lunes, 1 de octubre de 2012

Martes 23 de Octubre de 2012


“DICHOSOS QUIENES ESPERAN CON PACIENCIA EL ACTUAR DE DIOS”

PRIMERA LECTURA
Efesios 2, 12-22

“Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa”

Hermanos: Antes no teníais un Mesías, erais extranjeros a la ciudadanía de Israel y ajenos a las instituciones portadoras de la promesa. En el mundo no teníais ni esperanza ni Dios. Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos.
Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.
Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo.
Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
La primera lectura de hoy nos recuerda que la paz verdadera tiene un precio.

En el mundo antiguo, allá en el siglo I, los judíos y los no judíos (esto es, los llamados "gentiles") se despreciaban mutuamente, llegando en algunas ocasiones a la segregación o el odio. Las razones suenan extrañas a nuestros oídos: los judíos veían con desaprobación y repugnancia las costumbres libertinas de los paganos, y estos veían con extrañeza y suspicacia las costumbres particulares del pueblo de Abraham y de Moisés. Por eso Pablo habló de un "muro" que separaba a "los dos pueblos." Ahora, sin embargo, el mismo apóstol dice que el muro ha sido derribado y que el que lo ha logrado, el que ha vencido al odio y traído la paz, se llama Jesucristo. Pero ello tuvo un precio.

El precio de la paz fue el sacrificio de Cristo. Pablo lo describe gráficamente diciendo que Cristo derribó el muro "con su carne." Derribar un muro con la propia carne es destrozar la propia carne, y eso es exactamente lo que ha hecho Nuestro Señor. El lugar de la paz no es la mesa de negociación entre intereses humanos sino la mesa del altar y del sacrificio. No se alcanza la paz mirándonos unos a otros sino mirando  juntos hacia la Cruz que denuncia todas nuestras miserias y también las sana.

Salmo responsorial: 84

R. / Dios anuncia la paz a su pueblo.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
"Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus amigos."
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.

LECTURA DEL EVANGELIO
Lucas 12, 35-38

“Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela”

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas; vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os seguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.   Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

El evangelio de hoy distingue claramente entre estar despiertos y estar dormidos. En el estado de vigilia podemos responder a cualquier llamado, urgencia o desafío; pero cuando estamos dormidos, nuestro cuerpo abandona las preocupaciones presentes y se abandona a su propio ritmo. Muchos maestros espirituales de la época de Jesús e incluso más recientes interpelan a sus oyentes con el mismo llamado. El tiempo en el que vivió Jesús fue una época de grandes cambios para la humanidad, por lo que era necesario estar atentos a los signos de los tiempos, que daban pistas sobre lo que Dios quería para ese momento particular. En el siglo I llegaron a su fin los grandes imperios del Medio Oriente (Egipto, Babilonia, Persia) y se consolidó el Imperio Romano, que habría de durar cinco siglos más. – Nuestro tiempo actual no es tanto una época de cambios, como un cambio de época. Las transformaciones actuales de la humanidad tienen un alcance global, sólo comparable con los cambios de la industrialización hace tres siglos. Nuestra fe nos debe mantener despiertos para descubrir cuáles son los desafíos de nuestro momento en el que la comunicación la información y el conocimiento son proclamados como los valores máximos y universales. ¿Cuáles son nuestros  principales desafíos como cristianos en este momento?

ORACIÓN
Tú nos sorprendes, porque en lugar de servirte, nos sirves, solo debemos disponernos para confiar que estás actuando en nuestra vida y mantenernos atentos y preparados para tu manifestación, seguros que aunque hemos sufrido y a veces cuestionado el por qué de las situaciones, si nos mantenemos en tu Espíritu Santo, encontraremos lo para qué y saldremos adelante. Gracias Señor.   

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