“DIOS OBRA EN MEDIO DE LA SERENIDAD”
Las lecturas de hoy nos dejan ver que la presencia de Dios es distinta de cómo uno podría imaginarla. A veces uno piensa que Dios, como es fuerte, sólo se dejará ver en las acontecimientos grandes e impresionantes; pensamos que Dios, como es bueno, no nos dejará pasar por momentos de inseguridad. Y sin embargo, Dios, siendo fuerte y siendo bueno, se hace presente en nuestras vidas de modos que no comprendemos.
PRIMERA LECTURA
1a. REYES 19,9ª. 11-13a
1a. REYES 19,9ª. 11-13a
“EL SEÑOR PASA ANTE ELÍAS EN LA BRISA”
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: "Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!" Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
REFLEXIÓN
Entre los primeros profetas de Israel surgen dos figuras que brillan con luz propia: Samuel y Elías. La tradición bíblica les concedió un lugar destacado no sólo por el momento crítico en el que actuaron, sino, sobre todo, por la radicalidad con la que asumieron la causa del Señor. En la época de Elias, había gran confusión y la fidelidad a Yavé y a sus leyes estaba en entredicho porque el rey había introducido cultos a dioses extranjeros. Los nuevos dioses legitimaban la violencia, la intolerancia y la expropiación como medios para garantizar el poder. Elías levanta su voz en contra de estos atropellos y ve en la sequía que azota al país las consecuencias del castigo divino. Elías, entonces, en medio de persecuciones y amenazas comienza una campaña de purificación de la religión israelita. Sin embargo, sus iniciativas producen el efecto contrario y se agudiza la opresión, la violencia y la persecución.
Entre los primeros profetas de Israel surgen dos figuras que brillan con luz propia: Samuel y Elías. La tradición bíblica les concedió un lugar destacado no sólo por el momento crítico en el que actuaron, sino, sobre todo, por la radicalidad con la que asumieron la causa del Señor. En la época de Elias, había gran confusión y la fidelidad a Yavé y a sus leyes estaba en entredicho porque el rey había introducido cultos a dioses extranjeros. Los nuevos dioses legitimaban la violencia, la intolerancia y la expropiación como medios para garantizar el poder. Elías levanta su voz en contra de estos atropellos y ve en la sequía que azota al país las consecuencias del castigo divino. Elías, entonces, en medio de persecuciones y amenazas comienza una campaña de purificación de la religión israelita. Sin embargo, sus iniciativas producen el efecto contrario y se agudiza la opresión, la violencia y la persecución.
Elías ha gastado su vida al servicio del Dios y del pueblo, pero atraviesa un momento de sequedad y de desierto. (1Reyes 19,9-13). No le encuentra sentido a la vida y a su trabajo y piensa que lo mejor es huir y morir. Cansado y desanimado, el Señor se le manifiesta a través de un ángel y le pide que suba al monte Horeb, para encontrarse con él. Elías se dirige al Horeb, va de camino, pero al llegar al monte se encierra en una cueva y se sumerge en sí mismo, en "la noche" en su crisis. Pero recibe nuevamente la palabra del Señor: “Sal de tu cueva, quédate en el monte para ver al Señor, porque el Señor va a pasar”, ¡Sal de la oscuridad¡ … y espera el paso del Señor.
Elías escondido en las grietas de monte santo, auanque cobijado y guarnecido por el poder del abrazo de Dios, un abrazo que el mismo Elias no lo perciba, allí Dios quiere manifestarse a él. Y lo hace, como señal de una alianza que no muere y como prueba de la inquebrantable fidelidad del mismo Dios. Pero no es en el fuego que lo consume todo, ni en el terremoto que lo destruye todo, ni en el huracán donde esta Dios, Dios se hace presente en cambio en una brisa suave o como dice el texto hebreo “en la palabra sutil del silencio” .. En aquella brisa que refresca, que serena, que acaricia, es una señal del amor y de la palabra del Amigo.
Elías aprendió a sentir y a ver a Dios en el silencio y, a oírlo, se cubrió el rostro, salió a la luz, escucho la Palabra nueva de Dios y se llenó de fuego, para realizar su misión profética. Como él, aprendamos a descubrir a Dios, no en la grandeza de signos exteriores, que nos abruman, sino en el silencio fecundo del corazón: allí esta Dios, allí nos espera y nos habla, allí nos devuelve con fuerza a la misión recibida.
SALMO RESPONSORIAL: 84
R: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 9,1-5
ROMANOS 9,1-5
“SIENTO PENA Y DOLOR POR MIS HERMANOS”
Como creyente que soy en Cristo, estoy diciendo la verdad, no miento. Además, mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que esto es verdad: tengo una gran tristeza y en mi corazón hay un dolor continuo, pues hasta quisiera estar yo mismo bajo maldición, separado de Cristo, si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi propia raza. Son descendientes de Israel, y Dios los adoptó como hijos. Dios estuvo entre ellos con su presencia gloriosa y les dio las alianzas, la ley de Moisés, el culto y las promesas. Son descendientes de nuestros antepasados; y de su raza, en cuanto a lo humano, vino el Mesías, el cual es Dios sobre todas las cosas, alabado por siempre. Amén.
