lunes, 1 de agosto de 2011

Miércoles 24 de agosto de 2011

UN VERDADERO ISRAELITA EN QUIEN NO HAY ENGAÑO”


PRIMERA LECTURA
APOCALIPSIS 21,9-14


“BRILLABA COMO UNA PIEDRA PRECIOSA”



Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas calamidades, y me dijo: "Ven, que te voy a enseñar a la novia, la esposa del Cordero." Y en la visión que me hizo ver el Espíritu, el ángel me llevó a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. La ciudad brillaba con el resplandor de Dios; su brillo era como el de una piedra preciosa, como un diamante, transparente como el cristal. Alrededor de la ciudad había una muralla grande y alta, que tenía doce puertas, y en cada puerta había un ángel; en las puertas estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. Tres puertas daban al este, tres al norte, tres al sur y tres al oeste. La muralla de la ciudad tenía doce piedras por base, en las que estaban escritos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.

REFLEXIÓN
En esa visión del Apocalipsis, los nombres de las tribus de Israel y los nombres de los Apóstoles del Cordero, rodean a la muralla. Cada una de las puertas de esa espléndida ciudad lleva los nombres de las tribus de Israel, y los basamentos de la misma muralla llevan los nombres del Cordero.

Doce hijos de Israel, doce Apóstoles. Las doce tribus, expresión de la totalidad de Israel; los doce Apóstoles, imagen de la totalidad de este pueblo nuevo que se congrega por la predicación del Nuevo Testamento. Y luego en el evangelio, en otro tono y de otra manera, la misma idea.

Este es un israelita de verdad que se convierte en un apóstol de verdad, de manera que las lecturas de hoy nos invitan a hacer alguna reflexión sobre las tribus de Israel y los Apóstoles del Cordero.

Todo Israel nace de esas doce tribus y toda a Iglesia nace de esos doce Apóstoles. Esos doce hijos de Jacob son la expresión de su historia, la expresión de su amor, la expresión de su fuerza, la permanencia de su vida, pero resulta que todos apelativos, hechas las debida proporciones, las podemos aplicar a los Apóstoles con respecto a Nuestro Señor Jesucristo.

Así como cada uno de los hijos de Jacob fue engendrado en circunstancias concretas, y digamos que por eso, por casa, hay diferencia entre los hijos de Lía y los hijos de Raquel, así también cada uno de estos Apóstoles fue engendrado para Dios en circunstancias concretas.

Cada uno nace de un acto particular de ese amor misericordioso de Cristo. Parece que resonara en el trasfondo de nuestro corazón, aquella frase del evangelio de Juan: "Estos no han nacido del amor de la carne, no de deseo de varón, estos han nacido de Dios" San Juan 1,12.

Es un amor el que trae a los seres humanos a esta vida, ese amor, que por designio de Dios, está en la carne humana y que lleva al hombre hacia la mujer.

Pues estos Apóstoles también han nacido de un amor, pero esta vez no es el deseo carnal, sino es Dios mismo el que sale a buscar a su esposa, el que construye de alguna manera ese pueblo, el que trae a la vida a su propia novia, la que luego es contemplada en el Apocalipsis, "la novia del Cordero" Apocalipsis 21,2.

Y es un amor también el que lleva a este Novio, a este Dios Santo, que con el corazón de Jesucristo, sale a conquistar el amor de su esposa, y ese amor santo, piadoso, misericordioso, celestial, es el que da vida a cada una de estas vocaciones; es el que hace posible cada uno de estos Apóstoles.

Las doce tribus en el Antiguo Testamento son la expresión y al mismo tiempo el instrumento, la mediación de la fecundidad de Jacob, que llega así a convertirse, según se le había dicho a Abraham, "en una nación numerosa, incontable, como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas" Génesis 22,17.

Así también, los Apóstoles son al mismo tiempo expresión del amor misericordioso de Cristo y también instrumento o mediación de ese amor, y a través de ellos se cumple verdaderamente lo que Israel, según la carne, no había podido alcanzar, porque ciertamente, aunque fuera numerosos el pueblo de Israel, no cumplió plenamente esa fecundidad que viene gracias a la fe y no gracias a los deseos de la carne y la sangre.

Esto quiere decir que todo lo que podemos saber de Jacob mirando su numerosa familia, todo eso podemos saber nosotros de Jesucristo mirando su numerosa y nueva familia nacida de su amor.

En cada uno de los Apóstoles del Cordero, hoy por ejemplo, en este Israelita de verdad, en cada uno de ellos podemos encontrar la fuerza del mensaje y la fuerza del amor que Cristo trae a esta tierra.

Afirmémonos en estos cimientos, en estos basamentos; afirmémonos en ellos, los nacidos del amor nuevo que Cristo, nuevo Adán, nuevo Jacob trae a esta tierra. En ellos encuentra firmeza la muralla de la Iglesia, en ellos encuentra su altura y su hermosura.

Afirmémonos en la predicación de los Apóstoles y agradezcamos a Cristo ese nuevo amor que hizo posible la predicación de los Apóstoles, y por ellos, nuestra fe.

SALMO RESPONSORIAL: 144
R./Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado.

LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 1,45-51

“VEN Y VERÁS”


Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo:

--Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en los libros de la ley, y de quien también escribieron los profetas. Es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret.

Dijo Natanael:

--¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?

Felipe le contestó:

--Ven y compruébalo.

Cuando Jesús vio acercarse a Natanael, dijo:

--Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

Natanael le preguntó:

--¿Cómo es que me conoces?

Jesús le respondió:

--Te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera.

Natanael le dijo:

--Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!

Jesús le contestó:

--¿Me crees solamente porque te he dicho que te vi debajo de la higuera? Pues vas a ver cosas más grandes que estas.

También dijo Jesús:

--Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.


REFLEXIÓN
Natanael es un hombre bueno, creyente, sincero, pero refleja en su actitud todos los prejuicios de su época. Como tantos de sus coetáneos considera que nada bueno puede venir de la periferia, ¡Nazaret! Y esto es así porque este Natanael es un personaje representativo de las personas pragmáticas, que consideran ingenuamente que todo lo bueno tiene que provenir de los centros del poder, de la riqueza y del prestigio. Pero lo cierto es que en toda la historia de la humanidad los cambios han venido desde abajo y desde la periferia. Él no espera a un humilde profeta campesino, como podía parecer Jesús a sus contemporáneos, sino un héroe rodeado de todas las garantías políticas, económicas y académicas que garantizara el éxito de su gestión. Jesús hace tambalear todas esas pretensiones de Natanael al descubrirle que, si bien su intención es sincera, su mirada está orientada hacia el lugar equivocado. La famosa ‘higuera’ representa a todos los personajes que con fe sincera se entregan al señor, pero cuyo pesimismo les impide ver la esperanza de Dios que germina en la periferia y en la pobreza.


ORACIÓN

Señor, quiero ser tu testigo, llévame donde Tú quieras y dame la fuerza, el amor y la fe para no callar tu nombre. Que todo mi ser hable de Tí, para que el mundo crea y muchos puedan llegar a un encuentro personal contigo. Amén.

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