El profeta Ezequiel, enfrenta esta situación frente a su pueblo de Judá, hace 26 siglos: comienzan a morir los ancianos, los enfermos, los más débiles, lejos de Jerusalén, de la tierra que Dios prometiera a los patriarcas, la tierra a la cual Moisés condujera al pueblo, la que conquistara Josué. Al dolor por la muerte de los seres queridos se suma el de verlos morir en suelo extranjero, el de tener que sepultarlos entre extraños. Pero la voz del profeta se convierte en consuelo de Dios: Él mismo sacará de las tumbas a su pueblo, abrirá sus sepulcros y los hará volver a la amada tierra de Israel. Conocerá su pueblo que Dios es el Señor cuando El derrame en abundancia su Espíritu sobre los sobrevivientes.
En el Antiguo Testamento no aparece claramente una expectativa de vida eterna, de vida más allá de la muerte. Los israelitas esperaban las bendiciones divinas para este tiempo de la vida terrena: larga vida, numerosa descendencia, habitar en la tierra que Dios donó a su pueblo, riquezas suficientes para vivir holgadamente. Más allá de la muerte sólo quedaba acostarse y dormir con los padres, con los antepasados; las almas de los muertos habitaban en el “sheol”, el abismo subterráneo en donde ni se gozaba, ni se sufría. Sólo en los últimos libros del Antiguo Testamento, por ejemplo en Daniel, en Sabiduría y en Macabeos, encontramos textos que hablan más o menos confusamente de una esperanza de vida más allá de la muerte, de una posibilidad de volver a vivir por voluntad de Dios, de resucitar. Esta esperanza tímida surge en el contexto de la pregunta por la retribución y el ejercicio de la justicia divina: ¿Cuándo premiará Dios al justo, por ejemplo, o castigará al perseguidor de su pueblo, si la muerte se los ha llevado? ¿Cuándo realizará Dios plenamente las promesas a favor de su pueblo elegido? Algunas corrientes del judaísmo contemporáneo de Jesús, como el fariseísmo, creían firmemente en la resurrección de los muertos como un acontecimiento de los últimos tiempos, un acontecimiento que haría brillar la insobornable justicia de Dios sobre justos y pecadores.
SALMO RESPONSORIAL: 129
R: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
SEGUNDA LECTURA ROMANOS 8,8-11
“EL ESPÍRITU HABITA EN USTEDES”
Por eso, los que viven según las inclinaciones de la naturaleza débil no pueden agradar a Dios. Pero ustedes ya no viven según esas inclinaciones, sino según el Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios vive en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, el espíritu vive porque Dios los ha hecho justos, aun cuando el cuerpo esté destinado a la muerte por causa del pecado. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús vive en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu de Dios que vive en ustedes.
REFLEXIÓN
La segunda lectura está tomada de la carta de Pablo a los romanos, considerada como su testamento espiritual. El fragmento de hoy está escogido para hacer referencia al tema que hemos escuchado en la 1ª lectura: los cristianos hemos recibido el Espíritu que el Señor prometía en los ya lejanos tiempos del exilio, no estamos ya en la “carne” es decir -en el lenguaje de Pablo: no estamos ya en el pecado, en el egoísmo estéril, en la codicia desenfrenada. Estamos en el Espíritu, o sea, en la vida verdadera del amor, el perdón y el servicio, como Cristo, que posee plenamente el Espíritu para dárnoslo sin medida. Y si el Espíritu resucitó a Jesús de entre los muertos, también nos resucitará a nosotros, para que participemos de la vida plena de Dios.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 11,1-45
“YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA”
Había un hombre enfermo que se llamaba Lázaro, natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. Esta María, que era hermana de Lázaro, fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y los secó con sus cabellos. Así pues, las dos hermanas mandaron a decir a Jesús: --Señor, tu amigo querido está enfermo. Jesús, al oírlo, dijo: --Esta enfermedad no va a terminar en muerte, sino que ha de servir para mostrar la gloria de Dios, y también la gloria del Hijo de Dios. Aunque Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro, cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo se quedó dos días más en el lugar donde se encontraba. Después dijo a sus discípulos: --Vamos otra vez a Judea. Los discípulos le dijeron: --Maestro, hace poco los judíos de esa región trataron de matarte a pedradas, ¿y otra vez quieres ir allá? Jesús les dijo: --¿No es cierto que el día tiene doce horas? Pues si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz que hay en este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz. Después añadió: --Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo. Los discípulos le dijeron: --Señor, si se ha dormido, es señal de que va a sanar. Pero lo que Jesús les decía es que Lázaro había muerto, mientras que los discípulos pensaban que se había referido al sueño natural. Entonces Jesús les dijo claramente: --Lázaro ha muerto. Y me alegro de no haber estado allí, porque así es mejor para ustedes, para que crean. Pero vamos a verlo. Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos: --Vamos también nosotros, para morir con él. Jesús, la resurrección y la vida Al llegar, Jesús se encontró con que ya hacía cuatro días que Lázaro había sido sepultado.
