“ANUNCIAR LA BUENA NUEVA, UN COMPROMISO DE TODOS”
PRIMERA LECTURA
1ª CORINTIOS 9, 16-27
Para mí no es motivo de orgullo anunciar el evangelio, porque lo considero una obligación ineludible. ¡Y ay de mí si no lo anuncio! Por eso, si lo hiciera por propia iniciativa, tendría derecho a una recompensa; pero si lo hago por obligación, es porque estoy cumpliendo un encargo que Dios me ha dado. En este caso, mi recompensa es la satisfacción de anunciar el evangelio sin cobrar nada; es decir, sin hacer valer mi derecho a vivir del anuncio del evangelio.
Aunque no soy esclavo de nadie, me he hecho esclavo de todos, a fin de ganar para Cristo el mayor número posible de personas. Cuando he estado entre los judíos me he vuelto como un judío, para ganarlos a ellos; es decir, que para ganar a los que viven bajo la ley de Moisés, yo mismo me he puesto bajo esa ley, aunque en realidad no estoy sujeto a ella. Por otra parte, para ganar a los que no viven bajo la ley de Moisés, me he vuelto como uno de ellos, aunque realmente estoy sujeto a la ley de Dios, ya que estoy bajo la ley de Cristo. Cuando he estado con los que son débiles en la fe, me he vuelto débil como uno de ellos, para ganarlos también. Es decir, me he hecho igual a todos, para de alguna manera poder salvar a algunos. Todo lo hago por el evangelio, para tener parte en el mismo.
Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio. Los que se preparan para competir en un deporte, evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen por alcanzar como premio una corona que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita. Yo, por mi parte, no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. Al contrario, castigo mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros.
REFLEXIÓN
El discípulo misionero debe llevar una vida de radicalidad y compromiso con la propuesta de su maestro. Comprometerse con la causa de Jesús es un asunto serio y así deberíamos asumirlo todos los cristianos.
El mandato misionero dejado por Jesús de anunciar la Buena Noticia a todo el mundo es un compromiso que nos incumbe a todos. Que bella expresión la de Pablo: “Hay de mi si no anuncio la Buena Noticia”. Y continúa diciendo: “Anunciar la Buena Noticia no es para mi motivo de orgullo, sino una obligación a la que no puedo renunciar”. Hay de mí cristiano, del siglo XXI, si no anunció al mundo el mensaje de paz, justicia, libertad y amor. Hay de mí si por “respeto humano” me quedo callado y no defiendo el derecho a la vida y a la libertad de expresión. Hay de mí si cierro los ojos ante el desprotegido que clama justicia.
R: Que deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 6, 39-42
Jesús les puso esta comparación: "¿Acaso puede un ciego servir de guía a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo? Ningún discípulo es más que su maestro: cuando termine sus estudios llegará a ser como su maestro.
"¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tienes en el tuyo? Y si no te das cuenta del tronco que tienes en tu propio ojo, ¿cómo te atreves a decir a tu hermano: 'Hermano, déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo.
REFLEXIÓN
El seguimiento de Jesús no es apto para mediocres ni para veletas que se mueven según la dirección que les de el viento. Indudablemente un ciego no puede guiar a otro ciego. No se puede dar a los demás algo que no poseemos. No podemos ayudar a alguien si no nos ayudamos primero a nosotros mismos. Sería injusto querer corregir al otro cuando primero no miro lo mal que estoy actuando frente a los demás. Lo ideal sería ser como nuestro Maestro Jesús, pero para eso tenemos que ir haciendo camino, ir madurando en nuestras vidas las deficiencias que tenemos como personas. Como discípulos podemos alcanzar a ser como el Señor, pero nunca intentar ser más que Él. Pero para eso tenemos que mirar cuál era el comportamiento de Jesús frente a las personas, como se expresaba en ciertas situaciones, cómo afrontaba las dificultades, entre otras cosas más. En este texto también se nos habla de quien quiera ayudar a sacar la paja que tiene el ojo de la otra persona, primero que se saque la viga que tiene en el propio. Es decir no juzguemos a los demás sin primero revisar cómo está mi vida frente a Dios y los hermanos. Descubramos nuestro propio pecado. Seamos más bien compasivos y misericordiosos como el Padre lo es con todos nosotros sus hijos.
Aunque sea sólo por hoy trata de mirar con buenos ojos a las personas que te rodean valorando sus aspectos y minimizando lo negativo.
ORACIÓN
Te bendigo en este nuevo día Señor, y te pido que tu palabra me guíe y hoy me lleve encontrar el sendero que lleva a la felicidad, que mis pasos caminen seguros a ti. Amén.
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