lunes, 1 de abril de 2013

Domingo 21 de abril de 2013



“JESÚS, EL BUEN PASTOR DE LA VIDA”

PRIMERA LECTURA

En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.
Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios.
El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones: "Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra.""
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron.
La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.
Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.
REFLEXIÓN
La primera lectura nos presenta hoy a Pablo y Bernabé en todo su apogeo evangelizador, donde se puede comprobar el proceso que va recorriendo la expansión del Evangelio. Por una parte, el espacio físico desde donde se proclama la Buena Nueva es la misma sinagoga judía; el medio es, naturalmente, la misma Escritura antigua, desde donde se proclaman las promesas y se confirman con el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús como cumplimiento de ellas. Esto quiere decir que los destinatarios originales son los israelitas; así lo formula Pablo y lo corroboran los demás apóstoles. Hay, ciertamente, acogida del nuevo mensaje por parte de muchos, pero también hay rechazos hasta violentos a la predicación de Pablo y, antes de él, a las Pedro y los demás. El rechazo oficial no se queda sólo en no aceptar el mensaje; incluye también la expulsión de la sinagoga y las amenazas a quienes siendo judíos se hayan convertido al nuevo camino y pretendan asistir por cualquier circunstancia a la sinagoga.
Todo esto nos sirve para hacernos una idea de las dificultades que tuvo que afrontar el anuncio del Evangelio en sus orígenes, y la forma como Pablo, llamado con tanta razón “el apóstol de los gentiles”, va abriendo paso para que el evangelio de Jesús sea anunciado y conocido por todo el mundo, sin importar fronteras, razas ni clases sociales.
Ese es otro de los efectos de la resurrección de Jesús: el conocimiento, por parte de todos los seres humanos, de la Buena Noticia del amor de Dios, que en Jesús ha rescatado a toda la humanidad y la ha puesto bajo el amparo y la guía de un solo Padre de todos, el Padre de Jesús.
SALMO  RESPONSORIAL: 99
R/. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. R.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
"El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades." R.
SEGUNDA LECTURA

“El Cordero será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas “
Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y uno de los ancianos me dijo: - "Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos."
REFLEXIÓN
La visión apocalíptica que Juan nos describe en la segunda lectura no se limita a un simple sueño nacionalista judío. Ella tiene la intencionalidad de hacer conocer la nueva idea de Dios que Jesús nos revela en el Nuevo Testamento: su Padre es el Dios Padre de todos los hombres y mujeres, sin excepción alguna. Todos son recibidos en la nueva realidad instaurada por el Cordero, ya que en él han sido superadas todas las fronteras que los humanos fueron construyendo para vivir separados y divididos. Ya no habrá división ni rechazo, porque en Jesucristo todos hemos sido recibidos como hermanos. El Cordero Inmolado será el pastor que conducirá hacia fuentes de aguas vivas a todos los elegidos -venidos de todas las naciones-, porque asimilaron el proyecto del Padre; y allí será donde Dios enjugará sus lágrimas (Ap 7, 17).

LECTURA DEL EVANGELIO

“Yo doy la vida eterna a mis ovejas”
En aquel tiempo, dijo Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno."

REFLEXIÓN
Cristo asume las dos funciones: de víctima que se inmola y de Pastor. En forma congruente, el evangelio nos propone el relato de Juan en el que Jesús se presenta como el pastor que cuida a sus ovejas. El ha anunciado su misión como el pastor que no sólo cuida las ovejas,  sino también las de otros rediles, los no-judíos ( Jn 10,16). Jesús es un Pastor universal, que llama incluso a los que no pertenecen al judaísmo para que vengan a formar parte del rebaño, el de los que asumen como él la esperanza del reino de Dios.
La figura más tierna que Jesús adopta como pastor es la del que busca a la oveja descarriada, a la perdida, y cuando la encuentra se alegra, la recoge y la trae de vuelta al aprisco (Lc 15,3-7). Por eso su gozo y su alegría radican en que los hombres y mujeres de buena voluntad acojan y asuman su proyecto de vida eterna. Jesús se diferencia en forma diametral de los pastores mercenarios, que cuando ven el peligro simplemente huyen, abandonando el redil y dejando a las ovejas a merced de su propia suerte.
El evangelio nos refuerza también ese efecto tan importante de la resurrección de Jesús que es la paternidad universal de Dios. Los que han oído a Jesús y lo han visto actuar, son los primeros llamados a pertenecer al reino que él proclama, y al mismo tiempo están en el deber moral de anunciarlo a otros. Esos son los que, dice Jesús, “el padre me ha dado”; los que han entendido su propuesta y la siguen. En tal seguimiento no hay equivocación ni extravío, porque justamente la palabra de Jesús -quien es la Palabra misma del Padre- es la vía segura por donde el hombre puede alcanzar su máxima plenitud.
Cristo hace un llamado a todos, como supremo Pastor, para que comprendan que lo que él propone en esencia es una realidad de unidad y de hermandad que no es posible de destruir, ya que con la fuerza del Espíritu podemos todos los bautizados trasparentar a Jesús resucitado y ser en el mundo instrumentos de paz y de unidad. Habrá así, finalmente, “un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10,16).

ORACIÓN
Como el mejor de los pastores has acogido mi vida, no me has abandonado. En medio de mis tribulaciones, equivocaciones, tristezas, desengaños y angustias, Tu Amado, estas ahí, cuidándome, transformándome, vendándome, proveyéndome, consintiéndome. Gracias Jesús. Amén

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