“EL SUFRIMIENTO DEL AMOR MATERNAL”
Celebramos hoy la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores la cual, como toda celebración mariana, encuentra su sentido en el misterio de Cristo.
PRIMERA LECTURA
HEBREOS 5,7-9
“APRENDIÓ A OBEDECER”
Mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarlo de la muerte; y por su obediencia, Dios lo escuchó. Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen
REFLEXIÓN
El texto nos señala el punto del que debemos partir para entender la personalidad de María y su papel en el proyecto de salvació que Dios ha diseñado: Cristo se ha hecho hombre en el seno de María. Hombre de verdad, igual a nosotros en todo “menos en el pecado”. La misma carta dice que Cristo aprende a obedecer, que sufre, que clama ser salvado……son dimensiones profundamente humanas. Y por medio de la consumación de su vida y obra “se ha convertido en autor de salvación para todos”.
Y, en la Pascua de Cristo, María, su madre, juega un rol fundamental, uniéndose en cuerpo, a la acción salvadora de su Hijo. Participó de los gozos y delicias de su amor, pero también sufrió los amargos dolores de su pasión y muerte. Por eso, sólo a los pies de la cruz de Jesús se nos revela el misterio de la su Madre.
REFLEXIÓN
El texto nos señala el punto del que debemos partir para entender la personalidad de María y su papel en el proyecto de salvació que Dios ha diseñado: Cristo se ha hecho hombre en el seno de María. Hombre de verdad, igual a nosotros en todo “menos en el pecado”. La misma carta dice que Cristo aprende a obedecer, que sufre, que clama ser salvado……son dimensiones profundamente humanas. Y por medio de la consumación de su vida y obra “se ha convertido en autor de salvación para todos”.
Y, en la Pascua de Cristo, María, su madre, juega un rol fundamental, uniéndose en cuerpo, a la acción salvadora de su Hijo. Participó de los gozos y delicias de su amor, pero también sufrió los amargos dolores de su pasión y muerte. Por eso, sólo a los pies de la cruz de Jesús se nos revela el misterio de la su Madre.
SALMO RESPONSORIAL: 30
R. / Sálvame Señor, por tu misericordia.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 2,33-35
R. / Sálvame Señor, por tu misericordia.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 2,33-35
“EL SERÁ UNA SEÑAL, QUE MUCHOS RECHAZARÁN”
El padre y la madre de Jesús se quedaron admirados al oir lo que Simeón decía del niño. Entonces Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús:
--Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma.
REFLEXIÓN
El evangelio nos hace énfasis en el lugar que ocupará el sufrimiento en la vida de María, en cuanto madre y discípula de Jesús. A lo largo de la vida pública de Jesús, María experimentó el sufrimiento por el hecho de ver a Jesús rechazado por las autoridades del pueblo y amenazado de muerte. Pero el mayor sufrimiento lo experimentó en el momento de la crucifixión.
Como todo discípulo de Jesús, María tuvo que aprender a situar las relaciones familiares en otro contexto, aprendiendo a no valorar a Cristo únicamente por ser su hijo, sino por ser su salvador.
También en el dolor, María es el modelo de la perseverancia en la doctrina evangélica al participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia. Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo en el momento de su muerte. De esta manera, María se convierte en figura y modelo para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de Cristo, también unida a su resurrección.
La perseverancia de María en el dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva irradiación en bien de la iglesia y de la humanidad. María nos precede en el camino de la fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a nosotros a participar con ella en esta gran aventura.
ORACIÓN
Dios de bondad, Tú has querido que tu Hijo único viva y reine en el corazón de su Virgen Madre, concédenos que, cumpliendo siempre y en todo tu voluntad a ejemplo de Jesús y María, merezcamos tener con ellos y entre nosotros, un solo corazón, Amén. (San Juan Eudes).
--Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan o se levanten. Él será una señal que muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de muchos corazones queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que atraviese tu propia alma.
REFLEXIÓN
El evangelio nos hace énfasis en el lugar que ocupará el sufrimiento en la vida de María, en cuanto madre y discípula de Jesús. A lo largo de la vida pública de Jesús, María experimentó el sufrimiento por el hecho de ver a Jesús rechazado por las autoridades del pueblo y amenazado de muerte. Pero el mayor sufrimiento lo experimentó en el momento de la crucifixión.
Como todo discípulo de Jesús, María tuvo que aprender a situar las relaciones familiares en otro contexto, aprendiendo a no valorar a Cristo únicamente por ser su hijo, sino por ser su salvador.
También en el dolor, María es el modelo de la perseverancia en la doctrina evangélica al participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia. Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo en el momento de su muerte. De esta manera, María se convierte en figura y modelo para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de Cristo, también unida a su resurrección.
La perseverancia de María en el dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva irradiación en bien de la iglesia y de la humanidad. María nos precede en el camino de la fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a nosotros a participar con ella en esta gran aventura.
ORACIÓN
Dios de bondad, Tú has querido que tu Hijo único viva y reine en el corazón de su Virgen Madre, concédenos que, cumpliendo siempre y en todo tu voluntad a ejemplo de Jesús y María, merezcamos tener con ellos y entre nosotros, un solo corazón, Amén. (San Juan Eudes).
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