lunes, 1 de noviembre de 2010

Lunes, 15 de noviembre de 2010

“SEÑOR QUE VEA”

PRIMERA LECTURA
APOCALIPSIS 1, 1-5

“RECUERDA DE DONDE HAS CAÍDO Y ARREPIÉNTETE”

Saludo
Esta es la revelación que Dios hizo a Jesucristo, para que él mostrara a sus siervos lo que pronto ha de suceder. Jesucristo lo ha dado a conocer enviando su ángel a su siervo Juan, el cual ha dicho la verdad de todo lo que vio, y es testigo del mensaje de Dios confirmado por Jesucristo.
Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan la lectura de este mensaje profético, y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque ya se acerca el tiempo.
Juan saluda a las siete iglesias de la provincia de Asia. Reciban ustedes gracia y paz de parte del que es y era y ha de venir, y de parte de los siete espíritus que están delante de su trono, y también de parte de Jesucristo, testigo fiel, que fue el primero en resucitar y tiene autoridad sobre los reyes de la tierra. Cristo nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados derramando su sangre

REFLEXIÓN
El último libro de la Biblia es también el que acompaña la última parte de nuestro año litúrgico. Se trata del "apocalipsis", como solemos llamarlo, o también "revelación". Una palabra sobre el conjunto de la historia humana, pronunciada en el contexto doloroso de la persecución.
1.2 El libro empieza con una serie de mensajes de Jesucristo a las comunidades cristianas de la época. Esto tiene sentido, porque si el conjunto de la historia humana debe comparecer ante Cristo, los que han sido elegidos por Cristo deben, antes que nadie, escuchar su voz majestuosa y verdadera. En efecto, si algún privilegio tiene el cristiano es que su Juez de mañana es hoy su Salvador. La palabra que hoy le corrige mañana no le castiga.
1.3 Las comunidades de la época son llamadas aquí "iglesias". Los mensajes que recoge el Apocalipsis no se dirigen a todas estas iglesias, sino sólo a un conjunto de ellas, localizadas en lo que se llamaba Asia Menor y que hoy corresponde a Turquía. Hoy, por ejemplo, hemos oído el mensaje a la iglesia de Éfeso.

SALMO RESPONSORIAL :1
R. El señor protege al justo

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 18, 35-43

"RECOBRA HOY LA VISTA; TU FE TE HA SANADO”

Cuando ya se encontraba Jesús cerca de Jericó, un ciego que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le dijeron que Jesús de Nazaret pasaba por allí, y él gritó:
--¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más todavía:
--¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó:
--¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego contestó:
--Señor, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
--¡Recóbrala! Por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo momento el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús alabando a Dios. Y toda la gente que vio esto, también alababa a Dios.

REFLEXIÓN
“Jesús, Hijo de David ten compasión de mi” es la expresión que brota de un corazón rebosante de gratitud y de fe, un corazón iluminado, es el clamor de un hombre que aunque tiene una limitación física, la ceguera, los ojos de su corazón irradian la fe necesaria para reconocer en Jesús la luz del mundo, el sol que nace de lo alto para iluminar a los pueblos que viven en la oscuridad.
Aunque la multitud amenazante quiere callarlo, el ciego de Jericó logra expresarle a Jesús con su grito su más grande anhelo: “Señor, quiero ver”. En efecto, el hombre pudo volver a contemplar la luz de un nuevo día, gracias a su fe en la persona de Jesús.
Nosotros, como el ciego de Jericó, estamos quizás también postrados hoy a la vera del camino de la vida, muchas veces sumidos en la penumbra, en el sinsentido. Allí nos encontramos con una variedad de obstáculos, como esa muchedumbre necia que quería callar al hombre que invocaba a Jesús. Es el momento entonces de retar nuestra fe y ponerla a prueba, o dejamos que los problemas y desafíos cotidianos nos derroten y silencien o sacamos fuerzas de donde sea para confesar y reconocer abiertamente a Jesús como nuestro Salvador y Señor, que ha venido para rescatarnos de toda oscuridad que hoy mismo no nos deja ver ni disfrutar la bendición de esta bella vida. Hoy, de nuevo Jesús está tocando a la puerta de nuestro corazón y con su ternura y misericordia habitual nos pregunta: “¿Qué quieres que haga hoy por ti?

PARA REFLEXIONAR
1
. ¿Cuál es mi suplica hoy al Señor?
2. ¿Qué es para mí la misericordia de Dios?
3. ¿Podemos hablar de nuevas cegueras en nuestra sociedad de hoy? ¿Cuáles serían?

ORACIÓN

Que pueda ver tu poder, Señor, que sepa qué debo pedir porque muchas veces pido lo que no conviene, que pueda gozar de tu presencia todos los días de mi vida. Amén

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