lunes, 1 de octubre de 2012

Domingo 28 de Octubre de 2012


“LA PALABRA DEL SEÑOR NOS ANIMA A DEJAR NUESTRA CEGUERA”

Las lecturas de hoy tienen un delicioso sabor a alegría. Es el gozo del pueblo que vuelve a casa, en la primera lectura; es la solemne ventura del llamado al sacerdocio, en la segunda lectura; es la felicidad desbordante del ciego curado en el evangelio.
Y es que el Evangelio mismo lleva escrito en su propio nombre la alegría, porque es "buena noticia". ¿Cuál es la Buena Noticia? Que tenemos a Emmanuel, a "Dios-con-nosotros". Y esa alegría la percibimos y la proclamamos con más fuerza cuanto mayor era nuestra urgencia de ser salvos, de ser curados, de ser guiados, de ser liberados. Esto explica bien quiénes son y quiénes serán los que primero descubran las riquezas del mensaje y la persona de Jesucristo. Escuchemos con atención:

PRIMERA LECTURA
Jeremías 31, 7-9

“Guiaré entre consuelos a los ciegos y cojos”

Así dice el Señor
"Gritad de alegría por Jacob
regocijaos por el mejor de los pueblos:
proclamad, alabad y decid:
El Señor ha salvado a su pueblo,
al resto de Israel.
Mirad que yo os traeré del país del norte,
os congregraré de los confines de la tierra.
Entre ellos hay ciegos y cojos,
preñadas y paridas:
una gran multitud retorna.
Se marcharon llorando,
los guiaré entre consuelos:
los llevaré a torrentes de agua,
por un camino llano en que no tropezarán.
Seré un padre para Israel,
Efraín será mi primogénito." Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
El libro de Jeremías nos muestra un aspecto de la manifestación de Dios al que no estamos muy acostumbrados: la ternura. Dios nos ama sin importar si vamos por la vida como ciegos o cojos, es decir, si a duras penas podemos caminar o si apenas vemos o presentimos por dónde vamos. Dios nos ama, así estemos en un estado de vulnerabilidad o debilidad absoluta, como lo puede estar una mujer encinta o una madre que recién ha alumbrado a su hija. Dios nos ama incluso si hemos huido de él y nos hemos refugiado en el último confín de la tierra. Y la razón de ese amor no es otra que la de sentirnos hijos suyos, la de habernos engendrado por su amor, la de hacernos partícipes de su reino. Una de las insistencias de Jesús era la de vivir la experiencia amorosa de Dios como la esencia sobre la que se funda y funde nuestra vida; y no precisamente  porque ello estuviera a tono con la sensibilidad religiosa de su tiempo.

Salmo responsorial: 125
R. / El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.

Hasta los gentiles decían:
"El Señor ha estado grande con ellos."
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla:
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.

SEGUNDA LECTURA
Hebreos 5, 1-6

“Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec”

Hermanos: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para presentar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy", o, como dice otro pasaje de la Escritura: "Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec."  Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
La carta a los Hebreos, afianza y confirma esa dimensión del poder de Dios manifestado como compasión y misericordia. Jesús consagra nuestra vida a Dios por medio de su vida y su Palabra. El redime nuestras faltas y nos encamina por una experiencia en la que convertimos en fortalezas nuestras infaltables debilidades humanas. El nos ofrece un camino de redención que supera el puro precepto religioso, la simple justificación sentimental o un vacío racionalismo abstracto. Dios es el que llama, y nosotros somos quienes podemos responderle. Ya no queremos un gurú o un experto en religión, sino un hermano o una hermana que camine con nosotros y nos ayude a realizar esa vocación por la cual nos hemos hecho cristianos.

