Domingo 4º de
Adviento
PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 7,10-14
Mirad: la virgen está encinta
En aquellos días, el Señor habló a
Acaz: "Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo
alto del cielo." Respondió Acaz: "No la pido, no quiero tentar al
Señor." Entonces dijo Dios: "Escucha, casa de David: ¿No os basta
cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su
cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y
le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En
el texto de Isaías del día de hoy resuena ese anuncio esperanzador del nacimiento
de alguien que estará permanentemente inserto en medio de su pueblo. Al parecer
estas palabras del profeta al rey Acaz se dieron en un contexto en el que las esperanzas
del mantenimiento de la seguridad del reino de Judá se centraban más en el poder
político y militar, dejando a un lado la confianza en Dios. Isaías ha visto los afanosos intentos del rey
para aliarse con sus vecinos en orden a defenderse de las amenazas del reino
del norte, quienes a su vez se han aliado con otros para defenderse del poderoso
de turno. Para despertar de nuevo la confianza en Dios, el profeta se vale de
un hecho probablemente histórico, el embarazo de alguna de las doncellas del
rey. Así como esa joven dará a luz un primogénito, del mismo modo enviará Dios
un descendiente davídico que asuma los destinos del pueblo, en medio del cual
estará siempre; por eso su nombre “Emmanuel”, Dios con nosotros. Con base en
esta profecía, se fue fomentando la idea de que el Mesías nacería de una
virgen. Toda primeriza en Israel albergaba la esperanza de ser la madre del
Mesías; todo ello debido a la misma terminología empleada tanto en el hebreo como
en el griego y luego en nuestra lengua. Cuando Mateo relata la concepción de
Jesús, se hace eco de esta profecía de Isaías y lo cita textualmente.
SALMO RESPONSORIAL: 23
R./Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.
OREMOS
CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU
CONTEXTO
Después de enunciar las condiciones
morales para que el culto a Dios tenga sentido, se dramatiza la entrada de
Dios, Rey de la gloria, en el templo.
En la liturgia se aplica este salmo a la
entrada de Cristo al santuario celestial, a su glorificación definitiva. De Él
también se puede decir que es el Rey de la gloria. La conducta de los que buscan
al Señor debe corresponder a su
profesión de fe.
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 1,1-7
Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios
Pablo, siervo de Cristo Jesús,
llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este
Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a
su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el
Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte:
Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer
que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos
estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a
quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia
y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La
segunda lectura está tomada de la carta de san Pablo a los romanos, más exactamente se trata del
encabezamiento de la carta. Allí relata Pablo a los cristianos de
Roma
su vocación al apostolado, para lo cual fue elegido por el mismo Dios. Para
Pablo
está
claro que el evangelio que él predica es Jesucristo mismo, su persona, su obra,
su
muerte
y resurrección. Es muy importante para el apóstol subrayar que este Jesús es
descendiente
de David en cuanto a lo humano, pero que Dios le otorgó su Espíritu
constituyéndolo
en Mesías todopoderoso, Señor Único, resucitándolo de entre los muertos. Otra
cosa que recalca Pablo es que su actividad evangelizadora le ha sido otorgada
por puro don, por vocación; de ahí que su preocupación haya sido durante toda
su vida el dar a conocer a la noticia de Jesucristo especialmente a los
gentiles.
LECTURA DEL
EVANGELIO
MATEO 1,18-24
Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David
El nacimiento de Jesucristo fue de
esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir
juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su
esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel
del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte
a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de los pecados." Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que
había dicho el Señor por el Profeta: "Mirad: la Virgen concebirá y dará a
luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa
"Dios-con-nosotros"." Cuando José se despertó, hizo lo que le
había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En el evangelio, Mateo nos narra el origen de Jesucristo. María
estaba desposada con José, pero aún no vivían juntos. Ello indica que estaban
en un período que llamaban desposorio o compromiso matrimonial, período que
podía durar de seis meses a un año, tiempo prudente para el esposo construir o
acondicionar la casa en donde recibiría a su esposa. En el entretiempo la novia
seguía viviendo con sus padres, dependiendo de su papá hasta que pasara
formalmente a depender de su marido. La promesa de matrimonio o desposorio
implicaba completa fidelidad al novio; todo acto de infidelidad era adulterio,
y como tal podía ser castigado conforme a la ley mosaica.
En esas circunstancias, pues, nos narra el evangelio que
María resultó embarazada; pero aclara diciendo “por obra del Espíritu Santo”.
El hecho haría sentir muy mal a José; sin embargo, agrega Mateo, que “era un
hombre justo, y para no exponerla a la infamia, decidió abandonarla en
secreto”. José hubiera podido hacer valer sus derechos, exigir el castigo
previsto por la ley; con todo, sin darse cuenta, va colaborando también él con
los planes divinos.
En estos planes divinos no todo está garantizado, pues en
ellos también están involucradas la libertad y la voluntad humanas. Es una
constatación que podemos hacer en toda la historia de la salvación partiendo
desde el mismo paraíso. Parece que los planes de Dios caminaran sobre el filo
de la navaja (!). Un ejemplo de ello lo tenemos en el relato que hoy nos cuenta
Mateo.
Pero en esos planes hay siempre una cosa muy importante que
se llama diálogo. Precisamente en el diálogo con el ángel que le habla en
sueños a José se nos muestra cómo Dios va incorporando a su proyecto a sus
mismas criaturas. El silencio de aceptación de José es la respuesta que Dios
nos pide también a nosotros. Le ponemos muchas trabas y condiciones a la obra
de Dios. A veces intentamos “corregir” la manera como Dios actúa; ¡no es
necesario! Basta que pongamos nuestra fuerza y voluntad al servicio del plan de
Dios, lo demás Él sabe cómo lo hace.
Aunque en nuestro pasaje se resalta la figura de José en su
duda, en su aceptación de ser padre de Jesús y de ponerle el nombre, la verdad
es que María, que apenas es nombrada, está también allí recordándonos su
actitud de fe y sumisión a los planes de Dios que son vida para el hombre y la
mujer de todos los tiempos.
ORACIÓN
Padre y Dios misericordioso, gracias por tu bendición y
bendiciones. Tú nos amas tanto que nos has dado a tu hijo Jesús como Señor y
salvador, y nos permites tener en Él una presencia viva y transformante de tu
amor y misericordia. Gracias te damos porque Jesucristo es nuestro Dios y Salvador.
Gracias porque en esta nueva Navidad podemos descubrir y acoger a Jesús, como
el don por excelencia de tu generosidad. Padre permítenos por favor vivir
siempre en Él, con Él y para Él y que demos testimonio a los demás de tanto
amor y bendición inmerecida. Amén.
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