viernes, 1 de marzo de 2013

Domingo 10 de Marzo de 2013


 Domingo 4º de Cuaresma

“EL SEÑOR RENUEVA NUESTRA VIDA SI ABRIMOS EL CORAZÓN”

PRIMERA LECTURA
JOSUÉ 5, 9a. 10-12

“El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en la tierra prometida”

En aquellos días, el Señor dijo a Josué: "Hoy os he despojado del oprobio de Egipto."

Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.

El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas.

Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán. Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
La primera lectura, nos presenta un elemento fundamental para la liturgia, que es la celebración de la Pascua en el desierto. Algo importante ha terminado, el camino por el desierto,  el  “oprobio de Egipto”.

En los vv.10-12 el texto nos habla también del  fin del maná, que es el símbolo de la peregrinación por el desierto. Egipto y desierto han llegado a su fin, ahora se está en la tierra que nos alimenta y donde debemos ser fieles a la alianza expresada en la circuncisión, alianza que ha hecho que dejen de ser “gentiles”, para pasar a ser “pueblo”. La temática de la alimentación (“comer”, “pascua”, “maná”) marca esta unidad. Es interesante que el éxodo comienza con una pascua y finaliza con otra, como la peregrinación está marcada por la aparición del maná y clausurada por su culminación.

Esta celebración no sólo marca la culminación de un período sino el comienzo de uno nuevo, y este período está marcado por la memoria de los acontecimientos salvadores de Dios en el éxodo y el desierto. Es interesante notar la importancia que da esta unidad a los tiempos: “catorce del mes”, “día siguiente”, “ese mismo día”, “al día siguiente”, “aquel año”, un tiempo nuevo ha comenzado, y la celebración de la pascua es signo de ello.
  
SALMO RESPONSORIAL: 33
R. / Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
 me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.

SEGUNDA LECTURA
2 CORINTIOS 5, 17-21

“Dios, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo”
Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Pablo nos ha dicho cómo se ve él ante Dios. Ahora señala que todo esto es obra de Cristo. Un nuevo juego de opuestos entre uno y todos da sentido a la muerte de Cristo. Y porque estamos reconciliados -se reconcilia el mundo, Somos solidarios con la muerte de Cristo, como su muerte es solidaria con nosotros, no debe preocuparnos que se desmorone el hombre exterior que llevamos; por el contrario, eso significa una muerte a ese hombre y la irrupción de la novedad de Cristo en nosotros, un nuevo hombre interior que nace, novedad que es presentada como nueva creación. 

Estar en Cristo, muestra una in-corporación, entrar en un cuerpo, fundirse en la realidad que es Cristo.   Sumergiéndonos en Cristo ya viviremos para él y seremos justicia de Dios.


LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 15, 1-3. 11-32

"Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido"
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."

Jesús les dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.

Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."

Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.

Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. "

Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."

Y empezaron el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.

Éste le contesto: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."

Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."

El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Palabra del Señor.

 REFLEXIÓN
Sabemos el lugar central que da el evangelio de Lucas a la “misericordia”. Se ha de ser misericordioso como lo es el Padre (6,36), y -como el “buen samaritano”- el oyente debe “hacer lo mismo”. Asi que mas que llamar esta parábola como la del hijo prodigo, la hemos de llamar la del Padre misericordioso.
Por una parte, nos muestra al hijo menor con una serie de elementos muy críticos para cualquier judío: “país lejano”, “vida libertina/prostitutas”, “pasar necesidad”, “cuidar cerdos”, no le dan ni siquiera algarrobas, que es comida preferentemente de animales (¿las debe robar?), hasta el punto que pretende volver “a su padre” como un asalariado. Hay que prestar atención a palabras como “no merezco” (vv.19.21) y “es bueno/conviene” (v.32), a las que volveremos. Descubriendo su miseria el hijo parte “hacia su padre” (no dice a su casa, aunque se supone “pros”; vv.18.20), el hijo mayor es quien no entra “en la casa” (v.25). El movimiento de partida y regreso del hijo es semejante al perder-encontrar, y más aún a la muerte-resurrección (con este paralelismo termina la intervención del padre y vuelve a repetirse al intervenir el hijo mayor).
El hijo ha preparado un discurso, pero el padre no le permite terminarlo, no se le gana en generosidad e iniciativa: no sólo -contra las costumbres orientales- “corre” al encuentro del hijo al que ve de lejos, sino que le devuelve la filiación que había “perdido”: eso significan el anillo (sello), las sandalias y el mejor vestido, digno de un huésped de honor. La alegría del padre queda reflejada, además, en la fiesta por “este hijo mío”.
El hermano mayor, que viene de cumplir con sus responsabilidades de hijo no quiere ingresar a la casa y participar de la fiesta. Nuevamente el padre sale al encuentro de un hijo y debe escuchar los reproches. El mayor se niega a reconocerlo como hermano (“ese hijo tuyo”) cosa que el padre le recuerda (“tu hermano”). El padre no le niega razón a que el hijo mayor “jamás desobedeció una orden”, es un “siempre fiel”, uno que “está siempre con el padre” y todo lo suyo le pertenece, pero el padre quiere ir más allá de la dinámica de la justicia: el menor “no merece”, pero “es bueno” festejar. La misericordia supone un salir hacia los otros, los pecadores que -por serlo- no merecen, pero el amor es siempre gratuito y va más allá de los merecimientos, mira al caído. Los fariseos y escribas son modelos de grupos “siempre fieles”, pero su negativa a recibir a los hermanos que estaban muertos y vuelven a la vida los puede dejar fuera de la casa y de la fiesta. Los mayores también pueden irse de la casa si no imitan la actitud del padre, o pueden ingresar y festejar si son capaces de recibir a los pecadores y comer con ellos.

ORACIÓN
Mil gracias  te damos  porque nos has renovado,  resucitado y ahora somos  tus hijas(os), has hecho tantas cosas por y en nosotras(os) que las palabras se quedan cortas, pero Tú que conoces nuestro  interior sabes cuánto necesitamos sanar nuestra existencia y lo estás logrado. Gracias. Te amamos.

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