lunes, 1 de noviembre de 2010

Miércoles, 3 de noviembre de 2010

“UNA MISIÓN QUE NOS PONE A PENSAR”

PRIMERA LECTURA
Filipenses 2,12-18

Por tanto, mis queridos hermanos, así como ustedes me han obedecido siempre, y no solo cuando he estado entre ustedes, obedézcanme más ahora que estoy lejos. Hagan efectiva su propia salvación con profunda reverencia; pues Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo.
Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones, para que nadie encuentre en ustedes culpa ni falta alguna, y sean hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillan ustedes como estrellas en el mundo, manteniendo firme el mensaje de vida. Así, cuando venga Cristo, yo podré sentirme orgulloso de ustedes, sabiendo que no he corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi propia vida sea sacrificada para completar la ofrenda que ustedes hacen a Dios por su fe, yo me alegro y comparto esa alegría con todos ustedes. Alégrense ustedes también, y tomen parte en mi alegría.

REFLEXIÓN
Pablo nos sorprende hoy con una expresión que puede sonarnos extraña: “esfúercense con santo temor en lograr su salvación" (Flp 2,12). Pablo nos tenía acostumbrados a un lenguaje distinto. La salvación es un regalo, la salvación es gracia: este es el estilo del Nuevo Testamento en general, y de Pablo en particular, por ejemplo allí donde dice: " la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres" (Tit 2,11). O también: "por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios" (Ef 2,8). Ahora en cambio se nos habla de una salvación por la que hay que "esforzarse", y no de cualquier modo, sino "con santo temor", según dice esta traducción, o "con temor y con temblor", como dicen otras versiones. ¿Por qué este cambio?

Si seguimos el pasaje de hoy encontramos algo bien profundo: "es Dios quien, más allá de su buena disposición, realiza en ustedes el querer y el actuar". Lo que hay detrás de este cambio (aparente) es una enseñanza sobre la relación entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios, entre nuestro querer y el querer de Dios. Con humildad, pero también con deseo de aprender, entremos un poco más en esta cuestión

SALMO RESPONSORIAL 26
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 14,25-33

“EL QUE NO RENUNCIA A TODOS SUS BIENES
NO PUEDE SER DISCÍPULO MÍO”

Mucha gente seguía a Jesús; y él se volvió y dijo: "Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿acaso no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? De otra manera, si pone los cimientos y después no puede terminarla, todos los que lo vean comenzarán a burlarse de él, diciendo: 'Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar.' O si algún rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a quien va a atacarlo con veinte mil? Y si no puede hacerle frente, cuando el otro rey esté todavía lejos, le mandará mensajeros a pedir la paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.

REFLEXIÓN
Muchas personas se postulaban como candidatas para seguir a Jesús, para ser sus discípulos(as). “Maestro, te seguiré a donde vayas”, le decían algunos, tal vez en un arrebato, en un momento de emotividad, de efervescencia y calor, porque a la hora de hacer realidad sus anhelos, empezaban a llover las condiciones: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre” “primero déjame despedirme de mi familia” etc. Por eso hoy Jesús en el evangelio nos vuelve a recordar que el discipulado es una misión que nos pone a pensar con cabeza fría, como el que quiere construir una torre, o el rey que se dispone a luchar con su adversario.
Para ser auténticos discípulos de Jesús es necesario desligarnos de aquellos vínculos que nos mantienen atados al pasado y no nos permiten avanzar con libertad hacia la meta como hijos de Dios. Un verdadero discípulo de Jesús hace una elección radical, da un giro de 180 grados a su vida, huye del conformismo y de la mediocridad, no puede estar con un pie adentro y el otro afuera. Aquí el cambio de mentalidad es decisivo, pues se necesita “pensar como Jesús pensó” para estar en condiciones de cargar con la cruz de cada día. El compromiso cristiano no puede ser fruto de un momento emotivo, de un entusiasmo pasajero, sino que es una decisión continua, de cada día y para toda la vida, aunque a veces se sientan desánimos y no se tengan ganas de continuar el camino.
En la formación de Jesús a sus discípulos, podemos decir que se da dentro de un proceso, en el cual queremos destacar cinco aspectos fundamentales, que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetra íntimamente y se alimentan entre sí:
a) el encuentro personal con Jesucristo;
b) la conversión;
c) el seguimiento o discipulado;
d) la comunión con el Maestro y con los otros discípulos;
e) la misión.

El discípulo no puede tener una fe totalmente desentendida de los problemas sociales y económicos que vive el mundo de hoy, una fe temerosa al compromiso y a la entrega total por los hermanos. De otra parte cuando Jesús habla de relativizar la familia, de dejar padre, madre, esposa, hijos, hermanos, se está refiriendo a la necesidad de edificar un nuevo sistema de relaciones, un nuevo modelo de sociedad, en el que la fraternidad, la solidaridad, el servicio son fundamentales y en el que toda estructura, incluida la familiar, están en función de construir este nuevo tipo de sociedad y no uno contrario. El seguidor de Jesús está llamado a ser partícipe de esta nueva sociedad, donde lo principal es hacer presente en la historia el reino de Dios, lo cual exige en él un cambio de valores y de prioridades: renunciar a todos sus bienes, es decir, renunciar a todo tipo de seguridad para poder colaborar libremente y sin impedimentos en la gran obra de Dios.

PARA REFLEXIONAR
1. ¿Cómo es mi relación con los bienes, las riquezas y mis posesiones?
2. ¿Pongo mis relaciones personales por encima del evangelio?
3. ¿Concibo el amor ágape (de Dios) como una donación y entrega total?

ORACIÓN
Te rogamos Señor que aumentes en nosotros la acción de tu poder y que alimentados con estos sacramentos, tu favor nos disponga para alcanzar las promesas que contienen. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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