LA
MISERICORDIA DESDE LA DIGNIDAD DE LA MUJER
Continuando con nuestra reflexión sobre la
Misericordia con Rostro de Mujer, este mes compartiremos acerca de
la dignidad. ¿Cuándo
nos dignificamos?: Cuando nos
amamos a nosotros(as) mismos(as), a tal punto que no permitimos que se nos
utilice, se nos maltrate y se nos violente, cuando enseñamos a nuestras
familias sobre el respeto y el amor a sí mismos(as), a Dios, al prójimo y a
todo lo demás creado por Él.
La Palabra dignidad es la cualidad de quien se
hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con
respeto hacia sí mismo(a) y hacia los demás y no deja que le humillen ni
degraden. Dignificar a la persona es respetarla en sus derechos y
libertades. Por eso Eva, símbolo de
vida, como reflexionamos el mes anterior, debe siempre propiciar la existencia
suya y del otro, comenzando por sentirse bien, igual a todas las personas que
hay a su
alrededor, ni más
ni menos, con
derechos y deberes, compartidos con todos los integrantes
de su familia, no es el ama de casa, sino la que ama su casa y la enseña a
amar. La mujer digna es administradora de su vida y de su familia, sabe
organizar, distribuir roles y tareas incluyendo a todos los que viven con ella,
tiene proyectos, metas, es productiva socialmente.
Seamos sinceras, no será que nosotras mismas no
nos dignificamos, cuando no nos damos el lugar que nos corresponde como
mujeres, como seres humanos, Dios nos creo diferentes con el hombre, pero con igualdad de
derechos, solo que con un alto desarrollo de la ternura, de darnos por los
seres que amamos, con una capacidad intelectual y creativa que nos permita
empoderarnos de nuestra propia vida, sin depender emocionalmente sino
del Ser que nos creo
y que nunca
querrá vernos subvaloradas, violentadas, maltratadas en
ninguna de sus dimensiones, como tampoco pasándose al otro lado, violentando,
maltratando y realizando acciones que tampoco dignifican al hombre. Será que
embriagándonos, teniendo uno y otra relación
amorosa por donde vayamos, maltratando física y psicológicamente, creando
dependencia emocional y económica, que sea el hombre quien se quede en casa y realice
todas las labores del hogar, dejando el
hogar semiabandonado por “hacer la propia voluntad”. ¿Será que eso es la
igualdad, será que eso dignifica?
Miremos como Dios dignifica a la mujer y no la
subvalora o excluye. El modo como trató
Jesús a las mujeres indica que tanto Él como su Padre las respetan y que de
ninguna manera aprueban la tiranía a la que se ven sometidas con tanta
frecuencia con prejuicios raciales y sexistas. De hecho, a la mujer samaritana
fue la primera persona a quien le reveló que Él era el Mesías (Juan 4:7-9,25,26).
En otra ocasión se acercó a Jesús una mujer que
por doce años había sufrido de flujo de sangre, una enfermedad que la
avergonzaba y le restaba energías. Cuando ella lo tocó, se sanó al instante.
“Jesús se volvió y, al observarla, dijo: ‘Ten ánimo, hija; tu fe te ha devuelto
la salud’.” (Mateo 9:22.) La Ley de Moisés estipulaba que una mujer en su
estado no podía mezclarse con la gente, ni mucho menos tocar a nadie. Pero
Jesús no la regañó, sino que la confortó con compasión y hasta la llamó “hija”.
¡Cuánto tuvo que tranquilizarla oír aquellas palabras! ¡Y qué feliz debió de
sentirse Jesús al curarla!
Después de resucitar, Jesús se apareció en primer
lugar a María Magdalena y a otra de
sus discípulas, a
quien la Biblia
llama “la otra
María”. Aunque pudo haberse aparecido primero a Pedro, a Juan o
a algún otro de sus seguidores varones, dignificó a las mujeres permitiendo que
los primeros testigos de su resurrección fueran ellas. Un ángel les ordenó que
contaran a los discípulos aquel acontecimiento, luego, Jesús les dijo: “Vayan,
informen a mis hermanos” (Mateo 28:1, 5-10). Él no se dejó influenciar en
lo más mínimo
por los prejuicios que en su tiempo
reinaban en la comunidad judía, como el de que las mujeres no podían
servir de testigos en un juicio.
Mencionemos también a la mujer de Proverbios 31, “la
esposa capaz” que es enérgica y hacendosa. Trabaja con esmero en lo que es “el
deleite de sus manos”. Hasta compra y vende propiedades; por ejemplo, ve un
campo y lo compra. Comercia con prendas de vestir que ella misma confecciona, y
además suministra cinturones a los mercaderes. No es perezosa. Por otro lado,
sus palabras destilan sabiduría y bondad, y se valoran muchísimo. De ahí que su
marido, sus hijos y, lo más importante aún, Dios, la tengan en tan alta estima.
Las mujeres que conforman un hogar, no deberían ser las víctimas de hombres que
se aprovechen de ellas, que las maltraten o que las sometan a abusos; más bien,
han de ser el feliz y virtuoso “complemento” reciproco con sus esposos. Para
esto tenemos como modelo a María y José quienes por mantener una relación
fuerte con el Dios de la vida lograron sostener un hogar según el proyecto de
Dios, de más que todo no fue color
de rosa, pero contando
con Dios se obtiene
la sabiduría para enfrentar las situaciones.
Veremos este mes dos mujeres de la Biblia, Sara y
Agar a través de la clave de la dignidad, lograremos interiorizar otros
aspectos. La mujer digna asume su papel y no se doblega ante el qué dirán y
acepta la voluntad de Dios. Mujeres,
estamos llamadas a ser “Fuerza Generadora de Vida”, con nuestra manera de hablar,
comportarnos, sentir, hacernos
hijas de Dios,
sencillas, compasivas,
bondadosas, humildes, sabias y adheridas a la guía de Él para transformar
nuestro entorno, con el poder que viene de Él, y al estilo de María de
Nazareth.
¡Tengamos
siempre presente que no podemos dividirnos y que juntas(os), mujeres y hombres,
debemos forjar un mundo donde se mantengan vivos los sueños, se ame la vida, la
creación y se formen generaciones más humanas, fraternas y espirituales!.
El Dios de la vida y el amor les Bendiga.
Ivonne Tautiva
Servidora
Pequeña Comunidad Casa Abierta
PROMESA
BÍBLICA
Mujer
sabia, ¿Quién la hallará?. Es de gran valor. Proverbios 31,10.