martes, 1 de octubre de 2013

Jueves 17 de octubre de 2013


“LA FE JUSTIFICA Y HACE VISIBLE EL OBRAR”

PRIMERA LECTURA
ROMANOS 3,21-30ª

“El hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley”

Hermanos: Ahora, la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a los que creen sin distinción alguna. Por la fe en Jesucristo viene la justicia. Dios hace justos a todos los que creen. Pues no hay diferencia: todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios. Pero Dios, en su bondad y gratuitamente, los hace justos, mediante la liberación que realizó Cristo Jesús. Dios hizo que Cristo, al derramar su sangre, fuera el instrumento del perdón. Este perdón se alcanza por la fe. Así quería Dios mostrar cómo nos hace justos: perdonando los pecados que habíamos cometido antes, porque él es paciente. Él quería mostrar en el tiempo presente cómo nos hace justos; pues así como él es justo, hace justos a los que creen en Jesús.
¿Dónde, pues, queda el orgullo del hombre ante Dios? ¡Queda eliminado! ¿Por qué razón? No por haber cumplido la ley, sino por haber creído. Así llegamos a esta conclusión: que Dios hace justo al hombre por la fe, independientemente del cumplimiento de la ley.
¿Acaso Dios es solamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de todas las naciones? ¡Claro está que lo es también de todas las naciones, pues no hay más que un Dios. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
La Carta a los Romanos tiene un esquema central: mostrar que toda la humanidad está necesitada de salvación, y luego mostrar que Dios ha provisto esa salvación como un regalo en el sacrificio de su Hijo. Sobre esta base, afirmar que la fe es la condición única para acoger ese regalo. Con la fe nos abrimos a la gracia y accedemos a la vida como hijos de Dios, que es vida en el Espíritu y en comunión de amor y servicio con los demás hermanos.

Dentro de ese esquema comprendemos las grandes afirmaciones que Pablo hace hoy, y que vienen precedidas por lo que hemos oído los días anteriores sobre la presencia altanera y general del pecado. La clave está en esos versículos: "todos pecaron, todos están privados de la presencia salvadora de Dios; pero todos son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención llevada a cabo por medio de Cristo Jesús" (Rom 3,23-24).

Así, la presencia universal del pecado termina siendo sólo el prólogo inesperado a la presencia universal de la bendición, de la gracia y de la gloria. Todo orgullo queda derribado y sólo Dios es ensalzado.

SALMO RESPONSORIAL: 129
R. / Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.

Mi alma espera en el Señor,
espera en tu palabra;
mi alma aguarda al Señor. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
Humilde reconocimiento del pecado y acto de confianza en el perdón de Dios para el salmista y para todo el pueblo. Con la misma convicción de que todos necesitamos el perdón de Dios podemos hacer nuestras Las palabras del salmista. En Cristo, Dios concede a todos el perdón.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 11,47-54

“Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías”

¡Ay de ustedes!, que construyen los sepulcros de los profetas a quienes los antepasados de ustedes mataron.
Con eso dan a entender que están de acuerdo con lo que sus antepasados hicieron, pues ellos los mataron y ustedes construyen sus sepulcros.
"Por eso, Dios en su sabiduría dijo: 'Les mandaré profetas y apóstoles, y matarán a algunos de ellos y perseguirán a otros.' Pues a la gente de hoy Dios le va a pedir cuentas de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde que se hizo el mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Por lo tanto, les digo que Dios pedirá cuentas de la muerte de ellos a la gente de hoy.
"¡Ay de ustedes, maestros de la ley!, que se han apoderado de la llave del conocimiento; pero ni ustedes mismos entran ni dejan entrar a los que quieren hacerlo."
Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la ley y los fariseos se enojaron mucho, y comenzaron a molestarlo con muchas preguntas, tendiéndole trampas para atraparlo en sus propias palabras. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Ayer decíamos que la ley que Dios había dado para el bien y la salvación del ser humano, ellos, los fariseos y maestros de la ley, la convirtieron en una carga insoportable, debido a lo que exigian en su doctrina. Pusieron la ley como único absoluto. Recordemos que las comunidades primitivas cristianas compartían hasta cierto punto el mismo espacio y las mismas instituciones religiosas del judaísmo. La gran dificultad para estos primeros creyentes cristianos fue establecer hasta qué punto la normativa religiosa judía les obligaba también a ellos.

Jesús nos muestra la posición que debemos adoptar: no se puede, sin perjudicar a las conciencias y sin desdibujar la auténtica imagen del Dios de la justicia, hacer de la norma algo absoluto. Tampoco se puede poner la ley por encima del ser humano, haciendo de él un ser deshumanizado y deshumanizante. Convendría que nos pudiéramos confrontar diariamente con este texto, para dejarnos interpelar por Jesús. Seguramente tendríamos que reconocer que en muchas de nuestras palabras nos encontramos involucrados en las mismas actitudes de los fariseos frente a la ley, en tiempos de Jesús.

ORACIÓN
En este nuevo día Señor, reflexionamos y nos abandonamos en tu bendita misericordia. Reconocemos que solos(as), no podemos, somos débiles, y nos falta fuerza, por eso necesitamos de tu presencia que  nos fortalece. Aleja hoy todo miedo y llénanos de tu Espíritu de Paz, enséñanos la forma de entrar en tu presencia y permitir que otros lo hagan también. Saca hoy todo sentimiento, pensamiento, y palabra de derrota que nos impida llegar a tu encuentro de bendición. Haz que nuestra fe se justifique a través de nuestras obras. Amén.



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