viernes, 1 de abril de 2011

Viernes 22 de abril de 2011

“MISERICORDIA Y JUSTICIA QUIERO Y NO FALSOS SACRIFICIOS NI LÁGRIMAS”





PRIMERA LECTURA


ISAÍAS 52,13.53,12



“EL FUE TRASPASADO POR NUESTRAS REBELIONES”



Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.


REFLEXIÓN



El cuarto cántico del Siervo de Dios nos presenta al mismo tiempo la realidad oscura del pecado, pero la fuerza incontenible de la esperanza, como fruto bendito de la fidelidad a la voluntad divina.
En este día, marcado por el dolor más grande, la primera frase que hemos escuchado es sin embargo un grito de esperanza: "Mi siervo tendrá éxito, crecerá y llegará muy alto....". Todo lo que sigue en esta visión de Isaías es terrible más aún que el drama del calvario. Pero ese sufrimiento inmenso no puede, no debe callar esa frase: "tendrá éxito". Ése, el Cristo de la cruz, el Señor insultado, el Rey de burlas y calumnias, precisamente ese, "tendrá éxito".
Y Cristo, el Siervo de Dios, ese que, según el profeta, "ni siquiera tenía figura humana" es en la Cruz como el embajador y síntesis viva de todos, de aquellos débiles, olvidados, los que no cuentan para el mundo, los que nunca hemos querido ver, los que no reciben sino desprecio y ante los que siempre se vuelve la espalda, el huérfano, la viuda, el pobre, los que Dios en cambio conoce y ama por su nombre. Ahí, en la Cruz, Dios abraza en amor a su Hijo Doliente, y en él a los dolientes del mundo y los olvidados de la historia.



SALMO RESPONSORIAL: 30
R: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.



LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 18,1-19, 42a



He aquí el relato desde la visión de Juan, de la pasión, cruxifición y muerte de Jesús, que recordamos hoy en el Viernes Santo.



“PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS”



