miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sábado, 4 de diciembre de 2010

“EL REINO DE DIOS HA LLEGADO”


PRIMERA LECTURA
ISAIAS 30, 19-26


“EL SEÑOR SE APIADARÁ A LA VOZ DE TU GEMIDO”

Pueblo de Sión, que vives en Jerusalén: ya no llorarás más. El Señor tendrá compasión de ti al oir que gritas pidiendo ayuda, y apenas te oiga, te responderá. Y aunque el Señor te dé el pan del sufrimiento y el agua de la aflicción, él, que es tu maestro, no se esconderá más; con tus propios ojos lo verás. Y si te desvías a la derecha o a la izquierda, oirás una voz detrás de ti, que te dirá: "Por aquí es el camino, vayan por aquí." Y despreciarás como cosas impuras tus imágenes de plata y tus ídolos recubiertos de oro. Los rechazarás como algo impuro y los considerarás como basura. El Señor te dará lluvia para la semilla que siembres en la tierra, y la tierra producirá trigo abundante y fértil. En ese día tu ganado tendrá lugar en abundancia para pastar. Hasta los bueyes y los burros que trabajan en tus campos tendrán para comer el mejor y más exquisito forraje. Cuando llegue el día de la gran matanza y caigan las fortalezas, habrá ríos y torrentes de agua en todas las altas montañas y en las colinas elevadas. El Señor curará y vendará las heridas de su pueblo. Entonces la luna alumbrará como el sol, y la luz del sol será siete veces más fuerte, como la luz de siete soles juntos.

REFLEXIÓN
Si hay una noticia consoladora es aquella que hoy nos regala el profeta: Dios ya no se esconde. Se deja sentir y atiende las súplicas. Dulce noticia, porque si hay algo torturante es el silencio de Dios. La luz crece de tal modo que la luna se equipara al sol mientras el sol adquiere el brillo perfecto.
Mas esa cercanía de Dios va en las dos direcciones. El mismo Dios que acoge las súplicas deja escuchar su voz y muestra el camino correcto. Esto debe ser destacado, porque a veces nos gusta que el Señor se haga presente para atender nuestra voz pero luego no nos interesa que esté cerca para que atendamos su voz.
Hay una señal, un punto que marca el comienzo de esa cercanía; algo que no quisiéramos oír. Se trata del día de la gran matanza. No debiera ser así. El ser humano debería aprender a obedecer sin que tantos tuvieran que morir. La humanidad debería sentirse acompañada sin necesidad de saberse sobreviviente. Mas la obstinación humana ha conducido a eso: pareciera que necesitamos del horror de la muerte para reconocer el pecado, y necesitamos del vértigo de la supervivencia para aprender a agradecer.

SALMO RESPONSORIAL: 146
R: Dichosos los que esperan en el Señor.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 9, 35; 10, 1-8

“JESÚS VIENDO A LA MULTITUD, SE CONMOVIÓ DE ELLOS”
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces a sus discípulos:
--Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla
Jesús llamó a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.
Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: "No vayan a las regiones de los paganos ni entren en los pueblos de Samaria; vayan más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.

REFLEXIÓN:
Las señales que identificarían al Mesías esperado serían la curación de los enfermos y la expulsión de los espíritus inmundos, por eso en alguna ocasión cuando los discípulos de Juan le preguntaron a Jesús si era el Mesías, Él no responde con discursos sino con signos de curación. Hoy nos dice el evangelista Mateo que Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando en la sinagoga, proclamando el Reino de Dios y sanando enfermos; las tres grandes acciones del Mesías. Al ver que los que tienen necesidad de salvación son tantos Jesús no se cree que pueda hacerlo todo Él solo, sino que instituye discípulos y les comunica sus mismos dones: “Vayan, prediquen el evangelio, curen enfermos, etc.”, y les pide que rueguen a Dios para que envíe más evangelizadores a su mies, (la mies es un fruto ya maduro o listo para ser recogido, es también el tiempo de cosechar).
No podemos seguir quedándonos con una visión pesimista y desconfiada de que somos indignos e incapaces de hacer algo por esas multitudes extenuadas esto solo sirve para evadir nuestra responsabilidad pero no para excusarnos de la tarea. Desde el Bautismo hemos sido ungidos con los mismos dones de los discípulos y nuestra condición de enviados es completamente auténtica.
El adviento es tiempo de reflexión y de revisión de vida. Nosotros como cristianos debemos revisar nuestra vida para ver si realmente somos continuadores de la misión de Jesús en el anuncio del Reino, en la creación de unas condiciones dignas de vida. Debemos ser conscientes de que proclamar la Buena Nueva nos exige una entrega día a día por los demás.

PARA REFLEXIONAR:
1. ¿Vivo el Adviento como un tiempo de perdón?
2. ¿Qué significa para mí “la bendición?
3. ¿Cómo ayudaré en este tiempo de Adviento en algo concreto a vencer el llanto y el sufrimiento de muchos hermanos?

ORACIÓN
Agradecemos, Señor de la Historia y de la Vida tu bendición. Señor Jesús tu venida a de tener para nosotros una exigencia de cambio y conversión. Ayúdanos a perdonar, impúlsanos a dialogar, enséñanos a acoger al hermano y oriéntanos con tu palabra, para ser capaces de construir comunidad y anunciar con nuestra vida el gozo de tu presencia y la seguridad de nuestra salvación. Amén.

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