LECTURA DEL EVANGELIO
Marcos 10, 46-52

“Maestro, haz que pueda ver”

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

El evangelio de Marcos narra la curación del ciego Bartimeo, el último “milagro” de Jesús narrado por Marcos. Tradicionalmente este pasaje se ha incluido en el género “milagro”, pero si se lo examina bien, carece de algunos elementos típicos de este género, como por ejemplo el gesto de curación o la palabra sanadora. Estamos, más bien, ante un relato, basado tal vez en un hecho histórico, que acentúa, sobre todo, la importancia de la fe como fundamento del discipulado.

El relato, está cargado de detalles. Marcos nos indica el lugar donde sucede este episodio: a la salida de Jericó, la ciudad de las palmeras en medio del desierto de Judá, la puerta de entrada en la tierra prometida ( Dt 32, 49; 34,1), paso obligado para los peregrinos que venían de Galilea, por el camino del Jordán, a Jerusalén, ciudad de la que dista algo más de 30 kilómetros. La Jericó del tiempo de Jesús estaba situada al suroeste de la mencionada en el AT. Había surgido en torno a la lujosa residencia invernal construida por Herodes. Hay, además, una alusión explícita,  al nombre del ciego: Bartimeo, el hijo de Timeo. Mateo y Lucas no mencionan este detalle. Junto con el de Jairo es el único nombre propio que aparece en Marcos antes de iniciar el relato de la pasión.
El protagonista es un hombre ciego, doblemente pobre, por tanto.( Lv 19,14, Dt 27,18, Is 59,9 )son textos que nos ayudan a comprender la situación de los ciegos en Israel. El diálogo comienza con una petición de Bartimeo, de hondo trasfondo: “Ten compasión de mí”. La petición va precedida por el título mesiánico de hijo de David, (única vez que aparece este título en el evangelio). La gente lo manda callar para que no moleste. Cuando el ciego se entera de que Jesús lo llama, “suelta el manto” y se acerca a Jesús. Es una manera de indicar la alegría que produce este acontecimiento. Sigue luego el dialogo con Jesús de forma  esquemática: Preguenta, ¿Qué quieres que haga por ti?, petición, “Maestro, que pueda ver” y respuesta : “Anda, tu fe te ha curado”. Como ya se indicó antes, faltan el gesto y las palabras de la curación. El acento y la importancia de este texto,  recaen y radican   en la fuerza de la fe. Es la fe la que  permite pasar de la tiniebla a la luz, del borde del camino al interior del camino, de la pasividad de quien mendiga a la actividad de quien sigue a Jesús hasta el final, porque el texto relata que después de este encuentro Bartimeo lo siguió en el camino.
Hoy se habla mucho de las terapias sanadoras a través de la medicina natural, de las técnicas psicológicas, de los flujos de energía... y de los problemas sicosomáticos, que se curan de un modo también psico-somático. Los milagros se desnudan y se nos hacen mucho más explicables, mucho más del día a día. Nos hablan de la «inteligencia emocional»,  la «inteligencia ecológica», la «inteligencia espiritual»,... nos trasladan a un «realismo mágico» nada inaccesible. Los milagros de nuestra fe no tienen por qué ser milagros “metafísicos” y “estrictamente sobrenaturales”... Al menos, los de Jesús de Nazaret parece que no lo fueron, y los nuestros de hoy día tampoco tienen por qué serlo. Tal vez se trate de «educar nuestros ojos»,  y decir: ¡Señor que podamos ver! con esa nueva mirada, de ver más allá de los que nuestros ojos ven, con los verdaderos ojos de la fe,  y fe en el único dador de luz y vida: Jesucristo.
ORACIÓN
Cuando tu presencia y tu palabra nos interpela, comenzamos a clamar tu ayuda para seguirte,  para despertar del letargo y comenzar a ver diferente la vida porque permitimos que camines a nuestro lado. Ayúdanos  Señor, a confiar en tu actuar sanador y liberador a asumir una existencia de encuentro contigo, con el otro y así lleguemos a convertirnos en verdaderos discípulos(as) necesitados(as) y cuidados(as) por Tí. Amén

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