“JESÚS ES EL TEMPLO VIVO DEL PADRE”
PRIMERA LECTURA
HAGEO, 2,1-9
HAGEO, 2,1-9
“UN POCO MÁS Y LLENARÉ LA GLORIA DE ESTE MUNDO”
El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: "Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece este que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? ¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria." El Señor todopoderoso lo afirma: "Míos son la plata y el oro. Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo."
REFLEXIÓN
REFLEXIÓN
El profeta Hageo sigue animando a su pueblo en la reconstrucción del Templo, recordándoles que Dios les ha estado siempre cercano. Más aún les promete que el futuro todavía será mejor que el pasado.
En nuesta vida, y en especialmente en nuestra vida de discípulos, son muchos los proyectos inconclusos, los trabajos frustrados y los sueños olvidados. La desafiante y dura realidad que nos aborda en determinados momentos de la vida y los pronósticos de tantos predicadores de calamidades, tienden a conducirnos por el camino del sinsentido y de la pereza y a llenarnos de excusas para no poner manos a la obra en la tarea de la evangelización y de la construcción de una sociedad mejor. Por eso las palabras alentadoras del profeta resuenan con toda su actualidad para nosotros hoy. La iglesia de Jesús tiene futuro, pues es su Espíritu mismo el que la sigue inspirando y animando en el devenir de la historia. Que nunca sea excusa para nuestra pereza, ni para darnos por vencidos, la situación del mundo, por decadente que nos parezca. Cuanto más ruinoso esté, más urgente y necesitado estará el mundo de nuestro trabajo.
SALMO RESPONSORIAL: 42
R./Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío.”
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 9,18-22
SALMO RESPONSORIAL: 42
R./Espera en Dios, que volverás a alabarlo: “Salud de mi rostro, Dios mío.”
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 9,18-22
“TÚ ERES EL MESÍAS DE DIOS”
Un día en que Jesús estaba orando solo, y sus discípulos estaban con él, les preguntó:
--¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
--Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.
--Y ustedes, ¿quién dicen que soy? --les preguntó.
Y Pedro le respondió:
--Eres el Mesías de Dios.
Pero Jesús les encargó mucho que no dijeran esto a nadie. Y les dijo:
--El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.
REFLEXIÓN
Ahora encontramos a Jesús en una actitud especial, que se hará constante conforme se acercan a Jerusalén: la intimidad con Dios. La oración profunda y contemplativa el maestro Jesús la enseña a sus discípulos en la práctica. Sus seguidores fueron testigos de la experiencia fuerte de oración de Jesús. Dios Padre era su fuerza; hacer la voluntad del Padre su compromiso.
Después de que Herodes deseara verlo, Jesús se retira a orar; los discípulos se acercan y él aprovecha la oportunidad para preguntarles sobre su propia identidad; quiere sondear cuánto han comprendido sus discípulos sobre él. El interrogante señala en doble dirección: primero pregunta sobre qué piensa sobre él la multitud que le sigue; la respuesta es la misma dada anteriormente a Herodes: unos dicen que Juan Bautista, otros que Elías o un antiguo profeta.
Una vez escuchada la respuesta, se dirige directamente a sus discípulos para saber su pensamiento e impresiones sobre él. Pedro entonces toma la palabra en nombre del grupo y responde con lo que la tradición ha llamado la “profesión de fe”: “Tú eres el Mesías de Dios”, una frase elaborada, que ha llegado hasta nuestros días de generación en generación.
ORACIÓN
--¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
--Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.
--Y ustedes, ¿quién dicen que soy? --les preguntó.
Y Pedro le respondió:
--Eres el Mesías de Dios.
Pero Jesús les encargó mucho que no dijeran esto a nadie. Y les dijo:
--El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.
REFLEXIÓN
Ahora encontramos a Jesús en una actitud especial, que se hará constante conforme se acercan a Jerusalén: la intimidad con Dios. La oración profunda y contemplativa el maestro Jesús la enseña a sus discípulos en la práctica. Sus seguidores fueron testigos de la experiencia fuerte de oración de Jesús. Dios Padre era su fuerza; hacer la voluntad del Padre su compromiso.
Después de que Herodes deseara verlo, Jesús se retira a orar; los discípulos se acercan y él aprovecha la oportunidad para preguntarles sobre su propia identidad; quiere sondear cuánto han comprendido sus discípulos sobre él. El interrogante señala en doble dirección: primero pregunta sobre qué piensa sobre él la multitud que le sigue; la respuesta es la misma dada anteriormente a Herodes: unos dicen que Juan Bautista, otros que Elías o un antiguo profeta.
Una vez escuchada la respuesta, se dirige directamente a sus discípulos para saber su pensamiento e impresiones sobre él. Pedro entonces toma la palabra en nombre del grupo y responde con lo que la tradición ha llamado la “profesión de fe”: “Tú eres el Mesías de Dios”, una frase elaborada, que ha llegado hasta nuestros días de generación en generación.
ORACIÓN
Señor tú eres el Mesías, y eres el Mesías de nuestra vida, que no nos demos por vencidos en anunciar la Buena Nueva que recibimos de ti. Señor que nos cansemos de continuar en el camino, dános nuevas fuerzas para reconstruir y seguir construyendo tu Reino en este mundo a pesar de las dificultades. Amén.
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