“EL
AMADO YA ESTA AQUÍ PARA REVELAR SU ROSTRO”
PRIMERA LECTURA
CANTAR DE LOS CANTARES 2,8-14
Llega mi amado, saltando sobre los montes
¡Oíd, que llega mi amado, saltando
sobre los montes, brincando por los collados! Es mi amado como un gamo, es mi
amado un cervatillo. Mirad: se ha parado detrás de la tapia, atisba por las ventanas,
mira por las celosías.
Habla mi amado y me dice:
"¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el
invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, llega
el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos;
apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume. ¡Levántate,
amada mía, hermosa mía, ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la
peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz,
porque es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Jesucristo viene. El calendario parece acelerarse a medida que se
llega esa fecha, entrañable y bella, en que la Iglesia entera se postra llena
de gratitud ante el portal de Belén. La noticia, la buena noticia por
excelencia, es esta y sólo esta: "¡Jesucristo viene!".
La llegada de Jesús, cuyo solo nombre
ya significa salvación, colma nuestra esperanza porque en él está cuanto puede
desear rectamente el alma humana. Él es nuestra libertad, nuestra justicia,
nuestra salud, nuestra paz. ¡Dichosos nosotros que algo conocemos de los
tesoros incalculables del alma de Cristo, y algo hemos saboreado ya de los
bienes que él trae a nuestras almas!
Más hay una dimensión, un aspecto de la
llegada del Señor que no puede quedar en penumbra: Él es el Amado. Necesitamos
salud, justicia, sinceridad, pureza, pero sobre todo, necesitamos amor. Y para
nuestra inmensa necesidad de amor, he aquí que viene el Amado. La saciedad que
se siente ante Jesús no es sólo la alegría de ver que nuestros problemas logran
solución. Él no es solamente el que resuelve nuestros problemas, sino el que
colma con su amor inefable y dulcísimo los abismos más hondos del corazón
humano. Jesús no viene sólo a poner parches a una vida que podría entenderse
sin él: viene a ser nuestra vida en su sentido más pleno y perfecto.
El texto poético del Cantar de los
Cantares nos aproxima a esa experiencia, íntima y transformante, descrita en
términos esponsales. ¡Oh, qué gozo para la niña enamorada, sentir los pasos del
amado! ¡Qué palpitar en su corazón, qué rubor en sus mejillas, qué esplendor de
sonrisa en sus labios! "¡Es él, es él!", le grita el corazón, y ella,
temerosa y gozosa a la vez, apenas asoma a la ventana, para comprobar con
júbilo impetuoso, que lo que anunció el oído ahora pueden disfrutarlo los ojos:
sí, es verdad, es Él; el amado está aquí, el invierno se ha acabado; ahora es
tiempo de cantos y perfumes, de sonrisa y de danza. ¡Feliz, mil veces feliz el
alma que algo semejante sienta aguardando a Jesucristo!
SALMO RESPONSORIAL: 32
R./Aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones. R.
El plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad. R.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R.
OREMOS
CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU
CONTEXTO
Canto de alabaza a Dios por su poder
manifestado en la creación en el gobierno de las naciones, en la ayuda
concedida a su pueblo.
El nuevo pueblo
de Dios es más extenso que el solo Israel
y tiene motivos más amplios aún para cantar su alabanza, con la humilde
confianza de ser objeto del amor de Dios.
LECTURA DEL
EVANGELIO
LUCAS 1,39-45
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Unos días después, María se puso en
camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la
criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en
grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo
llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has
creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En
el relato propio y exclusivo de Lucas, sobre el encuentro de María con Isabel,
podemos
encontrar dos realidades muy particulares de la historia de Israel: Una mujer
anciana
y su esposo, sacerdote ligado al culto del Templo, que encarnan las tradiciones
del Judaísmo, frente a una mujer joven, prometida a un descendiente de David,
que vive en la periferia de Galilea (es la primera vez que en la Biblia
mencionan a Nazaret). La mujer anciana reconoce en la joven, con su saludo
alegre, la acción de Dios. Por la boca de Isabel se cita al Antiguo Testamento
(Dt 28,4; Jud 13,18-19) entablando una relación
con
la Tienda del Encuentro, que contiene la presencia de Dios, y con las mujeres
importantes
en la historia del pueblo de Israel. En María se inaugura el Nuevo Testamento. Ella
es la nueva tienda donde se revela Dios a la humanidad. Isabel y María son un
modelo de Adviento, porque en ellas nos convoca Dios a hacer de la vida un eterno
encuentro fraterno y festivo.
Y pensemos en la pregunta de Isabel
(¿Quién soy para que me visite la madre de mi Señor?), la cual prolonga nuestra
reflexión sobre el gozo ante la llegada de Cristo. Toda la santidad de María es
Jesucristo; todo el bien de María es Jesucristo; toda la gracia de María le
viene de Él, que es también su belleza, su esplendor, su dulzura. María,
evangelizada por el ángel, es ahora evangelizadora. Ha recibido a Jesucristo,
en su corazón y en sus entrañas; ahora nos da a Jesucristo, desde su corazón y
desde sus entrañas purísimas. Así Ella se convierte en el modelo eminente de la
Iglesia misionera, en la que todos tenemos un lugar. Nuestra tarea será la
misma: acoger a Jesucristo para dar a Jesucristo, y con Él y por Él, brindar
esa alegría que está sobre toda alegría y ese amor que está sobre todo amor.
Nuestra invitación es aquí y ahora, pongámonos nosotros también en camino con María e Isabel y vayamos al
encuentro de los otros, para proclamar juntos el día de gracia del Señor.
ORACIÓN
Señor Jesús, a pesar de nuestras dificultades hoy declaramos que
creemos en ti, confiamos plenamente en tu sabia y poderosa voluntad. Sabemos
que todo lo que anhela nuestro corazón llegara en su justo tiempo y momento si
es para el bien de nuestra vida. Que así como María supo esperar y confiar y
como premio recibió el regalo más grande del cielo, has que nuestro corazón
sepa esperar en ti. Hoy nuestra alma te
alaba, Señor y nuestro espíritu, al igual que el de María proclama tu grandeza.
Amén.
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