martes, 1 de octubre de 2013

Domingo 27 de octubre de 2013

  
“LA ORACIÓN SINCERA ES ESCUCHADA POR EL SEÑOR”

PRIMERA LECTURA
ECLESIÁSTICO 35, 12-14. 16-18

“Los gritos del pobre atraviesan las nubes”

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia. Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

SALMO RESPONSORIAL: 33
R. /  Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento,
 su alabanza está siempre en mi boca;
 mi alma se gloría en el Señor:
 que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
 para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
 y lo libra de sus angustias. R.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R.
    
OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
El salmista nos participa su experiencia del amor de Dios y nos invita a ser nosotros mismos esa experiencia, Jesús, más que nadie en este mundo, puede hablarnos del amor de Dios y puede hacérnoslo comprender en toda su profundidad.    

SEGUNDA LECTURA
2TIMOTEO 4, 6-8. 16-18

“Ahora me aguarda la corona merecida”

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone.
Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león.
El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Pablo a su discípulo Timoteo en esta segunda lectura hace sobresalir el tema de la justicia, donde Dios se revela como juez justo, el apóstol se declara como merecedor de una corona de justicia. Porque ha peleado el buen combate, ha terminado la carrera, se ha mantenido fiel en la fe. El premio alcanza también a quienes toman parte con fidelidad en el seguimiento de Cristo Jesús ( discipulado), que se hace vida en los rostros de los sufrientes, los enfermos, los huérfanos, las viudas y excluidos. Aún cuando, humanamente hablando, todos nos pueden abandonar en el momento que más lo necesitamos, Jesús, el Señor, mantiene su fidelidad y hace justicia a quien justicia suplica y practica. El que se dedica a los asuntos del Señor sabe que estará en los ojos y en la boca de todos, pero cuenta con un abogado seguro, que lo defenderá: Jesús.    

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 18, 9-14

“El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no”

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:

"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
La mayor parte de las parábolas de Jesús tienen como telón de fondo la vida de las aldeas de Galilea y refleja distintas experiencias de vida del campesinado. Solamente unas pocas se salen de este marco. Una de éstas es la del fariseo y el recaudador que se sitúa en contexto urbano y, más en concreto, en la ciudad de Jerusalén: en el recinto del templo, el lugar propicio para obtener la purificación y redención de los pecados.
La influencia y atracción del templo para los judíos se extendía incluso más allá de las
fronteras de Palestina, como lo mostraba claramente la obligación del pago del impuesto al templo por parte de los judíos que no vivían en Palestina. Pagar ese impuesto se había
convertido en tiempos de Jesús en un acto de devoción hacia el templo, porque éste hacía posible que los judíos mantuviesen una relación saludable con Dios.
En tiempos de Jesús, el cobro de impuestos no lo hacían los romanos directamente,
sino indirectamente, adjudicando puestos de arbitrios y aduanas a los mejores postores, que solían ser gente de las élites urbanas o aristocracia. Estas élites, sin embargo, no regentaban las aduanas, sino que, a su vez, dejaban la gestión de las mismas a gente sencilla, que recibía a cambio un salario de subsistencia. Los recaudadores de impuestos practicaban sistemáticamente el pillaje y la extorsión de los campesinos. Debido a esto, el pueblo tenía hacia estos cobradores de impuestos la más fuerte hostilidad, por ser colaboracionistas con el poder romano. La población los odiaba y los consideraba ladrones. Tan desprestigiados estaban que se pensaba que ni siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados,
pues para ello tendrían que restituir todos los bienes extorsionados, más una quinta parte, tarea prácticamente imposible al trabajar siempre con público diferente. Esto hace pensar que el recaudador de la parábola era un blanco fácil de los ataques del fariseo, pues era pobre, socialmente vulnerable, virtualmente sin pudor y sin honor, o lo que es igual, un paria considerado extorsionador y estafador.
En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco es como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace  (ayunar, dar el diezmo...), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás). El fariseo decimos que ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que gana. Hace incluso más de lo que está mandado en la Torá.

ORACIÓN

Amigo Jesús, queremos que nuestra  oración sea siempre sincera. Perdónanos por las veces en que la oración ha sido farisaica, es decir vacía y  fría de corazón. No llegamos a Ti para juzgar a los demás, sino en amor misericordioso, a interceder  por ellos, colocando sus debilidades y miserias en tus benditas manos. Ayúdanos a ser sinceros delante de Ti, a asumir nuestra limitación y pecado y confiar en tu bendita misericordia. Corrígenos y guíanos, para que podamos sentirnos justificados por tu gracia y animados a seguir en el proceso de construir tu Reino en medio de nuestra realidad. Amén 

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