran de comer a la niña.

REFLEXIÓN

El texto que leemos hoy tiene como personajes principales a dos mujeres que son sanadas y salvadas de la muerte gracias al poder divino de Jesús y al poder de la fe. Existe un punto en común en estas dos mujeres: las dos están perdiendo la vida, a las dos se les agota el tiempo y necesitan ser liberadas de los brazos de la muerte, y para ello acuden al Maestro, al único en quien encuentran la posibilidad de una vida nueva. La hemorroisa, mujer que padecía de flujos de sangre desde hacía doce años, y Jairo, quien representa a su hija y a las autoridades religiosas del pueblo judío, poseen una fe infinita en la fuerza salvífica de Jesús; reconocen que él es capaz de devolver al ser humano su verdadera dignidad y la verdadera vida, cosa que el sistema religioso y social de la época no ofrecía a los más débiles, y, por el contrario, se encargaba de marginarlos y de condenarlos a una muerte en vida. Estas dos acciones milagrosas de Jesús son la respuesta a una fe sencilla, firme y probada.


PARA REFLEXIONAR
1. ¿Mi fe hoy es firme, creo que para el Señor todo es posible?

ORACIÓN
Señor, auméntanos la fe, enséñanos a confiar y a creer más en tu poder. No permitas que nuestros ojos se aparten de Ti, ayúdanos a correr la carrera y llegar a la meta. Amén.

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