SARA Y AGAR
SARA, DE PRINCESA ESTÉRIL A MADRE
DE PUEBLOS
Reflexionemos en este mes en
torno al discipulado de estas dos mujeres: Sara cuyo nombre en hebreo significa
“Señora y princesa”, hace parte de la historia bíblica del clan de Abrahám
(Génesis 12,15), que viene en medio de una mezcla de tradiciones y leyendas populares
que sirven para destacar a los personajes principales, como los dibujos y a
veces florecillas que adornan algunos retratos de los antiguos álbumes
familiares. Sumergiéndonos en los orígenes a veces un poco misteriosos del
pueblo elegido, el escritor o juglar sagrado, más que los hechos históricos le
interesa resaltar la mano divina que va moviendo los hilos de la historia. Pero
entre esas florecillas del cielo de los patriarcas, vamos descubriendo las
raíces del pueblo de Dios y entre ellas la figura venerable del patriarca
Abrahám y a su lado, con nombre de “princesa” y con vocación de reina aparece
la señora Sara, la bella y fiel esposa del patriarca. Una mujer influyente y
polifacética tan atractiva en su juventud para los caciques de las tribus
vecinas, como hermosa más adelante después por las canas y la experiencia de
los años, pero siempre vigente como señora ama de casa cuando la hospitalidad
requiere sus servicios. Su rostro de noble princesa viene marcado, sin embargo, por una especie de sonrisa, mezclada de
autoridad y señorío y de una frustrada vitalidad (Génesis 17,17;18,12s;21,6s),
pues a pesar de la fe de su anciano esposo, a sus noventa años le resulta
irónico continuar creyendo en la promesa divina que la transforme en madre de
pueblos. Pero ante Dios nada hay imposible, y por obra del capricho divino con
Sara comienza una serie de esposas estériles, donde el poder celestial hace
brotar hijos como de la hendidura de las rocas (Isaías 51,1s). Por eso el hijo que nace milagrosamente marchito, más
que el retoño de un árbol seco, es el regalo travieso y gracioso de la libertad
divina, Isaac termina siendo el hijo de la sonrisa estéril y de la promesa
divina (Génesis 18,11s; Gálatas 4,28; Romanos 9,8) un regalo que la noble
anciana protegió celosamente frente a posibles rivales sin parar en
contemplaciones hasta expulsar a su hijastro Ismael y a la concubina Agar, para
salvar la fortuna y la libertad de su adorado Isaac, padre del futuro Israel.
Tal vez por ello unos 2000 años más adelante, San Pablo recordara a Sara como
la mujer elegida por Dios y como el modelo de una estéril hecha madre para
defender la libertad de los hijos de Dios (Gálatas 4,21-31), pues en ella se
hizo realidad la bendición del salmista: “Entroniza a la estéril en su casa,
madre jubilosa de hijos” (Salmo 113,9)
AGAR, LA ESCLAVA RIVAL DE SU
SEÑORA
Agar cuyo nombre en hebreo
significa la olvidada. Miremos que en la vida de Abraham encontramos algunas
escenas (Génesis 16;21,8-21) tiernas y desgarradoras a la vez que aunque un
tanto legendarias, nos ayudan a comprender algunos conflictos de nuestro mundo
actual, especialmente en el medio oriente. Agar era una bella esclava egipcia,
que Abrahán compró en Menfis para su esposa Sara. Años más tarde, cuando la
estéril esposa del patriarca, se puso vieja sin poder realizar la promesa y el oráculo
divino que les había prometido una descendencia tan numerosa como las estrellas
del cielo, ambos esposos decidieron seguir las costumbres de sus antepasados
mesopotámicos, que permitían a una esposa estéril alquilar como madre a la
esclava el marido y su fruto se aceptaba como hijo de la verdadera esposa. Fue
así como Abrahán tuvo a Ismael (Fundador de la gran cultura islámica o pueblo
árabe) de la bella egipcia, quien de esclava pasó a ocupar la condición de
concubina. Ismael creció en la paz del hogar patriarcal hasta que comenzaron
los roces y se fueron complicando los asuntos familiares. Por una parte, a la
esclava se le subieron los humos a la cabeza y comenzó a despreciar a su ama y
señora. Y por otra parte, catorce años más tarde la vieja y estéril esposa dio a
luz milagrosamente a un hijo que llamó Isaac. De los roces se paso a los celos
y la rivalidad entre la joven esclava y la dominante señora. Tanto, que Sara
exigió a su esposo la expulsión de la esclava con su hijo, sobre todo al
observar que el joven Ismael bromeaba, parece que tenía el sentido bien
desarrollado del buen humor, de una manera burlesca con el pequeño Isaac.
