domingo, 1 de mayo de 2011

Domingo 1 de mayo de 2011

“¿VER PARA CREER?”


La Palabra de este segundo Domingo de Pascua nos sitúa en el ejercicio mismo de la vida pascual y se vuelve para nosotros una invitación a vivir la vida nueva en Cristo.
Si la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en nuestra vida, o en la vida del discípulo, si la Resurrección no tuviera como fin la re-creación del ser humano y por tanto la re-creación de un nuevo sentido de vida, entonces la Resurrección de Jesús no habría pasado de ser un asunto particular entre el Padre y su Hijo. Pero, como la resurrección de Jesús es la base y fundamento de una comunidad y el horizonte hacia el cual tiende toda la creación, por eso tanto el evangelio de hoy como la primera lectura de Hechos, tratan de iluminarnos sobre cuál es ese horizonte y cuáles, por tanto, son los efectos inmediatos, reales y concretos de la maravillosa experiencia de la Resurrección.

PRIMERA LECTURA
HECHOS 2,42-47


“LA PRIMERA COMUNIDAD CRISTIANA”


Y eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la oración.
La vida de los primeros cristianos
Todos estaban asombrados a causa de los muchos milagros y señales que Dios hacía por medio de los apóstoles. Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y eran estimados por todos; y cada día el Señor hacía crecer la comunidad con el número de los que él iba llamando a la salvación.

REFLEXIÓN

El proceso de construcción de una comunidad igualitaria y justa, al estilo del Maestro, implica fallas, tropiezos y caídas, un camino que no es fácil, pero en todo caso no es imposible, máxime si hay plena conciencia de que ése es el proyecto de Dios y que por ese proyecto Jesús derramó su sangre y entregó su vida. Pero, también por ese proyecto, el Padre lo resucitó, para que quienes confesáramos ser seguidores suyos viéramos si nos comprometemos o no con ese “su” proyecto que él quiere compartir con nosotros y que ciertamente él respalda y acompaña en todo momento. Ese fue y es el principal sentido de la Resurrección, aquello que los discípulos no entienden de manera inmediata pero que van entendiendo y madurando una vez tienen el encuentro con Jesús Resucitado y reciben el soplo del Espíritu Santo. Y es la comunidad que nos muestra este texto de Hechos de los Apóstoles, una comunidad que da testimonio de alegría, de una vida fraterna, expresada en la solidaridad, en el compartir, en la oración, en la alabanza, en el partir y compartir el pan, una comunidad que vive un gozo permanente por conquistar a otros para el Señor, y a la cual el Señor nos llama hoy.

SALMO RESPONSORIAL: 117
R: Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

SEGUNDA LECTURA
1 PEDRO 1,3-9


“NOS HA HECHO NACER DE NUEVO PARA UNA ESPERANZA VIVA”


Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo por la resurrección de Jesucristo. Esto nos da una esperanza viva, y hará que ustedes reciban la herencia que Dios les tiene guardada en el cielo, la cual no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse. Por la fe que ustedes tienen en Dios, él los protege con su poder para que alcancen la salvación que tiene preparada, la cual dará a conocer en los tiempos últimos.
Por esta razón están ustedes llenos de alegría, aun cuando sea necesario que durante un poco de tiempo pasen por muchas pruebas. Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale mucho más que el oro, el cual se puede destruir. De manera que la fe de ustedes, al ser así probada, merecerá aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo aparezca.
Ustedes aman a Jesucristo, aunque no lo han visto; y ahora, creyendo en él sin haberlo visto, se alegran con una alegría tan grande y gloriosa que no pueden expresarla con palabras, porque están alcanzando la meta de su fe, que es la salvación.

REFLEXIÓN
Después de vivir la experiencia del Resucitado, hemos de recibir el Espíritu de Dios, el don del Espíritu que se recibe comunitariamente, es el aliento mismo de Jesús Resucitado, aliento que nos trasforma, que nos hace hombres nuevos y nos permite vivir como nueva creación, “para vivir una esperanza viva, para recibir una herencia incorruptible y pura que nos está reservada en el cielo”, como dice hoy este texto de la carta de Pedro.

LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 20,19-31

“LA INCREDULIDAD DE TOMÁS”


Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
--¡Paz a ustedes!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:
--¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.
Y sopló sobre ellos, y les dijo:
--Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Tomás ve al Señor resucitado
Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después los otros discípulos le dijeron:
--Hemos visto al Señor.
Pero Tomás les contestó:
--Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer.
Ocho días después, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo:
--¡Paz a ustedes!
Luego dijo a Tomás:
--Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!
Tomás entonces exclamó:
--¡Mi Señor y mi Dios!
Jesús le dijo:
--¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!

El porqué de este libro
Jesús hizo muchas otras señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él.

REFLEXIÓN:
Nos dice el evangelio que los discípulos estaban reunidos en asamblea, pero tienen la puertas cerradas por miedo a los judíos. Hay miedo, hay encerramiento, hay inseguridad; justamente el evangelio de hoy nos da la pista para entender, que el descubrimiento de los efectos y alcances de la resurrección de Jesús no se comprenden rápidamente, de un momento a otro.

Y vemos como, una vez que los dos discípulos han comprobado que Jesús “no está” en la tumba y una vez que María Magdalena les anuncia que Jesús está vivo y que ha hablado con él (cf. Jn 20, 1-18), los discípulos siguen encerrados. Dos veces en el pasaje de hoy escuchamos estas dos expresiones, “los discípulos estaban con las puertas bien cerradas” (v.19) y “ocho días después los discípulos continuaban reunidos en su casa” (v.26), lo cual es signo de que esto es un proceso de maduración de la fe. No nos dice el evangelista que los discípulos “no creyeran” en el Resucitado; con excepción de Tomás, todos lo habían visto y creían en él; pero una cosa es creer y otra abrirse a las implicaciones que tiene la fe, y ese es el proceso que le toma a la comunidad de discípulos un buen tiempo, tiempo por demás en el que Jesús, con toda paciencia y comprensión, está ahí cercano, acompañando, animando y ayudando a madurar la fe de cada discípulo.

Jesús, entonces, llega a la comunidad y les dice “paz a vosotros”, con su palabra devuelve la seguridad, la confianza. Y la paz de Jesús es plenitud de vida, serenidad, amor. El primer regalo de la vida pascual es siempre la paz. Una paz que destierra miedos, que abre al diálogo y al testimonio, porque proviene de una fuerza renovadora, de una fuerza que nos transforma.
Tal vez a nosotros también, en este tiempo, nos hace falta madurar aún mucho más en la fe; tal vez nuestros conceptos tradicionales aprendidos sobre Jesús y su evangelio no nos permiten ver con claridad cuál es el horizonte de esa fe cristiana, y que, por tanto, no impacta a nadie. Valdría la pena hacer el ejercicio de desaprender; vaciar completamente nuestro ser, nuestro corazón, hacer lo de Tomás, viendo el caso de Tomás desde la óptica más positiva, claro está; es decir, si no lo juzgamos de entrada como “el incrédulo”, sino como el que quiere creer y poner en práctica su fe, pero que desde su vacío interior necesita ser llenado por la presencia de su Señor. Éste es el camino que estamos llamados nosotros hoy a recorrer. A decir como dijo Tomás, como discípulos, “Señor mío y Dios mío”, en una fe personal pero también comunitaria, porque Él es Señor de todos y para todos.

PARA REFLEXIONAR:

1. ¿Entiendo mi llamado a vivir una vida comunitaria, con el sentido que Jesús quiere?
2. ¿Es posible creer sin ver?

ORACIÓN
Señor Jesús, con tu Resurrección, nos regalas de tu presencia y de tu Palabra viva que transforma, hoy reconocemos tu amor, te adoramos como el único Señor y queremos rendirnos ante ti, para servirte con nuestro testimonio, con nuestra vida con nuestras acciones. Señor que podamos creer sin ver, y confiar siempre en tu Palabra y en tus promesas. Amén.

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