viernes, 1 de abril de 2011

DOMINGO 17 DE ABRIL DE 2011

“¿QUE ES MÁS IMPORTANTE PARA MÍ, LA VERDAD Y LA JUSTICIA O LA LEY?



Después de cinco semanas de camino cuaresmal, llegamos con Jesús a Jerusalén y entramos a vivir el misterio maravilloso de la salvación, en ésta que llamamos "Semana Mayor", semana de la nueva creación. Aprendamos las enseñanzas de la entrega, el sacrificio de Jesús por nosotros, el camino de la pasión y merezcamos participar de su Resurreción.


Que esta Semana Santa, Semana Mayor que empezamos sea un momento de encuentro con Dios, de reflexión y de oración.



PRIMERA LECTURA


ISAIAS 50,4-7

“NO OCULTÉ EL ROSTRO A INSULTOS, Y SE QUE NO QUEDARÉ AVEGONZADO”

El Señor me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento. Todas las mañanas me hace estar atento para que escuche dócilmente. El Señor me ha dado entendimiento, y yo no me he resistido ni le he vuelto las espaldas. Ofrecí mis espaldas para que me azotaran y dejé que me arrancaran la barba. No retiré la cara de los que me insultaban y escupían. El Señor es quien me ayuda: por eso no me hieren los insultos; por eso me mantengo firme como una roca, pues sé que no quedaré en ridículo.


SALMO RESPONSORIAL: 21


R: Dios mío, Dios mío ¿ por qué me has abandonado?


SEGUNDA LECTURA


FILIPENSES 2,6-11

“SE REBAJÓ A SI MISMO, POR ESO DIOS LO LEVANTÓ SOBRE TODO”

Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Por eso Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.


LECTURA DEL EVANGELIO


MATEO 21,1-11

“JESÚS ENTRA EN JERUSALÉN”



Cuando ya estaban cerca de Jerusalén y habían llegado a Betfagé, al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: --Vayan a la aldea que está enfrente. Allí encontrarán una burra atada, y un burrito con ella. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, díganle que el Señor los necesita y que en seguida los devolverá. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el profeta, cuando escribió: "Digan a la ciudad de Sión: 'Mira, tu Rey viene a ti, humilde, montado en un burro, en un burrito, cría de una bestia de carga.' " Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado. Llevaron la burra y su cría, echaron sus capas encima de ellos, y Jesús montó. Había mucha gente. Unos tendían sus capas por el camino, y otros tendían ramas que cortaban de los árboles. Y tanto los que iban delante como los que iban detrás, gritaban: --¡Hosana al Hijo del rey David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas! Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, y muchos preguntaban: --¿Quién es este? Y la gente contestaba: --Es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea.

REFLEXIÓN:


Jesús no aceptaba aclamaciones de las multitudes que pretendían hacerlo rey después de ver sus asombrosos milagros. No quiso una corona cuando todos exclamaban: "¡todo lo hace bien!". Huyó a la montaña muchas veces y a menudo se refugió en la oración y la intimidad con Dios, su Padre . En todas esas ocasiones, cuando hubiera sido sencillísimo y casi natural proclamarse Hijo de David y sucesor del trono para liberar a Israel, guardó silencio, se ocultó discreto, oró en lo escondido, se apartó de las aclamaciones y los vítores. Pero hubo un día en que aceptó el aplauso y no huyó de la ovación de su pueblo. Un día Cristo aceptó ser rey, y selló su destino, cambió la historia y abrió un futuro para el universo entero con el gesto humilde y noble que hoy contemplamos: miremos todos, asómbrese el mundo, cante Judá y no calle Israel: Jesús, el Nazareno, es el Rey, y manso entra en la ciudad de David rodeado de humilde corte.


¿Por qué esta vez el Señor aceptó ser rey, lo que antes rechazaba? ¿Por qué nos parece que se deja envolver en el entusiasmo de aquella multitud que por fin puede dar rienda suelta a su afecto y emoción? Es que bien sabía Jesús qué le esperaba después de esos aplausos y cuánto cambiarían esas voces en cuestión de horas. Percibía su corazón el odio exacerbado de aquellos que veían en él un peligro para sus intereses. Sabía que los poderosos, terminarían por unirse, aunque sólo fuera para estar de acuerdo en quitarlo de en medio. Y en cuanto a sus discípulos, entendía cuán frágil era su amor, así le juraran lo contrario. Comprendía y sabía que ser rey, en medio de semejante torbellino de pasiones y venganzas, más que un honor era un acto de compasión, una obra de misericordia, una manifestación, la última y más perfecta, de su amor inextinguible.


Este día, domingo nos introduce la celebración también de los misterios más hondos y bellos de nuestra fe en esta semana que comienza. Y por eso la Iglesia, después de invitarnos a cantar aclamaciones al Mesías Pacífico y verdadero Rey, nos invita a mirar en un solo y maravilloso conjunto qué fue lo que entonces sucedió, para que nuestros oídos se acostumbren a la música de dolor y de amor que es la Pasión del Señor. Es bueno oír así de una sola vez la Pasión para entender que fue Uno solo el que todo sufrió y Uno solo el que todo venció. Fue Uno solo el que cargó con nuestras culpas y Uno solo el que las arrojó a lo hondo del mar. Uno solo venció a nuestro enemigo, Uno solo triunfó sobre la muerte, Uno solo nos amó hasta el extremo, Uno solo nos dio el perdón, la paz, la gracia y la vida que no acaba. Uno solo: Jesucristo, el Hijo del Dios vivo.


PARA REFLEXIONAR


1. ¿Renococemos al Señor como rey y Señor de nuestra vida ?

Reflexionemos y contemplemos la entrega de Jesús por nosotros, y pidámosle que nos permita vivir como hombres y mujeres resucitados.

ORACIÓN

Dios, Padre nuestro, tú enviaste a tu Hijo entre nosotros, para que descubramos todo el amor que nos tienes. Y cuando nosotros respondemos a ese amor con nuestro rechazo, matando a tu hijo, Tú no te echaste atrás sino que seguiste adelante con tu plan de ser nuestro mejor amigo. Ablanda nuestros corazones para que sepamos responder a tu amor con el nuestro. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén



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