En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos para ir al otro lado del arroyo Cedrón. Allí había un huerto, donde Jesús entró con sus discípulos. También Judas, el que lo estaba traicionando, conocía el lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. Así que Judas llegó con una tropa de soldados y con algunos guardianes del templo enviados por los jefes de los sacerdotes y por los fariseos. Estaban armados, y llevaban lámparas y antorchas. Pero como Jesús ya sabía todo lo que le iba a pasar, salió y les preguntó:
--¿A quién buscan?
Ellos le contestaron:
--A Jesús de Nazaret.
Jesús dijo:
--Yo soy.
Judas, el que lo estaba traicionando, se encontraba allí con ellos. Cuando Jesús les dijo: "Yo soy", se echaron hacia atrás y cayeron al suelo. 7 Jesús volvió a preguntarles:
--¿A quién buscan?
Y ellos repitieron:
--A Jesús de Nazaret.
Jesús les dijo otra vez:
--Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que estos otros se vayan.
Esto sucedió para que se cumpliera lo que Jesús mismo había dicho: "Padre, de los que me diste, no se perdió ninguno."[ Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó y le cortó la oreja derecha a uno llamado Malco, que era criado del sumo sacerdote. 11 Jesús le dijo a Pedro:
--Vuelve a poner la espada en su lugar. Si el Padre me da a beber este trago amargo, ¿acaso no habré de beberlo?
Jesús ante Anás
(Mt 26.57-58; Mc 14.53-54; Lc 22.54)
Los soldados de la tropa, con su comandante y los guardianes judíos del templo, arrestaron a Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero a la casa de Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Este Caifás era el mismo que había dicho a los judíos que era mejor para ellos que un solo hombre muriera por el pueblo.
Pedro niega conocer a Jesús
(Mt 26.69-70; Mc 14.66-68; Lc 22.55-57)
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. El otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, de modo que entró con Jesús en la casa; pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Por esto, el discípulo conocido del sumo sacerdote salió y habló con la portera, e hizo entrar a Pedro. La portera le preguntó a Pedro:
--¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro contestó:
--No, no lo soy.
Como hacía frío, los criados y los guardianes del templo habían hecho fuego, y estaban allí calentándose. Pedro también estaba con ellos, calentándose junto al fuego.
El sumo sacerdote interroga a Jesús
(Mt 26.59-66; Mc 14.55-64; Lc 22.66-71)
El sumo sacerdote comenzó a preguntarle a Jesús acerca de sus discípulos y de lo que él enseñaba. Jesús le dijo:
--Yo he hablado públicamente delante de todo el mundo; siempre he enseñado en las sinagogas y en el templo,[ donde se reúnen todos los judíos; así que no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que me han escuchado, y que ellos digan de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho.
Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardianes del templo le dio una bofetada, diciéndole:
--¿Así contestas al sumo sacerdote?
Jesús le respondió:
--Si he dicho algo malo, dime en qué ha consistido; y si lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?
Entonces Anás lo envió, atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro niega otra vez a Jesús
Entre tanto, Pedro seguía allí, calentándose junto al fuego. Le preguntaron:
--¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre?
Pedro lo negó, diciendo:
--No, no lo soy.
Luego le preguntó uno de los criados del sumo sacerdote, pariente del hombre a quien Pedro le había cortado la oreja:
--¿No te vi con él en el huerto?
Pedro lo negó otra vez, y en ese mismo instante cantó el gallo.
Jesús ante Pilato
Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya comenzaba a amanecer, los judíos no entraron en el palacio, pues de lo contrario faltarían a las leyes sobre la pureza ritual y entonces no podrían comer la cena de Pascua. Por eso Pilato salió a hablarles. Les dijo:
--¿De qué acusan a este hombre?
--Si no fuera un criminal --le contestaron--, no te lo habríamos entregado.
Pilato les dijo:
--Llévenselo ustedes, y júzguenlo conforme a su propia ley.
Pero las autoridades judías contestaron:
--Los judíos no tenemos el derecho de dar muerte a nadie.
Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir. Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:
--¿Eres tú el Rey de los judíos?
Jesús le dijo:
--¿Eso lo preguntas tú por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de mí?
Le contestó Pilato:
--¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y los jefes de los sacerdotes son los que te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó:
--Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Le preguntó entonces Pilato:
--¿Así que tú eres rey?
Jesús le contestó:
--Tú lo has dicho: soy rey. Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.
Pilato le dijo:
--¿Y qué es la verdad?
Jesús es sentenciado a muerte
Después de hacer esta pregunta, Pilato salió otra vez a hablar con los judíos, y les dijo:
--Yo no encuentro ningún delito en este hombre. Pero ustedes tienen la costumbre de que yo les suelte un preso durante la fiesta de la Pascua: ¿quieren que les deje libre al Rey de los judíos?
Todos volvieron a gritar:
--¡A ese no! ¡Suelta a Barrabás!
Y Barrabás era un bandido.
Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro. Luego se acercaron a él, diciendo:
--¡Viva el Rey de los judíos!
Y le pegaban en la cara.
Pilato volvió a salir, y les dijo:
--Miren, aquí lo traigo, para que se den cuenta de que no encuentro en él ningún delito.
Salió, pues, Jesús, con la corona de espinas en la cabeza y vestido con aquella capa de color rojo oscuro. Pilato dijo:
--¡Ahí tienen a este hombre!
Cuando lo vieron los jefes de los sacerdotes y los guardianes del templo, comenzaron a gritar:
--¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
--Pues llévenselo y crucifíquenlo ustedes, porque yo no encuentro ningún delito en él.
Las autoridades judías le contestaron:
--Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios.
Al oir esto, Pilato tuvo más miedo todavía. Entró de nuevo en el palacio y le preguntó a Jesús:
--¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le contestó nada. Pilato le dijo:
--¿Es que no me vas a contestar? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, lo mismo que para ponerte en libertad?
Entonces Jesús le contestó:
--No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si Dios no te lo hubiera permitido; por eso, el que me entregó a ti es más culpable de pecado que tú.
Desde aquel momento, Pilato buscaba la manera de dejar libre a Jesús; pero los judíos le gritaron:
--¡Si lo dejas libre, no eres amigo del emperador! ¡Cualquiera que se hace rey, es enemigo del emperador!
Pilato, al oir esto, sacó a Jesús, y luego se sentó en el tribunal, en el lugar que en hebreo se llamaba Gabatá, que quiere decir El Empedrado. Era el día antes de la Pascua, como al mediodía. Pilato dijo a los judíos:
--¡Ahí tienen a su rey!
Pero ellos gritaron:
--¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les preguntó:
--¿Acaso voy a crucificar a su rey?
Y los jefes de los sacerdotes le contestaron:
--¡Nosotros no tenemos más rey que el emperador!
Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Jesús es crucificado

Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado "Lugar de la Calavera" (que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, quedando Jesús en el medio. Pilato escribió un letrero que decía: "Jesús de Nazaret, Rey de los judíos", y lo mandó poner sobre la cruz. 20 Muchos judíos leyeron aquel letrero, porque el lugar donde crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Por eso, los jefes de los sacerdotes judíos dijeron a Pilato:
--No escribas: 'Rey de los judíos', sino escribe: 'El que dice ser Rey de los judíos'.
Pero Pilato les contestó:
--Lo que he escrito, escrito lo dejo.
Después que los soldados crucificaron a Jesús, recogieron su ropa y la repartieron en cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también la túnica, pero como era sin costura, tejida de arriba abajo de una sola pieza, los soldados se dijeron unos a otros:
--No la rompamos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca.
Así se cumplió la Escritura que dice: "Se repartieron entre sí mi ropa, y echaron a suertes mi túnica." Esto fue lo que hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho,dijo a su madre:
--Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego le dijo al discípulo:
--Ahí tienes a tu madre.
Desde entonces, ese discípulo la recibió en su casa.
Muerte de Jesús
Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:
--Tengo sed.
Había allí un jarro lleno de vino agrio. Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús bebió el vino agrio, y dijo:
--Todo está cumplido.
Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.

La lanzada en el costado de Jesús
Era el día antes de la Pascua, y los judíos no querían que los cuerpos quedaran en las cruces durante el sábado, pues precisamente aquel sábado era muy solemne. Por eso le pidieron a Pilato que ordenara quebrar las piernas a los crucificados y que quitaran de allí los cuerpos. Los soldados fueron entonces y le quebraron las piernas al primero, y también al otro que estaba crucificado junto a Jesús. Pero al acercarse a Jesús, vieron que ya estaba muerto. Por eso no le quebraron las piernas.
Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. El que cuenta esto es uno que lo vio, y dice la verdad; él sabe que dice la verdad, para que ustedes también crean. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura que dice: "No le quebrarán ningún hueso." Y en otra parte, la Escritura dice: "Mirarán al que traspasaron."
Jesús es sepultado
Después de esto, José, el de Arimatea, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a las autoridades judías. Pilato le dio permiso, y José fue y se llevó el cuerpo. También Nicodemo, el que una noche fue a hablar con Jesús, llegó con unos treinta kilos de un perfume, mezcla de mirra y áloe. Así pues, José y Nicodemo tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según la costumbre que siguen los judíos para enterrar a los muertos. En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde todavía no habían puesto a nadie. Allí pusieron el cuerpo de Jesús, porque el sepulcro estaba cerca y porque ya iba a empezar el sábado de los judíos.

REFLEXIÓN:




La pasión-muerte-resurrección es el hecho fundacional del cristianismo. Todos los evangelios coinciden en lo fundamental aunque contado de maneras diferentes, según la idea teológica que los caracteriza. Nuestra mirada fundamentalmente no debe estar centrada en qué fue lo que pasó sino en cuál es el sentido de todas esas acciones para nosotros lectores del siglo XXI. Se trata de encontrar el sentido verdadero, el sentido salvífico. Las ideas características de Juan al narrar la pasión son:
1. Jesús sabe perfectamente todo lo que va a ocurrir. Para Juan, Jesús lo sabe todo y lo domina todo. Él conoce perfectamente la historia ya que Él es el sentido de ella.
2. Jesús decide cuando tiene que ocurrir lo que tiene que ocurrir: Él toma la iniciativa; por ejemplo, en el arresto se identifica con el nombre característico del l cuarto evangelio: Yo Soy
3. Jesús se entrega voluntariamente. Nadie le arrebata la vida sino que Él voluntariamente la entrega. Esta entrega de la vida significa la verdadera libertad para los discípulos de Jesús.
4. Jesús, en su pasión, aparece cumpliendo la voluntad del Padre. “Todo se ha cumplido” dice, como era la voluntad del Padre.

Así que, Jesús no ha sido vencido, sino que es triunfador; no lo aprisiona la muerte, lo que parecía dolor y oscuridad se transformó en gloria; lo que muchos pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una diadema de honor.
Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la muerte, a la vida, al dolor. La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte encontró una respuesta. Pero ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. Por eso su muerte condena la injusticia, pero nos pide hacer algo contra esta misma injusticia, contra la explotación de los oprimidos, nos pide mejorar su situación; la muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al pobre y desvalido, que cumplamos la misión y seamos respuesta para quienes verdaderamente nos necesitan.



ORACIÓN



Amado Señor, aquí estamos contemplándote, recordando, renonociendo y dándote gracias, por tu sacrificio de entrega, por nuestros pecados en la cruz, por tu sacrificio de amor por nosotros, por tu obediencia al Padre y a su voluntad. Queremos ser fieles a tu misión así como tu lo hiciste, en el lugar donde que nos coloques, hoy te aceptamos como Señor de nuestra vida, y al hacerlo te pedimos nos hagas herederos de tu salvación. Amén.

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