miércoles, 1 de diciembre de 2010

Viernes, 3 de diciembre 2010

“EN ADVIENTO EL DESIERTO FLORECERÁ”

PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 29, 17-24

“AQUEL DÍA, VERÁN, LOS OJOS DE LOS CIEGOS”

Dentro de poco tiempo el bosque se convertirá en campos de cultivo y los campos de cultivo parecerán un bosque. En ese día los sordos podrán oir cuando alguien les lea, y los ciegos podrán ver, libres de oscuridad y de tinieblas. Los humildes volverán a alegrarse en el Señor, los más pobres se gozarán en el Dios Santo de Israel. Se acabarán los insolentes, dejarán de existir los arrogantes y desaparecerán los que solo piensan en hacer el mal, esos que acusan de crímenes a otros, y ponen trampas al juez, y con engaños niegan justicia al inocente. Por eso, el Señor, el Dios de Israel, el que rescató a Abraham, dice: "De ahora en adelante Jacob no sentirá verguenza, ni su rostro se enrojecerá, porque cuando sus descendientes vean lo que he hecho en su pueblo, reconocerán mi santidad y me temerán a mí, el Dios Santo de Israel. Los que estaban confundidos aprenderán a ser sabios, y los murmuradores aceptarán las enseñanzas."

REFLEXIÓN
Es interesante recordar la etimología de la palabra "enfermedad". El enfermo es el "in-firmus", el que no está firme, el que tambalea. Y así sucede: la enfermedad nos quebranta, es decir: nos quiebra. Por ello los milagros de curación física tienen una fuerza persuasiva particular, pues no sólo se trata del bien de la salud sino de devolver "firmeza" al que decaía y se derrumbaba. El Dios que se muestra capaz de vencer a la enfermedad es el Dios que así se revela capaz de devolver a su vigor y firmeza la obra que Él mismo ha creado. Las lecturas de ayer nos hablaban de la firmeza que sólo Dios concede; hoy nos hablan de la fortaleza que sólo Él restaura.
Es interesante destacar en la primera lectura que la salud tiene un propósito, según vemos. Por ejemplo, los sordos no recuperan simplemente la capacidad de oír, esto es, de oír cualquier cosa, sino que recuperan el oído para oír la palabra del Señor. La salud recobrada, pues, no es sólo un bien que Dios da, sino un camino que abre para que a través de sus dones le conozcamos a Él mismo.

SALMO RESPONSORIAL: 26
R: El Señor es mi luz y mi salvación.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 9, 27-31

“¡JESÚS HIJO DE DAVID, TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS¡ ”

Al salir Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritando:
--¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
Cuando Jesús entró en la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó:
--¿Creen ustedes que puedo hacer esto?
--Sí, Señor --le contestaron.
Entonces Jesús les tocó los ojos, y les dijo:
--Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen.
Y recobraron la vista. Jesús les advirtió mucho:
--Procuren que no lo sepa nadie. Pero, apenas salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho.

REFLEXIÓN:
El reinado de Dios no puede entenderse sólo como manifestaciones de realidades espirituales, sino que abarca cada aspecto de la vida del ser humano, por eso la liturgia de hoy habla de signos de sanación y redención. Los sordos oirán, los ciegos verán la luz, los oprimidos despejarán, los tiranos y cínicos serán aniquilados. Pero la salvación de Dios también tiene su repercusión en la naturaleza: “El desierto se convertirá en un jardín y el jardín en bosque”. El ser humano no puede alcanzar su plenitud si no vive en armonía con toda la obra de la creación.
La fe de la que habla el evangelio de hoy implica comprender que la creación completa, en la que vivimos y que contemplamos cada día desde que despertamos, es obra de Dios; por tanto, continuar devastando la naturaleza es no aceptar los dones del Señor y apartarnos de sus designios de salvación, continuar con el afán explotador indiscriminado de los recursos naturales, sólo, puede llevar a nuestra propia ruina, nos hacemos destructores de nuestra misma humanidad.
La designación de Jesús como “Hijo de David” no es simplemente un título o una alabanza, lo identifica como el Mesías prometido y largamente anunciado en las Escrituras, el cual debía de nacer de la descendencia de David; así, todos los que en Jesús somos hijos de Dios, nos integramos a su misma realeza.
La ceguera de estos hombres es una situación que les impide abrir los ojos ante aquellos que los tienen excluidos de la sociedad por su supuesta situación de impureza. Les impide actuar, enfrentarse contra el sistema opresor. Jesús cura a dos ciegos que creen en él. Ellos confían en el poder liberador que tiene Jesús para sanarlos y dan prueba de una auténtica fe. Jesús les acepta esa fe, pero les abre los ojos para que vean que él es radicalmente diferente a lo que ellos suponían. Jesús libera haciéndolos conscientes de su situación. Los ciegos recuperan la visión y superan la perspectiva de una liberación puramente nacionalista. Recuperar la vista es hacerse sujetos sociales dignos, con los mismos derechos de vida y de reconocimiento. Ellos no se pueden contener y salen a anunciar la obra de Jesús como personas reconocidas y redignificadas por Jesús.

PARA REFLEXIONAR:
1. ¿Cómo contribuyo a erradicar el maltrato a la naturaleza, el mal y la pobreza del mundo?
2. ¿Qué es para mí la justicia vista desde la Biblia?
3. ¿Soy motivo de alegría para otras personas?

ORACIÓN
Te bendecimos, Señor de la vida, por tu inmenso amor, bendición y bendiciones. Con la ayuda de tu Espíritu, Señor, prepara mi corazón para el encuentro contigo en esta Navidad, para reconocerte como el Rey de mi vida, el Dueño de mi corazón; hazme tuyo, conságrame y apártame para ti. Amén.

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