Sábado
3ª semana de Cuaresma
“DELANTE DE DIOS LO
IMPORTANTE ES LA MISERICORDIA”
PRIMERA
LECTURA
OSEAS
6,1-6
“Quiero
misericordia, y no sacrificios”
Vamos
a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos
vendará. En dos días nos sanará; al tercero nos resucitará; y viviremos delante
de él. Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como la aurora, y su
sentencia surge como la luz. Bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como
lluvia tardía que empapa la tierra.
"¿Qué
haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá? Vuestra piedad es como nube
mañanera, como rocío de madrugada que se evapora. Por eso os herí por medio de
los profetas, os condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no
sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN:
El
profeta nos recuerda que Dios conoce el corazón de los hombres, sabe quien lo
busca sinceramente y quien no. El discurso puesto en boca del pueblo pareciera
una actitud de conversión a tener en cuenta como válida y duradera, pero el
Profeta la denuncia como falsa y efímera. Miremos con calma la palabra que nos
da. Ante todo esa "misericordia" es una palabra hebrea de no fácil
traducción. Es la famosa "jésed" que significa también
"lealtad", "fidelidad", "piedad" y
"gracia"... Indica la dulzura de un lenguaje común, algo así como esa
atmósfera de entendimiento en el amor que tienen quienes comparten unas mismas
convicciones, unos mismos afectos, es decir: los que están en comunión. Cuando
el Señor dice: "yo quiero jésed y no sacrificios", está refiriéndose
a esa relación entrañable de proximidad y amor. Los "sacrificios" son
un modo de establecer un pacto con Dios, un modo de negociar con él. Y eso es
detestable para quien quiere que exista una atmósfera de amor y comunión. El
sacrifico y el holocausto tienen una lógica que puede volverse ciega y mezquina
en su repetición: hago esto y Dios hará aquello. Es preciso estar conscientes,
darse cuenta de quién es el que nos llama y con quién estamos tratando. No es
una ley anónima, no es una energía sin nombre, no es destino ciego: es el Dios
vivo y verdadero y hay que saber quién es Él y qué quiere para agradarle y
vivir la "jésed" que Él espera de nosotros.
SALMO
RESPONSORIAL: 50
R.
/ Quiero misericordia, y no sacrificios.
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por
tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava
del todo mi delito,
limpia
mi pecado. R.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si
te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi
sacrificio es un espíritu quebrantado;
un
corazón quebrantado y humillado,
tú
no lo desprecias. R.
Señor,
por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye
las murallas de Jerusalén:
entonces
aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas
y holocaustos. R.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS
18,9-14
“EL
PUBLICANO REGRESÓ A SU CASA JUSTIFICADO, EL FARISEO NO”
Jesús
contó esta otra parábola para algunos que, seguros de sí mismos por
considerarse justos, despreciaban a los demás: "Dos hombres fueron al
templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran
impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: 'Oh Dios, te doy gracias
porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros, ni como
ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima
parte de todo lo que gano.' Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta
distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho y decía: '¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!'
Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo, pero el
fariseo no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se
humilla, será engrandecido." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Un cristianismo
marcado por el signo de la piedad moralizante hace creer que unos cristianos
son mejores que otros. Lucas viene contraponiendo dos maneras de acercarse a
Dios. El juez y la viuda, primera pareja que muestra que Dios está de parte de
los oprimidos; la siguiente pareja está compuesta por Juan el Bautista y el
mismo Jesús. En cada una de ellas, Lucas contrapone dos maneras de orar. En el
texto de hoy contrapone la oración arrogante del fariseo a la sencilla y
confiada del recaudador de impuestos. El fariseo, satisfecho por su condición
de hombre justo, no pide nada a Dios. Por su fidelidad a la observancia
religiosa, es Dios quien le tendría que estar agradecido. La otra figura es el
recaudador de impuestos. Su oración es una petición, reconociendo su condición
de pecador. Su petición confiada obtendrá la misericordia de Dios, mientras que
la acción de gracias arrogante del fariseo, que cree que se lo merece todo por
sus obras, será rechazada. Lucas contrasta la figura del creyente seguro de sí
mismo con la del marginado religiosamente, que confía en el amor y misericordia
de Dios.
El evangelio de hoy
nos dice: ¡No! Ante Dios no podemos llegar con orgullo, haciendo alarde de
nuestras capacidades mundanas, despreciando a los que “tienen” menos. Es
preciso reconocer ante sí y ante Dios nuestra pequeñez, y que estamos
dispuestos a transformarnos y a hacer el bien, multiplicando solidaridad,
construyendo igualdad, demostrando con gestos visibles y concretos fraternidad.
Jesús sabía muy bien que, para que acaeciera el Reino, Dios había elegido a los
pequeños.
ORACIÓN
Señor
que con la ayuda de Tu Palabra, estamos reconociendo que nos quieres semejantes
a Ti en amor y misericordia. Qué doloroso es ver como aún nos falta tanto para
reflejar un nuevo rostro tuyo. Has que
nos duelan las entrañas ante el dolor
ajeno, así como Tú
te condoliste por nosotros(as).
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