lunes, 1 de abril de 2013

Jueves 18 de abril de 2013



“BUSCAR SENTIDO A LA EXISTENCIA CONDUCE AL ENCUENTRO CON DIOS”

PRIMERA LECTURA
HECHOS DE LOS APÓSTOLES 8,26-40

“Y siguió su camino lleno de alegría”
En aquellos días, el ángel del Señor le dijo a Felipe: "Ponte en camino hacia el Sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto." Se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido en peregrinación a Jerusalén. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe: "Acércate y pégate a la carroza." Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: "¿Entiendes lo que estás leyendo?" Contestó: "¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?" Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: "Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de los vivos." El eunuco le preguntó a Felipe: "Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?" Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. En el viaje llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: "Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?" Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría. Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los poblados hasta que llegó a Cesarea.

REFLEXIÓN:
Este texto es escrito con una sencillez impresionante, sin que ello signifique falta de profundidad en el mensaje; en él se nos cuenta cómo Felipe, el diácono, en un corto período de tiempo pudo evangelizar a un desconocido.
Un Ángel de Dios y luego el Espíritu Santo van guiando al diácono Felipe. La misión de los evangelizadores, incluso cuando los vemos solos y casi abandonados nunca es una tarea en soledad. Aunque la tierra tenga desiertos y montes, que no dejan ver la obra de los que predican el Reino, todo está patente a la mirada de los cielos.
Es el Espíritu Santo quien le dice: "Acércate y ponte junto a esa carroza". La salvación de cada hombre es así también un acto de elección, un acto de predilección y ternura con que el Espíritu de Dios mueve a los evangelizadores para que hablen y mueve a los evangelizados para que escuchen y acojan lo que se les habla.
El bautismo del etíope sucede también de manera inesperada, casi informal. Acontece como un regalo más que rompe el camino de su carroza y de su vida. Estemos también nosotros dispuestos a que nuestros planes sean cambiados. El Dios que nos salvó tan admirablemente, sobrepasando toda expectativa y todo límite de la Ley Antigua, tiende a abrir caminos que no conocemos ni podemos entender a primera vista.

SALMO RESPONSORIAL: 65
R: Aclamad al Señor, tierra entera.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies. R.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
 a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R.

Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
 ni me retiró su favor. R.

LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 6,44-51

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo."

REFLEXIÓN
Los antepasados del pueblo de Jesús no entendieron cabalmente el signo del maná, allá en el desierto, en sus inicios como pueblo libre. El plan de Dios, cuando los rescató del poderío egipcio, fue construir con aquella masa de esclavos un modelo alternativo de vida nueva basado en la fraternidad, la solidaridad y la igualdad. Dios insiste en que aquel alimento que “caía del cielo” debía ser compartido de manera equitativa; que nadie debía tomar más de lo necesario, ni guardarlo para el día siguiente, porque día tras día había para todos. Se trata del querer de Dios expuesto al pueblo como una alternativa que podría garantizarle vida para siempre.
Como ya dijimos, aquellos antepasados no supieron mantenerse fieles a ese querer divino; dieron rienda suelta a la ambición y a la codicia, y terminaron víctimas de su propia infidelidad y desobediencia. Jesús, que conoce profundamente la voluntad del Padre, se presenta y se ofrece como ese pan que perdura; es decir, muestra una forma alterna de vida que puede llevar a sus seguidores a su realización, a no sentir más el hambre y la sed.
Luego de veintiún siglos de historia, este mensaje de vida que Jesús nos revela sigue siendo vigente y sigue actuando en nosotros, el quiere que tengamos una vida plena, sin más hambre ni más sed, Él quiere hacernos sus discípulos. Sólo escuchando su palabra, acogiendo su mensaje y poniéndolo en práctica, yendo a su encuentro, reconociéndole y aceptándole como Salvador, sólo de esa manera gozaremos de una vida nueva, una vida plena, una vida con sentido, una vida que se nos da en gratuidad, una vida por el infinito amor que nos tiene.

ORACIÓN
En un momento puntual de la vida nos llegaste Señor y se despertó el hambre y sed de tu Palabra. Gracias porque nos has llevado por un proceso maravilloso de encuentro, a través de quienes nos la pueden explicar, ayudar a digerir y sentirla como el pan que nos alimenta. Se nos ha abierto el entendimiento  y podemos comprender cuando dices como hoy, “Yo soy el Pan bajado del Padre para dar vida”. Por eso no permitas que la acallemos, danos luz y  fuerza para vivirla de verdad. Amén    

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