Betania se hallaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros; y muchos de los judíos habían ido a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirlo; pero María se quedó en la casa. Marta le dijo a Jesús: --Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas. Jesús le contestó: --Tu hermano volverá a vivir. Marta le dijo: --Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último. Jesús le dijo entonces: --Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? Ella le dijo: --Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Jesús llora junto al sepulcro de Lázaro.
Después de decir esto, Marta fue a llamar a su hermana María, y le dijo en secreto: --El Maestro está aquí y te llama. Tan pronto como lo oyó, María se levantó y fue a ver a Jesús. Jesús no había entrado todavía en el pueblo; estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. Al ver que María se levantaba y salía rápidamente, los judíos que estaban con ella en la casa, consolándola, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar. Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies, diciendo: --Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se conmovió profundamente y se estremeció, y les preguntó: --¿Dónde lo sepultaron? Le dijeron: --Ven a verlo, Señor. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron entonces: --¡Miren cuánto lo quería! Pero algunos de ellos decían: --Este, que dio la vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriera?
Resurrección de Lázaro
Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó a la tumba. Era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una piedra. Jesús dijo: --Quiten la piedra. Marta, la hermana del muerto, le dijo: --Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió. Jesús le contestó: --¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios? Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo: --Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado. Después de decir esto, gritó: --¡Lázaro, sal de ahí! Y el que había estado muerto salió, con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo. Jesús les dijo: --Desátenlo y déjenlo ir. Por esto creyeron en Jesús muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María y que vieron lo que él había hecho.
REFLEXIÓN:
El pasaje del evangelio que leemos hoy, la «resurreccíon» de Lázaro, narra el último de los siete “signos” u “obras” que constituyen el compendio del cuarto evangelio. Según Juan, antes de enfrentarse a la muerte Jesús se manifiesta como Señor de la vida, declara solemnemente en público que Él es la resurrección y la vida, que los muertos por la fe en Él revivirán, que los vivos que crean en Él no morirán para siempre....
Lázaro, el otro personaje de hoy, pertenece a una familia amiga y conocida de Jesús, el evangelio subraya a Lázaro como el amado y el amigo íntimo, y cuando pasa por la experiencia de la muerte, el amor de Jesús se manifiesta hasta en la lágrimas.
Hoy nos enfrentamos en este pasaje a la enfermedad y la muerte, pero a través de lo cual nos dice este texto : "si creemos, veremos la gloria de Dios". Y vemos el "sepulcro" en el extremo de una vida que ha dejado de serlo. El cadáver es depositado allí, sabiendo que ya nada puede hacer por sí mismo y que de él nada saldrá. Deja de ser un "él" o una "ella" y pasa a ser un "eso," unos "despojos" o "restos." Pero las cosas cambian por completo cuando Dios anuncia el comienzo de una historia nueva que brota desde el sepulcro. Es la idea que más se repite hoy: "yo mismo abriré sus sepulcros y los haré salir de ellos..."; "el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos dará vida también a sus cuerpos mortales"; "Jesús gritó con voz potente: ¡Lázaro, ven afuera!" Es decir: la muerte queda quebrada por el poder de Dios.
Dios quiere hoy que no sigamos en circunstancias de muerte sino que como Lázaro resucitemos con él y experimentemos y veamos su gloria. Miremos de la mano con el evangelio los pasos que este nos presenta para experimentar la resurección:
1. Correr la piedra que cubre el sepulcro, quitar todos los obstáculos que no permitan que recibamos la bendición.
2. Jesús utiliza la palabra: Lázaro, ¡sal fuera! . Lázaro se levanta del sepulcro, sale de su situación de muerte, dice no más a su situacion de muerte. Es una exhortación hoy también para nosotros.
3. Jesús ordena luego quitar las vendas, quitar las ataduras. Es necesario desatarnos, liberarnos de todo lo que nos esclaviza para recibir la bendición y recuperar la vida.
En esta última semana de Cuaresma, la invitación es para que sigamos revisando nuestra vida, detectemos que elementos de muerte están en nosobros haciendo una obra negativa, para ofrecernos al Espíritu de Jesús y dejar que él transforme nuestro corazón y nuestra vida, y nos permita celebrar con alegría la gran fiesta de Pascua que se aproxima.
PARA REFLEXIONAR:
1. ¿Cuáles son las "piedras"... u obstáculos que estamos colocando para recibir la bendición?
2. ¿De cuántas vendas y ataduras tenemos que liberarnos? ¿Que Lázaros,( que elementos de muerte) hay en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra comunidad de base que tienen que resucitar hoy?
ORACIÓN
Señor Jesús, reconocemos que tú eres la resurección y la Vida, creemos en tí y te amamos, queremos dejar toda atadura, toda situación de muerte en nosotros. Señor, danos la vida de tu Espíritu, que nos permita vivir como resucitados, llenos de alegría y siendo portadores de vida para nuestros hermanos. Amén.
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