“HACER LA VOLUNTAD DE DIOS”
PRIMERA LECTURA
El que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre
Os
escribo, hijos míos, que se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os
escribo, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os escribo,
jóvenes, que ya habéis vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al
Padre. Os repito, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os
repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en
vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay
en el mundo.
Si
alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el
mundo -las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del
dinero-, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa,
con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La construcción del breve pasaje que hemos escuchado en la primera
lectura de hoy no deja de tener su interés. El apóstol escribe pero no lanzando
al vacío sus palabras. Tiene en mente a sus destinatarios; probablemente
desfilan rostros concretos ante sus ojos mientras se esfuerza en dar el sentido
propio a su mensaje. La redacción de cada "dedicatoria" es semejante:
"Les escribo a ustedes... porque... " Y la razón es siempre una obra
que Dios ha hecho. Meditemos un instante en esto. ¿Qué significa algo como:
"te escribo porque conoces al que es desde el principio"? ¿Es un modo
de recordar las bases, para seguir levantando el edificio espiritual? ¿Es una
advertencia velada de lo que puede estar en peligro? ¿Es un modo discreto de
indicar que existe un lenguaje común? ¿El apóstol está diciendo que escribe a
cada uno de esos grupos de la comunidad para atraer la atención de todos, para
recordar la obra que ha visto que Dios hizo en cada uno de esos grupos, o para
sugerir las diversas relaciones que han de permanecer en el seno de la
comunidad cristiana?
Probablemente nunca tengamos
respuesta plena a estos interrogantes, pero es bueno plantearlos para percibir
la hondura de la Palabra. Algo interesante es que, aunque el apóstol mencione
con nombres y características más o menos propias a estos destinatarios, en
realidad no tiene palabras distintas para unos u otros. Los destinatarios son
distintos pero el mensaje es el mismo. Quizá sea esta la clave: aunque cada uno
necesita una razón particular para escuchar, no necesita escuchar un mensaje
distinto, sino aquel que hace bien a todos, pues así es el Evangelio: único y
sin embargo distinto en cada oído y cada corazón. O como la lluvia, que siendo
única produce tan distintos frutos.
SALMO 95
R./ Alégrese el cielo, goce la tierra.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.
Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda. R.
Decid a los pueblos: "El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente." R.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 2,36-40
Hablaba del niño a
todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén
En
aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.
Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego
viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba
gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Jerusalén.
Y
cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En
el Templo de Jerusalén, exactamente en el atrio de las mujeres, está Ana, una
mujer
con
una triple exclusión: es mujer, es viuda y es anciana; y, al igual que Simeón,
otro
anciano
del que hablan los versículos precedentes, perseveró muchos años esperando al
Salvador.
Ana sabe leer los signos de los tiempos y descubre la mano de Dios en la
historia y en la cotidianidad de los que visitan el templo. Ana abre sus ojos
cansados y viejos y descubre en Jesús al Mesías esperado, al que muchos
excluidos como ella esperan para que surja un nuevo orden. Dios, hecho carne en
Jesús, llena las expectativas de un pueblo cansado de opresiones políticas y
religiosas. El texto termina con el retorno de la familia a Nazaret, donde en
un hogar sencillo, pobre y callado, Jesús va a crecer y a fortalecerse en sabiduría,
y donde sentirá la presencia del favor de Dios que lo acompaña. ¿Somos como Ana,
profetas propagadores de esperanza en la liberación de Dios? ¿A dónde
tendríamos que volver para comenzar a crecer en el amor de Dios? ¿Qué hacer
para ayudarle al mundo a crecer en sabiduría, justicia y amor?
ORACIÓN
Bendito Dios te damos gracias, te alabamos y te bendecimos, te
reconocemos como niños que saben poco de las cosas de tu Reino, pero que quiere
seguir creciendo en el conocimiento, fe y sabiduría que vienen de ti. Señor
Jesús por favor derrama sobre mi vida tu santo
y poderoso Espíritu y sobre todos aquellos que anhelan y esperan tu
presencia. Te pido por todos aquellos que urgentemente finalizando año
necesitan encontrar la perla más preciosa, que eres tú, mi Buen Señor Jesús.
Amén.
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