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 14, 22-33
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 14, 22-33
“MÁNDAME IR A TI ANDANDO SOBRE EL AGUA”
Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo, mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento
en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo:
--¡Es un fantasma!
Pero Jesús les habló, diciéndoles:
--¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!
Entonces Pedro le respondió:
--Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua.
--Ven --dijo Jesús.
Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, gritó:
--¡Sálvame, Señor!
Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo:
--¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?
En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús, y le dijeron:
--¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!
REFLEXIÓN:
El evangelio nos muestra otra tentación en la que pueden caer los seguidores de Jesús cuando no están seguros de los fundamentos de su propia fe. La escena de la «tormenta calmada» nos evoca la imagen de una comunidad cristiana, representada por la barca, que se adentra en medio de la noche en un mar tormentoso. La barca no está en peligro de hundirse, pero los tripulantes, llevados más por el miedo que por la pericia, se abandonan a los sentimientos de pánico. Tal estado de ánimo los lleva a ver a Jesús que se acerca en medio de la tormenta, como un fantasma salido de la imaginación. Es tan grande el desconcierto que no atinan a reconocer en él al maestro que los ha orientado en el camino a Jerusalén. La voz de Jesús calma los temores, pero Pedro llevado por la temeridad se lanza a desafiar los elementos adversos. Pedro duda y se hunde, porque no cree que Jesús se pueda imponer a los «vientos contrarios», a las fuerzas adversas que se oponen a la misión..
Este episodio del evangelio nos muestra cómo nosotros y como la comunidad puede perder el horizonte cuando permite que sea el temor a los elementos adversos el que los motiva a tomar una decisión y no la fe en Jesús. La temeridad nos puede llevar a desafiar los elementos adversos, pero solamente la fe serena en el Señor nos da las fuerzas para no hundirnos en nuestros temores e inseguridades. Al igual que Elías, la comunidad descubre el auténtico rostro de Jesús en medio de la calma, cuando el impetuoso viento contrario cede y se aparece una brisa suave que empuja las velas hacia la otra orilla.
--¡Es un fantasma!
Pero Jesús les habló, diciéndoles:
--¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!
Entonces Pedro le respondió:
--Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua.
--Ven --dijo Jesús.
Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y como comenzaba a hundirse, gritó:
--¡Sálvame, Señor!
Al momento, Jesús lo tomó de la mano y le dijo:
--¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?
En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús, y le dijeron:
--¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!
REFLEXIÓN:
El evangelio nos muestra otra tentación en la que pueden caer los seguidores de Jesús cuando no están seguros de los fundamentos de su propia fe. La escena de la «tormenta calmada» nos evoca la imagen de una comunidad cristiana, representada por la barca, que se adentra en medio de la noche en un mar tormentoso. La barca no está en peligro de hundirse, pero los tripulantes, llevados más por el miedo que por la pericia, se abandonan a los sentimientos de pánico. Tal estado de ánimo los lleva a ver a Jesús que se acerca en medio de la tormenta, como un fantasma salido de la imaginación. Es tan grande el desconcierto que no atinan a reconocer en él al maestro que los ha orientado en el camino a Jerusalén. La voz de Jesús calma los temores, pero Pedro llevado por la temeridad se lanza a desafiar los elementos adversos. Pedro duda y se hunde, porque no cree que Jesús se pueda imponer a los «vientos contrarios», a las fuerzas adversas que se oponen a la misión..
Este episodio del evangelio nos muestra cómo nosotros y como la comunidad puede perder el horizonte cuando permite que sea el temor a los elementos adversos el que los motiva a tomar una decisión y no la fe en Jesús. La temeridad nos puede llevar a desafiar los elementos adversos, pero solamente la fe serena en el Señor nos da las fuerzas para no hundirnos en nuestros temores e inseguridades. Al igual que Elías, la comunidad descubre el auténtico rostro de Jesús en medio de la calma, cuando el impetuoso viento contrario cede y se aparece una brisa suave que empuja las velas hacia la otra orilla.
Nuestras comunidades están expuestas a la permanente acción de vientos contrarios que amenazan con destruirlas; sin embargo, el peligro mayor no está fuera, sino dentro de la comunidad. Las decisiones tomadas por miedo o pánico ante las fuerzas adversas nos pueden llevar a ver amenazadores fantasmas en los que deberíamos reconocer la presencia victoriosa del resucitado. Únicamente la serenidad de una fe puesta completamente en el Señor resucitado nos permite colocar nuestro pie desnudo sobre el mar impetuoso. El evangelio nos invita a enfrentar todas aquellas realidades que amenazan la barca animados por una fe segura y exigente que nos empuja como suave brisa hacia la orilla del Reino.
PARA REFLEXIONAR'
¿Cómo enfrentamos nosotros los problemas?
ORACIÓN
Señor Jesús, reconocemos tu presencia y tu poder, tu grandeza y tu amor. Tú eres el Hijo de
Dios y estás siempre con nosotros. Ayúdanos a superar toda dificultad y a salir vencedores de ella, porque Tú estás con nosotros y nos amas. Amén.
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