miércoles, 1 de septiembre de 2010

Domingo 12 de Septiembre


“LA MISERICORDIA A FLOR DE PIEL"

PRIMERA LECTURA
EXODO 32, 7-14

"¿EL SEÑOR SE ARREPINTIÓ DE LA AMENAZA QUE HABÍA PRONUNCIADO?”

Entonces el Señor le dijo a Moisés: Anda, baja, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha echado a perder. Muy pronto se han apartado del camino que yo les ordené seguir. Se han hecho un becerro de oro fundido, y lo están adorando y presentándole ofrendas; y dicen: '¡Israel, este es tu dios, que te sacó de Egipto!'
Además, el Señor le dijo a Moisés: Me he fijado en esta gente, y me he dado cuenta de que son muy tercos. ¡Ahora déjame en paz, que estoy ardiendo de enojo y voy a acabar con ellos! Pero de ti voy a hacer una gran nación.
Moisés, sin embargo, trató de calmar al Señor su Dios con estas palabras: Señor, ¿por qué vas a arder de enojo contra tu pueblo, el que tú mismo sacaste de Egipto con gran despliegue de poder? ¿Cómo vas a dejar que digan los egipcios: 'Dios los sacó con la mala intención de matarlos en las montañas, para borrarlos de la superficie de la tierra'? Deja ya de arder de enojo; renuncia a la idea de hacer daño a tu pueblo. Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo y les dijiste: 'Haré que los descendientes de ustedes sean tan numerosos como las estrellas del cielo, y toda esta tierra que les he prometido a ustedes se la daré como su herencia para siempre.'
El Señor renunció a la idea que había expresado de hacer daño a su pueblo.

REFLEXIÓN

El pueblo de Israel, en su peregrinación por el desierto, pierde la confianza en Yavhé y en Moisés y construye un becerro de oro, para tener un punto de referencia, un dios que vaya por delante y los guíe. El pueblo pronto olvidó las palabras de Yavhé: “Yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso”. Pero afortunadamente, “La misericordia de Dios es muy grande”, como suelen decir con absoluta confianza nuestros campesinos y demás personas sencillas que se han confiado a las manos del Señor. Cuando la confianza en Dios se pierde, se pierde toda esperanza y se llega a la desesperanza. Esto fue lo que le ocurrió al pueblo de Israel al salir de Egipto, y que nos ocurre muchas veces también a nosotros. Y sino preguntémonos: ¿Por qué mucha dios vivo de Jesús? Son preguntas que deben cuestionarnos y hacernos caer en la cuenta del gran reto que tenemos como cristianos frente a este tipo de problemática.

SALMO RESPONSORIAL: 50
R: Me pondré en camino a donde esta mi Padre.

SEGUNDA LECTURA
1ª DE TIMOTEO 1, 12-17

“CRISTO VINO PARA SALVAR A LOS PECADORES”

Doy gracias a aquel que me ha dado fuerzas, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me ha considerado fiel y me ha puesto a su servicio, a pesar de que yo antes decía cosas ofensivas contra él, lo perseguía y lo insultaba. Pero Dios tuvo misericordia de mí, porque yo todavía no era creyente y no sabía lo que hacía. Y nuestro Señor derramó abundantemente su gracia sobre mí, y me dio la fe y el amor que podemos tener gracias a Cristo Jesús.
Esto es muy cierto, y todos deben creerlo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Dios tuvo misericordia de mí, para que Jesucristo mostrara en mí toda su paciencia. Así yo vine a ser ejemplo de los que habían de creer en él para obtener la vida eterna. ¡Honor y gloria para siempre al Rey eterno, al inmortal, invisible y único Dios! Amén.

REFLEXIÓN

Pablo en la carta a Timoteo también revela haber experimentado en carne propia la misericordia de Dios. Reconoce que por pura gracia de Dios ha sido llamado a su servicio y no por los meritos personales, pues confiesa que fue antes un blasfemo y violento perseguidor de la comunidad cristiana. También nosotros demos gracias a Cristo Jesús, Señor Nuestro, por habernos colmado con las grandes riquezas de su gracia.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 15, 1-32

“HAY MUCHA ALEGRÍA EN EL CIELO POR UN PECADOR QUE SE CONVIERTE”

Todos los que cobraban impuestos para Roma y otra gente de mala fama se acercaban a Jesús, para oírlo. Los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban por esto, diciendo:-Este recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces Jesús les dijo esta parábola: "¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, contento la pone sobre sus hombros, y al llegar a casa junta a sus amigos y vecinos, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido.' Les digo que así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
La parábola de la mujer que encuentra su moneda
"O bien, ¿qué mujer que tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa buscando con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que había perdido.' Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte."
La parábola del padre que recobra a su hijo
Jesús contó esto también: "Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la herencia que me toca.' Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: '¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores.' Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre.
"Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: 'Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo.' Pero el padre ordenó a sus criados: 'Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.' Comenzaron la fiesta.
"Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. 27 El criado le dijo: 'Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo.' Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: 'Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo.'
"El padre le contestó: 'Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado."

REFLEXIÓN

La liturgia de hoy cierra con broche de oro una tripleta de parábolas que muestran la misericordia de nuestro buen Dios y la predilección por los pecadores, por aquellos que para los ojos del mundo están perdidos porque se han alejado de la casa paterna.
Las tres parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida y la del Padre misericordioso. Todas con un solo sentido: la alegría de recuperar lo que estaba perdido. En el contexto en que Jesús lanza estas tres parábolas se encuentran los fariseos y los doctores de la ley murmurando porque se encontraba comiendo con recaudadores de impuestos y pecadores. Aquí se nota claramente las oposiciones que hay a la presencia del Reino por parte de los poderosos.
En las parábolas de la oveja y la moneda perdida se nos muestra la alegría que siente Dios por un pecador que se convierte: Encontré lo que se me había perdido. El Buen Pastor va en busca de su oveja perdida; la mujer va en busca de la moneda que se le perdió. La bella parábola del Padre Misericordioso nos debe cuestionar con relación conforme a nuestro comportamiento frente a las personas que nos han hecho daño pero que vienen arrepentidos a pedirnos perdón. La actitud del Padre misericordioso es la de acoger con inmenso amor y ternura a su hijo perdido. Su actitud se contrapone a su hijo mayor que no quería ni entrar a su casa a verlo. A veces también nos pasa lo del hijo menor que nos aprovechamos de los bienes del Padre y los derrochamos sin medida. Pero Él siempre está ahí perdonando nuestros pecados. Que esta parábola nos motive a permanecer con nuestro Padre bueno y no a ofenderle y no, en caso de que sea así, ponernos en camino a la casa del Señor.

PARA REFLEXIONAR
¿Cuántas veces hemos dado la espalda al buen Dios y Pastor que nunca descuida a sus ovejas, y que constantemente viene a nuestro encuentro para hacernos sentir la grandeza de su amor?
Cristo nos invita hoy a entrar en la lógica de la gratuidad, de la generosidad y de la comunión. ¿Acepto con alegría esa invitación?

ORACIÓN
Señor Dios, gracias por ser para nosotros Padre y Madre y amor y misericordia; gracias por ser pastor de nuestras vidas. Somos débiles y nos perdemos fácilmente Búscanos siempre con pasión y acógenos con amor, para que permanezcamos siempre en tu bendita presencia. Si estamos perdidos, atraernos hacia ti con lazos de amor; si estamos unidos a ti, danos permanecer en tu casa y en comunión con los hermanos. Amén

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