“LA PALABRA QUE PROCLAMAMOS CON VALENTÍA NO ES NUESTRA”
PRIMERA LECTURA
HECHOS 14, 5-17
“Les predicamos para que dejen los dioses y se conviertan”
En aquellos días, se produjeron en Iconio
conatos de parte de los gentiles y de los judíos, a sabiendas de las
autoridades, para maltratar y apedrear a Pablo y a Bernabé; ellos se dieron
cuenta de la situación y se escaparon a Licaonia, a las ciudades de Listra y
Derbe y alrededores, donde predicaron el Evangelio.
Había en Listra un hombre lisiado y cojo de
nacimiento, que nunca había podido andar. Escuchaba las palabras de Pablo, y
Pablo, viendo que tenía una fe capaz de curarlo, le gritó, mirándolo: "Levántate,
ponte derecho." El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo
había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia: "Dioses en figura
de hombres han bajado a visitarnos." A Bernabé lo llamaban Zeus y a Pablo,
Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que
estaba a la entrada de la ciudad, trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con
la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al darse cuenta los apóstoles Bernabé y Pablo,
se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando:
"Hombres, ¿qué hacéis? Nosotros somos mortales igual que vosotros; os
predicamos el Evangelio, para que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al
Dios vivo que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen. En el
pasado, dejó que cada pueblo siguiera su camino; aunque siempre se dio a
conocer por sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas
a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia." Con estas palabras
disuadieron al gentío, aunque a duras penas, de que les ofrecieran sacrificio.
REFLEXIÓN
Es bien interesante
en la primera lectura de hoy las respuestas extremas que recibe este par de
predicadores audaces, Pablo y Bernabé. En Iconio los quieren apedrear como si
fueran lo peor del universo; en Listra los quieren adorar como si estuvieran
por encima del mundo entero y ya se les pudiera llamar “dioses”.
Aprendamos de este
hecho cuán variables son las opiniones que encontraremos si queremos seguir el
camino del Señor. No faltará el que nos mire como basura, aunque es también
probable que aparezca alguno que nos trate como si fuéramos grandes santos y
magníficos testimonios de Dios. ¡Qué poco se puede confiar en las opiniones de
la gente, que hoy nos desprecia y mañana nos alaba; hoy nos echan en olvido y
mañana piden nuestra opinión; hoy se burlan de nosotros y mañana nos piden que
oremos por sus intenciones!
La actitud de estos
grandes del apostolado nos muestra cómo responder cuando nos pretendan amarrar
los lazos del miedo o de la vanidad. Perseguidos, no buscan la muerte ni se
exponen a riesgos innecesarios, pero tampoco dejan de predicar. Aclamados, no
fomentan la ovación, ni el aplauso, sino
que obran varonilmente y proclaman claramente su condición de seres humanos
como los demás, aunque bendecidos por la gracia que trae salvación.
R/No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria.
No a nosotros, Señor, no
a nosotros,
sino a tu nombre da la
gloria,
por tu bondad, por tu
lealtad.
¿Por qué han de decir
las naciones:
"Dónde está su
Dios"? R.
Nuestro Dios está en el
cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio,
son plata y oro,
hechura de manos
humanas. R.
Benditos seáis del
Señor,
que hizo el cielo y la
tierra.
El cielo pertenece al
Señor,
la tierra se la ha dado
a los hombres. R.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 14, 21-26
JUAN 14, 21-26
“El Defensor que enviará el Padre os enseñará todo”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo
amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él." Le dijo Judas,
no el Iscariote: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y
no al mundo?" Respondió Jesús y le dijo: "El que me ama guardará mi
palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que
no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía,
sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro
lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre,
será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he
dicho."
REFLEXIÓN
El texto de hoy es
la última parte de la respuesta de Jesús a Felipe. En las preguntas que van
haciendo los discípulos se puede ver qué lejos se hallan de una percepción
precisa o una comprensión exacta sobre Jesús y su propuesta de vida. “¿Por qué
te vas a manifestar…?” Según esto, ellos esperan esa manifestación
extraordinaria y espectacular del Mesías.
Como quien dice, ni
las palabras ni los signos que los discípulos hasta aquí han visto y oído les
han servido para ir experimentando esa manifestación de Dios en Jesús. En la
respuesta a Judas, Jesús declara que es cuestión de entendimiento, comprensión
y de amor. Quien es capaz de vivir la experiencia del amor, es capaz de ir
viendo y descubriendo en cada acontecimiento, por simple que sea, la presencia
y la acción siempre amorosa y tierna de Dios. Pero el “mundo” no está
capacitado para ello. Según Juan, existe el “mundo” y existe la “comunidad” de
los que no son del mundo. El “mundo” significa todo lo que es contrario al
querer de Dios. Por supuesto que Dios se reveló, y continúa revelándose, al
mundo; sin embargo, no todos pueden percibir esa acción divina.
Sólo observando el
mandamiento del amor al prójimo (Jn 15,17) demostraremos nuestro amor por Jesús y seremos amados por
el Padre. Así pues, la manifestación del Padre está impresa en el corazón de la
humanidad y se observa en cada persona que practica el amor y que hace de su
vida una entrega a los demás. El criterio de preferencia del Señor es la
práctica del amor; el Padre se manifiesta a todo aquel que vive el amor a su
prójimo.
ORACIÓN
Ayúdanos
por favor, Señor, a dejarnos conducir por tu Espíritu Santo para transmitir de
ti, de tu esencia, a ser testigos, pero con la humildad, sencillez y amor con
que Tú lo hiciste, dando toda la gloria al Padre, sin presumir grandezas, ni
buscar halagos. Todo lo que de ti recibimos y damos no es por nuestros méritos,
sino por pura gracia y misericordia tuya. Amén
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