Entonces, para buscar la armonía del hogar y evitar la división de la herencia,
el entristecido Abrahan despidió a la esclava y a su hijo y los abandonó en el
desierto con un pan y un odre de agua. Comenzó así la vida errante de Agar e
Ismael por las estepas resecas del desierto. Menos mal que la providencia
misericordiosa de Dios les guió hacia un oasis del desierto e hizo de ellos el
origen de doce tribus nómadas que como lo dijimos anteriormente fueron la raíz
del pueblo árabe, rival por siempre hasta hoy del pueblo judío, descendiente de
Isaac. Porque, según la tradición islámica, Ismael es el padre genealógico de
los árabes y está enterrado junto con su madre Agar precisamente en el mismo
lugar donde pudieron saciar la sed ya moribundos, y donde en la actualidad se
encuentra el famoso santuario de la “Kaaba” en la meca. Sin embargo resulta
paradójico, que para San Pablo,(Gálatas 4,24-31) los judíos orgullosos de su
pura sangre abramítica según la carne,
sean espiritualmente los hijos de la esclava Agar, en vez de ser los cristianos
que son los hijos de la libre es decir los hijos de Sara y de la promesa
divina.
¿Que nos dirán o nos enseñaran
estas dos mujeres a la sociedad pero especialmente a las mujeres de hoy?
CLAVE DE REFLEXIÓN SOBRE LA MUJER
EN ESTE MES: LA DIGNIDAD Y RESPETO
Con un objetivo, ayudado por las
mujeres bíblicas que hicimos mención, quisiera propiciar ojalá no solamente una
oración, deseo y espiritualidad, sino una decisión por la valoración, dignidad
y respeto de la mujer empezando por ella misma. Este tema no solamente es de
actualidad, no solo por su contenido, sino como una necesidad profunda, dado el
deterioro que presenta hoy la sociedad con sus muchos antivalores que denigran
la voluntad de la mujer. Aunque se hable por todos lados de derechos humanos,
infelizmente la misma mujer, no siempre, los conoce, no sabe reclamarlos o a
veces sus principios o conceptos religiosos no le permiten hacerlo. En ningún
momento quisiera sembrar pesimismo sobre este tema; se pretende más bien dar un
aporte de motivación que ayude a sembrar esperanza para un nuevo renacer en el
quehacer de las mujeres generadoras se vida.
La mujer ha sido llamada a formar
parte de la estructura viva y operante de la sociedad y del cristianismo, de
modo tan prominente, que dan gran pesar que muchas no haya sido conscientes
todavía de las enormes virtudes, con que Dios el creador les ha dotado.
Quisiera recomendarles ojalá para
una próxima vez que podamos compartir la carta apostólica de Juan Pablo II hoy
santo: “Dignidad de la mujer”; que en
muchos sectores, no solo en la iglesia sino en movimientos de mujeres se le ha
dado una importancia muy particular. Resalta en todo momento la dignidad de la
mujer desde la creación: “Hemos de situarnos en el contexto de aquel principio
bíblico según el cual la verdad revelada sobre el hombre como imagen y
semejanza de Dios constituye la base inmutable de toda antropología cristiana. Dios que creo al ser humano hombre y mujer en
la misma dignidad”.
Hombre y mujer han sido creados a
imagen y semejanza de Dios. El libro del Génesis proporciona bases suficientes
para reconocer la igualdad esencial entre el hombre y la mujer desde el punto
de vista de su humanidad. En el Nuevo Testamento Cristo fue ante sus
contemporáneos no solamente el gran liberador sino el promotor de la verdadera
dignidad de la mujer. Provocando a veces estupor, incluso llegando al límite del
escándalo: “Se sorprendían de que hablara con una mujer” (Juan 4,27). Quisiera que ojalá en sus pequeñas
comunidades leyeran y reflexionarán sobre los siguientes textos bíblicos:
-
Lucas
7,39
-
Mateo
21,31
-
Mateo
19,3-9
Reflexionando
desde el pensamiento bíblico, ¿Podemos
descubrir la acción salvadora de Jesús, su justicia, el amor a la verdad, al
derecho de la persona como tal, a la dignidad y respeto de la mujer?.
Denunciemos
y reprochemos la opresión y las actitudes machistas. Valdría la pena preguntarnos
y compartir como se vive hoy la dignidad de la mujer en sus diferentes
entornos: En pareja, con los hijos, en lo laboral, en lo político, en el mundo
de la academia y de la ciencia y en la iglesia.
¿Qué hacer para que se valore y
respete la dignidad de la mujer?
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sabia, ¿Quién la hallará?. Es de gran valor. Proverbios 31,10.
Roberto Zamudio
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