martes, 1 de marzo de 2011

Jueves, 3 de Marzo de 2011

“TODO LO OIMOS PERO NO TODO LO ESCUCHAMOS”

PRIMERA LECTURA
ECLESIÁSTICO 42,15-26

“LA GLORIA DEL SEÑOR SE REFLEJA EN TODAS SUS OBRAS”

Voy a recordar lo que ha hecho Dios y a contar lo que yo mismo he visto. A una orden de Dios, todo fue hecho, y hace todo lo que él quiere. El sol, al salir, brilla en todas partes; así la gloria del Señor se revela en todo lo creado. Ni aun los ángeles de Dios son capaces de contar las maravillas del Señor. Dios da fuerza a sus ejércitos del cielo para que se mantengan firmes ante su majestad. Él sondea el océano y el corazón del hombre, y conoce todos los secretos de ambos. El Altísimo sabe todas las cosas y desde la eternidad ya ve el porvenir. Él revela el pasado y anuncia el futuro y descubre los secretos más ocultos. No hay conocimiento que él no tenga; ninguna cosa se le esconde. La eficacia de su sabiduría está bien establecida; él es el mismo desde la eternidad. No hay nada que añadirle ni quitarle; no necesita de nadie que le dé instrucciones. ¡Qué hermoso es todo lo que él ha hecho, hasta la última chispa de lo que podemos ver! Todo vive y permanece para siempre, y es guardado para cualquier necesidad. Todas las cosas son distintas, y no hizo nada inútil. ¡Una tras otra muestran su belleza y uno no se cansa de contemplar su hermosura!


REFLEXIÓN:
Indudablemente, es parte de la sabiduría leer. Asociamos a las personas sabias con los libros, con el estudio. Pero hay un libro que está a disposición de todos, y de ese libro nos habla la primera lectura de hoy, tomada del capítulo cuarenta y dos del libro Eclesiástico. Estamos hablando del libro de la creación.
Qué pondera de la creación este hombre sabio? Ante todo, que es de Dios y le pertenece; luego, que es manifestación de su gloria; en tercer lugar, que Dios penetra los secretos y honduras que escapan a toda inteligencia creada; finalmente, que las cosas creadas se complementan unas a otras, de modo que la explicación de algo siempre nos remite a la existencia y obrar de algo más. Ese balance maravilloso, ese refluir de vida y de significado entre todas las cosas, causa una íntima alegría que no es otra sino la percepción de la belleza en su fuente.
En el esplendor de la naturaleza, algo y mucho se cuenta de la majestad, del poder y de la sabiduría de Dios. La naturaleza entonces puede ser leída si uno tiene ojos para descubrir en ella las maravillas.
Decía un gran predicador : "El sol, con ser tan bello, hay día que no tiene quien lo mire". Es uno de los errores que cometemos, nos acostumbramos a lo que tenemos, y seguimos echando de menos lo que no tenemos.
Entonces nuestra atención se concentra en lo que nos hace falta, y nos perdemos de disfrutar y de agradecerlo mucho que ya ha llegado a nuestras vidas.
Por eso necesitamos palabras como estas del libro Eclesiástico, para volver a abrir nuestros ojos y descubrir en la hermosura esa paz, ese mensaje sutil pero tan penetrante del amor de Dios.

SALMO RESPONSORIAL: 32
R:/ La palabra del Señor hizo el cielo.

LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 10, 46-52

“MAESTRO, HAZ QUE PUEDA VER”

Jesús sana a Bartimeo el ciego
(Mt 20.29-34; Lc 18.35-43)
Llegaron a Jericó. Y cuando Jesús ya salía de la ciudad, seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oir que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: --¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más todavía: --¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Entonces Jesús se detuvo, y dijo: --Llámenlo.
Llamaron al ciego, diciéndole: --Ánimo, levántate; te está llamando.
El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó:
--¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó: --Maestro, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo: --Puedes irte; por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús por el camino.

REFLEXIÓN

Marcos encuadra el camino de Jesús a Jerusalén entre dos cegueras: el ciego de Betsaida (8,22-26) y el ciego de Jericó (10,46-52). En el camino con Jesús se van curando las cegueras. Hay ciegos que no quieren ver porque no les conviene. Pero hay ciegos que no pueden ver por condicionamientos de educación, prejuicios, cultura. Bartimeo estaba ciego, también espiritualmente, por la Ley y por la institución judía, que se encargaba de volver ciega a la gente y dejarla luego postrada a la orilla del camino. Por eso el ciego sigue llamando a Jesús con ese título que a Jesús no le gustaba: Hijo de David. Pero Bartimeo quería ver. ¡Ojalá como él descubramos la oportunidad de abrir los ojos y de seguir a Jesús en su camino! Escucharemos como Bartimeo las palabras que nos llaman a la responsabilidad de nuestra propia curación: Tu fe te ha salvado. ¡Ojalá que, como él, nos volvamos discípulos del Maestro y de su camino de fe, solidaridad, servicio y justicia!

PARA REFLEXIONAR:
1. ¿Somos ciegos porque nos conviene y queremos seguir así o, como Bartimeo, sinceramente queremos ver?

ORACIÓN
Señor gracias por la grandeza y hermosura de tu creación, por permitirnos compartir todas tus maravillas. La gloria es para ti, eres nuestro todo, lo sabes todo, sondeas y conoces los secretos más profundos de nuestro ser. Hoy como Bartimeo, nos reconocemos necesitados de ti, Señor queremos ver, Señor queremos escuchar tu voz. Oh mi Señor abre nuestros ojos a tu visión, nuestros oidos a tu palabra, nuestros labios en alabanza, nuestro corazón a tu amor. Ayúdanos a no desviar el camino y ser constructores de tu proyecto. Amén.

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