“TODO SIRVE PARA
MANIFESTAR LA PRESENCIA DE DIOS”
PRIMERA LECTURA
JONÁS 1,1-2,1-11
“Se levantó Jonás para huir lejos del
Señor”
Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del
Señor: "Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella:
"Su maldad ha llegado hasta mí."" Se levantó Jonás para huir a
Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para
Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del
Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran
tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los
marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar,
para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave,
dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué
duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de
nosotros, para que no perezcamos." Y decían unos a otros: "Echemos
suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad." Echaron
suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: "Dinos, ¿por qué
nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es
tu país? ¿De qué pueblo eres?" Él les contestó: "Soy un hebreo; adoro
al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme." Temieron
grandemente aquellos hombres y le dijeron: "¿Qué has hecho?" Pues
comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. Entonces le
preguntaron: "¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?"
Porque el mar seguía embraveciéndose. Él contestó: "Levantadme y arrojadme
al mar, y el mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta
terrible tormenta." Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no
podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor,
diciendo: "¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos
hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como
quieres." Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó
su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio
al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a
Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas.
El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El libro de Jonás es como una parábola extensa,
o como una novela corta, que deja preciosas enseñanzas: sobre la misericordia
sorprendente de Dios, y sobre la inesperada respuesta de Jonás y la respuesta
misma que muchas veces nosotros damos.
Si hay una especie de constante en la Biblia es
que a Dios le cuesta conseguir ayudantes. Moisés se queja de que no sabe
hablar, Gedeón de que su familia es poco importante, Jeremías de que es muy
joven, y Jonás, ya lo vemos hoy, no quiere ir a donde le envía el Señor, ni
hacer lo que él le manda y sale huyendo de su destino.
Miremos la primera actitud de Jonás, la
resistencia al llamado. Dios llama a Jonás para una misión, pero Jonás se
resiste. Oyó la voz de Dios, y huyó de esa voz. Y lo que a él se le ocurrió
para huir, fue tomar un barco para irse muy lejos. La historia continúa en que el
barco está a punto de naufragar, la gente se pregunta qué está sucediendo, y
Jonás tiene la honestidad de reconocer que él, con su rebeldía, ha trastornado
el orden de las cosas, y que la única solución es que lo boten a él por la
borda del barco. Así sucede, y ahí es cuando Jonás queda en el vientre del
cetáceo, tres días y tres noches.
El relato también nos habla del corazón de
Jonás: es un hombre que ama la justicia más que la propia vida. Es capaz de
reconocer dónde está lo malo y dónde lo bueno, aunque ello implique morir él
mismo. Por algo Dios le tiene una misión que consiste precisamente en denunciar
el mal.
Reconozcamos que la voz de Dios, aunque Dios sea
la fuente de toda bondad, es a veces una voz difícil de aceptar. Al igual que
Jonás, Dios quiere que escuchemos su voz, cada uno de nosotros tiene un encargo
del Señor, tenemos una misión,: y es ser sus testigos para el mundo. No es
tarea fácil. Tal vez la realidad que nos rodea sea peor que Nínive y nos haga
sentir miedo y dudar de que las cosas puedan cambiar. Tal vez sintamos la
tentación de huir o permanecer indiferentes, creyendo que no somos capaces de
transformar el mundo para Dios … pero entonces ¿Quién hará el trabajo?.
Volvamos nuestra mirada a Jesús y aprendamos de Él, que aún en los momentos más
difíciles de su vida, permaneció fiel al Padre, y triunfó y cumplió su misión.
Interleccional: Jonás 2,3-8
R. / Sacaste mi vida
de la fosa, Señor.
En mi aflicción clamé al Señor,
y me atendió;
desde el vientre del infierno pedí auxilio,
y escuchó mi clamor. R.
Me arrojaste a lo profundo en alta mar,
me rodeaban las olas,
tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí. R.
Yo dije: "Me has arrojado de tu presencia;
quien pudiera ver de nuevo tu santo
templo." R.
Cuando se me acababan las fuerzas
me acordé del Señor;
llegó hasta ti mi oración,
hasta tu santo templo. R.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 10,25-37
“¿Quién es mi
prójimo?”
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la
Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que
hacer para heredar la vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en
la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al Señor, tu, Dios
con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu
ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto
y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse,
preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un
hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo
desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por
casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó
de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un
rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a
donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las
heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo
llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y,
dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo
te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como
prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que
practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo
mismo." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Estamos ante una lectura que, cada vez que la escuchamos, toca la
sensibilidad de nuestro corazón. Esta parábola nos sitúa ante una pregunta
fundamental: “¿Y quién es mi prójimo?”. Cuatro personajes están en el camino de
Jerusalén a Jericó. Uno sin nombre, que se debate entre la vida y la muerte.
Dos representantes del sistema religioso de la capital y otro, de procedencia
samaritana. Sus actitudes ante el hombre medio muerto hablan por sí solas y
revelan en profundidad la calidad humana que anida en sus corazones. El
sacerdote y el levita ven al herido y pasan de largo. El samaritano, en cambio,
lo ve y se compadece. Lucas nos muestra en detalle la actitud del samaritano,
sobre quien pesaban muchos prejuicios negativos. En el sentimiento de compasión
es donde se diferencian los personajes religiosos y el samaritano. Todos pueden
ver al hombre caído, pero no todos se ponen en su lugar. El samaritano sana y
venda las heridas, monta al herido en su cabalgadura, lo conduce a la posada y
cuida de él. Asume los gastos, invita al posadero, y nos invita también a las
comunidades y a los creyentes de hoy a cuidar la vida amenazada de nuestro
prójimo.
ORACIÓN
Amado Dios que caminas
con nuestras debilidades, gracias por enseñarnos, motivarnos y ser paciente,
hasta lograr que nuestro ser asimile tu proyecto, lo anhele y luche por
alcanzarlo. Por favor desde el corazón te decimos que deseamos amarte amarnos y
amar a nuestro prójimo hasta el extremo, solo así lograremos reconocer tu
acción en el mundo. Amén.
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