lunes, 1 de noviembre de 2010

Martes, 9 de noviembre de 2010

“TEMPLOS VIVOS CIMENTADOS EN JESUCRISTO”

PRIMERA LECTURA
EZEQUIEL 47, 1-2, 8-9, 12

“EL SEÑOR ME LLEVÓ EN EXTASIS A LA TIERRA DE ISRAEL”

El hombre me hizo volver después a la entrada del templo. Entonces vi que por debajo de la puerta brotaba agua, y que corría hacia el oriente, hacia donde estaba orientado el templo. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al lado sur del altar. Luego me hizo salir del terreno del templo por la puerta norte, y me hizo dar la vuelta por fuera hasta la entrada exterior que miraba al oriente. Un pequeño chorro de agua brotaba por el lado sur de la entrada.
Entonces me dijo: "Esta agua corre hacia la región oriental y llega hasta la cuenca del Jordán, de donde desembocará en el Mar Muerto. Cuando llegue allá, el agua del mar se volverá dulce. En cualquier parte a donde llegue esta corriente, podrán vivir animales de todas clases y muchísimos peces. Porque el agua de este río convertirá el agua amarga en agua dulce, y habrá todo género de vida.
En las dos orillas del río crecerá toda clase de árboles frutales. Sus hojas no se caerán nunca, ni dejarán de dar fruto jamás. Cada mes tendrán fruto, porque estarán regados con el agua que sale del templo. Los frutos servirán de alimento y las hojas de medicina.

REFLEXIÓN
La catedral de San Juan de Letrán es la iglesia que sirve de sede al sucesor del apóstol Pedro, es decir, al Papa. Este, pues, es un día para meditar en el misterio y la bendición que significa el templo, y así lo sugieren las lecturas de hoy: el templo renovado de Jerusalén, según la visión de Ezequiel; el templo que forman los creyentes, según la doctrina del apóstol; el templo que es Cristo mismo según nos enseña el Evangelio.
En todas las culturas, los templos son expresión visible de la presencia de la divinidad, y también de la oración o la búsqueda de esa presencia por los hombres. Al templo acudimos con nuestras necesidades, preguntas, dolores, ofrendas o esperanzas, y en él esperamos encontrar luz, guía, consuelo, paz, remedio a nuestras dolencias y respuesta a nuestra indigencia. Ezequiel nos presenta un templo del que brotan la vida y la salvación. Un lugar de gracia. Un manantial de vida que sanea las aguas dañadas y que hace fecundos los árboles, con frutos deliciosos y nutritivos, y con hojas medicinales.
La imagen es muy fuerte: el río se va volviendo más y más impetuoso a medida que corre. Todo lo cambia a su paso avanza invencible restaurando el orden y la salud que se habían perdido. Si lo miramos bien, se trata de un retorno victorioso a la condición inicial del paraíso. Del templo sale una fuerza que hace posible el plan original de Dios. En el templo, pero más aún: desde el templo la redención nos acerca a la hermosura y la inocencia propias de la creación. Según esto, el templo es la señal visible de la acción progresiva de la gracia. Mientras la gracia tenga que seguir peregrinando, necesitamos de templos que marquen el ritmo de su caminar maravilloso.

R. El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob

LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 2, 13-22

“NO CONVIERTAN LA CASA DE MI PADRE EN UN NEGOCIO"

Jesús purifica el templo
(Mt 21.12-13; Mc 11.15-18; Lc 19.45-46)
Como ya se acercaba la fiesta de la Pascua de los judíos, Jesús fue a Jerusalén. 14 Y encontró en el templo a los vendedores de novillos, ovejas y palomas, y a los que estaban sentados en los puestos donde se le cambiaba el dinero a la gente. Al verlo, Jesús tomó unas cuerdas, se hizo un látigo y los echó a todos del templo, junto con sus ovejas y sus novillos. A los que cambiaban dinero les arrojó las monedas al suelo y les volcó las mesas. A los vendedores de palomas les dijo:
--¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!
Entonces sus discípulos se acordaron de la Escritura que dice: "Me consumirá el celo por tu casa."
Los judíos le preguntaron:
--¿Qué prueba nos das de tu autoridad para hacer esto?
Jesús les contestó:
--Destruyan este templo, y en tres días volveré a levantarlo.
Los judíos le dijeron:
--Cuarenta y seis años se ha trabajado en la construcción de este templo, ¿y tú en tres días lo vas a levantar?
Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo. Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de esto que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.

