domingo, 1 de diciembre de 2013

Sábado 7 de diciembre de 2013


“CONMOVERSE ANTE EL GRITO DESESPERADO DE MULTITUDES”
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PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 30,19-21.23-26

“Se apiadará a la voz de tu gemido”
Así dice el Señor, el Santo de Israel: "Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: "Éste es el camino, camina por él."
Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano de la cosecha del campo será rico y sustancioso; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con bieldo y horquilla. En todo monte elevado, en toda colina alta, habrá ríos y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.
La luz de la Cándida será como la luz del Ardiente, y la luz del Ardiente será siete veces mayor, cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Concluimos la primera semana del Adviento, fortalecidos en la esperanza, gracias a la Palabra de Dios. De la mano del profeta Isaías, nos hemos ido adentrando en el plan de Dios, no solo para Israel sino para nosotros hoy: todo aquel que permanezca fiel experimentará la gracia salvadora de Dios.

Recordemos que la situación de Israel en tiempos de Isaías no era la mejor. Estaban amenazados por un pueblo más poderoso y a punto de ser expulsados de su tierra. En tales circunstancias Dios, por medio del profeta, anuncia a su pueblo un futuro diferente: sin llanto ni lamentos, con abundancia de pan y de agua y, sobre todo, con la seguridad de su compañía. El profeta nos asegura que nuestro Dios es un Dios cercano, que nos escucha y nos conoce por nuestro nombre: “Apenas te oiga, te responderá”. Si andamos desorientados, oiremos muy cerca su voz que nos dice: “éste es el camino, caminen por él”. Y si estamos heridos o nuestros corazones están destrozados, Él vendará nuestras heridas y reconstruirá lo que estaba destruido. Dios no se olvida de los suyos sino que se apiada de ellos, porque es rico en misericordia.

Si hay una noticia consoladora es aquella que hoy nos regala el profeta: Dios ya no se esconde. Se deja sentir y atiende las súplicas. Dulce noticia, porque si hay algo torturante es el silencio de Dios. La luz crece de tal modo que la luna se equipara al sol mientras el sol adquiere el brillo perfecto.
SALMO RESPONSORIAL: 146
R. / Dichosos los que esperan en el Señor.

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R.

Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R.

Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
Canto de acción de gracias a Dios por la reconstrucción de Jerusalén y el regreso de los desterrados, y la providencia con que gobierna el universo.
La restauración e Jerusalén es anticipo y símbolo de la redención obrada por Dios en Cristo. El sigue presente  en medio de su pueblo y le ofrece diariamente pruebas de su amor.
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 9,35-10,1.6-8

“Al ver a las gentes, se compadecía de ellas”
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies." Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió con estas instrucciones: "Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El evangelio de hoy presenta un excelente resumen de la actividad misionera de Jesús en la región de Galilea, inicialmente solo y luego con los discípulos, a través del envío misionero a anunciar el Reino de los cielos.

Aquí es importante recuperar tres dimensiones de la actividad de Jesús: Jesús maestro, que enseña y orienta al pueblo empobrecido, que se encuentra desconsolado sufriendo las duras políticas imperiales y los legalismos religiosos. El pueblo sufrido busca respuestas y salidas a su grave situación. Jesús entiende que su misión es dar a conocer el proyecto de vida digna.

La segunda dimensión es la de Jesús sanador – liberador. Las acciones terapéuticas de Jesús están en función de una causa mayor, devolver la dignidad humana a quienes la habían perdido a causa de la enfermedad, o se encontraban endemoniados, es decir, gobernados por el poder egoísta que se opone a la fraternidad, el amor y la solidaridad.

La tercera dimensión es la del envío misionero a anunciar el Reino de los cielos. Se presenta aquí a Jesús como un buen pastor preocupado por las ovejas perdidas. Es importante reconocer la figura de los discípulos misioneros; ellos son seguidores de Jesús, que intentan poner en práctica todos los aprendizajes.

ORACIÓN 

Padre Bueno,  te damos gracias,  pero también intercedemos hoy por tantos hermanos que sufren y luchan por seguir sobreviviendo. Queremos que así como tú también   sentiste compasión de todos aquellos que andaban perdidos, desconsolados y sin esperanza, tu Espíritu mueva también nuestro corazón a sentir compasión y ocuparnos de  servir a muchos que hoy están necesitados. Regálanos tu amor, palabras y gestos bondadosos, ánimo y unción, para ser medicina y bendición para aquellos hermanos sufrientes que están en el camino. Amén.  

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