lunes, 1 de agosto de 2011

Miércoles 3 de julio de 2011

“LA FE: CONDICIÓN PARA ENTRAR A LA TIERRA PROMETIDA”

PRIMERA LECTURA
NÚMEROS 13, 2-3ª .26; 14,1.26-30.34-35



“DESPRECIARON UNA TIERRA ENVIDIABLE”


En aquellos días, el Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán: "Envía gente a explorar el 1país de Canaán, que yo voy a entregar a los israelitas: envía uno de cada tribu, y que todos sean jefes." Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país; y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad israelita, en el desierto de Farán, en Cadés. Presentaron su informe a toda la comunidad y les enseñaron los frutos del país. Y les contaron: "Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; es una tierra que mana leche y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades fortificadas (hemos visto allí hijos de Anac). Amalec vive en la región del desierto, los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña, los cananeos junto al mar y junto al Jordán."
Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés y dijo: "Tenemos que subir y apoderarnos de esa tierra, porque podemos con ella." Pero los que habían subido con él replicaron: “No podemos atacar al pueblo, porque es más fuerte que nosotros." Y desacreditaban la tierra que habían explorado delante de los israelitas: "La tierra que hemos cruzado y explorado es una tierra que devora a sus habitantes; el pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí gigantes, hijos de Anac: parecíamos saltamontes a su lado, y así nos veían ellos." Entonces toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche. El Señor dijo a Moisés y Aarón: "¿Hasta cuándo seguirá esta comunidad malvada protestando contra mí? He oído a los israelitas protestar de mí. Pues diles: "Por mi vida -oráculo del Señor-, que os haré lo que me habéis dicho en la cara; en este desierto caerán vuestros cadáveres, y de todo vuestro censo, contando de veinte años para arriba, los que protestasteis contra mí no entraréis en la tierra donde juré que os establecería. Sólo exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné. Contando los días que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año por cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme. Yo, el Señor, juro que trataré así a esta comunidad perversa que se ha amotinado contra mí: en este desierto se consumirán y en él morirán."
REFLEXIÓN
El episodio que relata la primera lectura tiene importancia en la historia de Israel, porque viene a explicar porque entraron a Canaán sólo después de cuarenta años, el tiempo de una generación, cuando la marcha desde Egipto hasta Palestina podía haberse hecho en unos meses. El informe de los exploradores presenta dos caras: primero, las condiciones de la tierra son muy buenas (muy fértil) y, segundo, los pobladores de aquella tierra no están dispuestos a cederla a otros ( se presentan como gigantes). A las puertas mismas de la tierra prometida, cuando ya poco falta para alcanzar lo esperado por tanto tiempo, algunos israelitas reaccionan con pesimismo, con duda, se desaniman y desaniman a los demás, y presentan esa tierra como un imposible. Les falta confianza en Dios y prefieren no acometer todavía a la “conquista” de Canaán, a pesar de que hay un grupo el de Caleb, que si estaría dispuesto. El “castigo” (así lo ve Israel) son los cuarenta años de peregrinación por el desierto. Ellos se lo han buscado con su pereza, su indecisión, su falta de iniciativa y valentía. Finalmente “la generación del desierto” no entrara en la tierra prometida. (Excepto Josué y Caleb)


En el fondo vemos la ambivalencia del corazón, que quiere creer, que quiere esperar y quiere amar, pero las tres cosas le cuestan extraordinariamente, el término de nuestra fe, esperanza y amor, es algo que nos rebasa, algo que sólo podemos conquistar si Dios lo conquista para nosotros primero. Es una batalla en la que hay que rendirse para vencer: rendirse a Dios confiando en él y vencer con él, confiando en que todo lo puede.
La tierra prometida era eso: tierra. Nosotros tenemos promesas mejores que el pueblo del Antiguo Testamento. Tenemos un cielo prometido. Y cuando llegue la hora de cerrar los ojos a esta tierra y entrar en ese cielo, necesitaremos toda nuestra fe, toda nuestra esperanza y todo nuestro amor. Tendremos que rendirnos de corazón ante el Señor, confiar el Él y seguir trabajando con ilusión, seguros de que la gracia Dios sigue actuando y realiza maravillas en nosotros.
SALMO RESPONSORIAL: 105
R: Acuérdate Señor, por amor a tu pueblo.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 15, 21-28


“MUJER QUE GRANDE ES TU FE”


Jesús se dirigió de allí a la región de Tiro y Sidón. Y una mujer cananea, de aquella región, se le acercó, gritando:
--¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho!
Jesús no le contestó nada. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le rogaron:
--Dile a esa mujer que se vaya, porque viene gritando detrás de nosotros.
Jesús dijo:
--Dios me ha enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él, diciendo:
--¡Señor, ayúdame!
Jesús le contestó:
--No está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.
Ella le dijo:
--Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
Entonces le dijo Jesús:
--¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres.
Y desde ese mismo momento su hija quedó sana.

REFLEXIÓN:
Jesús encuentra en la mujer extranjera la fe que les faltaba a sus discípulos en la barca. Jesús no le pone la cosa fácil a la buena mujer. Primero hace como si no la hubiese oído. Luego le pone dificultades que parecen duras: lo de Israel y los paganos, o lo de los hijos y los perritos. Pero ella no parece interpretar tan negativas estas palabras y reacciona con humildad e insistencia. Aquella mujer pagana es un modelo de fe, su oración por su hija enferma, es sencilla y honda: “Ten compasión de mi”. No se da por vencida ante la respuesta de Jesús y va respondiendo a las “dificultades” que la ponen a prueba.

La audacia de la mujer consiste también no sólo en acercarse a un maestro judío o en superar el obstáculo que representa el grupo de seguidores, sino sobre todo en romper la creencia que considera que fuera de Israel no hay salvación. Y, en mayor medida, su audacia consiste en romper la lógica de la comunidad judía, que, al darles prioridad a ‘las ovejas perdidas de Israel’, ignora las urgencias de los creyentes gentiles. La mujer sobrepasa todos estos obstáculos porque está en juego la vida misma de su hija. Supera los prejuicios por los que Israel excluye a los paganos y, a la vez, supera las diferencias por las que los paganos se distancian de Israel. Se salta, por medio de gritos e insistencia, el obstáculo que representan los discípulos. Quiebra la lógica de la comunidad judía, que fija unas prioridades, sin atender a las urgencias del lugar donde se encuentran realizando la misión. Pero sobre todo, quiebra la lógica de la exclusión para señalar que nadie está por fuera de la salvación.

ORACIÓN
Señor cuantas veces estamos a punto de entrar a la tierra prometida, de beber de tierras donde brota leche y miel, pero ante las dificultades, ante cualquier obstáculo nos desanimamos, desconfiamos, y queremos volver atrás. Señor ayúdanos a fijar nuestros ojos siempre en ti, fortalece nuestra fe, que seamos como la mujer extranjera del evangelio, insistentes, humildes, persistentes en nuestra oración, llénanos de tu gracia Señor para cumplir con la misión que nos has encomendado de construir tu Reino. Amén

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