REFLEXIÓN
Veamos, en primera instancia, la actitud de los personajes en el relato: los discípulos captan el evento como un rasgo del celo de Jesús por el templo. Los judíos, por su lado, rechazaban ese suceso pues ellos no ven problema en la relación templo-mercado-negocio, ni aceptan la autoridad de Jesús para cambiar dicha práctica. Las autoridades religiosas interpretan el hecho como una auténtica provocación; se trata de una conducta rebelde y desafiante. Además está cerca la fiesta de la pascua, en la cual se celebra la liberación de la esclavitud de Egipto, el texto comienza con esta alusión y termina con el anuncio de la pascua de Jesús. El maestro ingresa al templo, el lugar propuesto desde antiguo, en Israel, como espacio privilegiado donde se celebra la comunión y el encuentro entre Dios y el pueblo de sus preferencias. Pero en tiempos de Jesús, el templo ya cumple otras funciones: el mercado, los sacrificios, las monedas, las ofrendas, las alcancías, etc., sin embargo, cada vez se aleja más del ideal de Dios. El azote de Jesús muestra su intención, este sistema debe ser destruido y cambiado por uno nuevo donde ya no prime la injusticia, y la opresión. Su interés es arrancar de raíz y para siempre todo sistema interesado que no busque el bien común. La expulsión de todos y de las “ovejas” posee un sentido especial: oveja, en griego da a entender el falso pastor que se quiere meter al rebaño y someter con mentiras a las ovejas (probaton). Por eso Jesús reacciona y libera a los suyos. Jesús aprovecha este escenario para insistir en la necesidad de destruir el viejo templo y construir uno nuevo, que es Jesús mismo. Pero ni los discípulos, ni los judíos entendieron el mensaje que él les quería dar. El templo en tiempos de Jesús como lo puede ser hoy era una “cueva de ladrones opresores”, no solo por el mercado de la religión, sino también por su convivencia con el dios dinero, porque podría traer a los celotes, quienes en la revuelta contra Roma se refugiaron en el templo. Hoy, dentro de un sistema capitalista neoliberal como el actual, donde ocurre una concentración de la riqueza y una exclusión creciente de los pobres, la amenaza está latente y cada bautizado debería revisar su actitud frente a estas realidades. Nuestros hermanos y hermanas, pero también tu y yo somos realmente “templos vivos de Dios”.
El templo no es una cosa. No tiene valor por sí mismo ni por sus materiales. La actitud de Jesús en el evangelio de hoy sería sacrílega si el templo fuera una cosa. Mas no es así. Su valor le viene no de su hechura sino de su lugar real en la vida de la fe de un pueblo. Ya Jeremías había denunciado la falsa confianza a que puede conducir un templo considerado como cosa. Dijo: "No confiéis en palabras engañosas, diciendo: He aquí, vosotros confiáis en palabras engañosas que no aprovechan, para robar, matar, cometer adulterio, jurar falsamente, ofrecer sacrificios a Baal y andar en pos de otros dioses que no habíais conocido. ¿Vendréis luego y os pondréis delante de mí en esta casa, que es llamada por mi nombre, y diréis: "Ya estamos salvos"; para luego seguir haciendo todas estas abominaciones? ¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por mi nombre, en cueva de ladrones delante de vuestros ojos? He aquí, yo mismo lo he visto--declara el SEÑOR" (Jer 7,4.8-11). Son las palabras con las que el evangelista interpreta la impresionante escena de Jesús purificando el templo de Jerusalén.
Si el templo no ha de ser reducido a cosa, sí ha de ser, en cambio, lugar de enseñanza, como lo mostró Jesucristo con su mismo ejemplo (cf. Mt 21,23; Mc 12,35; 14,49; Lc 19,47; 21,37; Jn 7,28). Cabe decir que es la palabra la que da su sentido y en cierto modo santifica al templo. Es el sentido que recoge la práctica católica cuando da el primer lugar en cada iglesia local a la "catedral", es decir, el lugar de la "cátedra", sede propia de la predicación y la enseñanza del obispo. Sin la palabra de los apóstoles y de sus sucesores la catedral sería sólo un edificio bonito, quizá un buen museo.
Ahora bien, la palabra no está destinada a los muros o las columnas sino, desde luego, a las personas, es decir, a la comunidad. La palabra de los apóstoles (Ef 2,20; cf. 1 Pe 2,5; Col 2,7) edifica a la comunidad, y es ella, en realidad, el templo que en el que Dios quiere habitar.
Por eso al celebrar hoy al lugar primero de la palabra del primero entre los apóstoles, enviemos desde aquí nuestra oración por el Papa, por su magisterio y su ministerio; y recibamos también aquí la bendición, la plegaria y la palabra que él, como signo de unidad de todos los cristianos, concede a la iglesia universal desde su iglesia particular.

PARA REFLEXIONAR
1. ¿Qué significa para mi el templo?
2. ¿.Cómo asumo el hecho de ser templo vivo de Dios?
3. ¿Respeto a los demás porque son templos de la divinidad?

ORACIÓN
Gracias por este nuevo encuentro de día a día con tu Palabra, Señor; hazme según tu voluntad, capaz de ser como tu buen Señor un templo vivo, una morada propicia para que habites en mi corazón, y yo pueda habitar en bendición en la vida de mi prójimo. Amén

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