Domingo
4º de Cuaresma
“EL SEÑOR RENUEVA
NUESTRA VIDA SI ABRIMOS EL CORAZÓN”
PRIMERA
LECTURA
JOSUÉ
5, 9a. 10-12
“El
pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en la tierra prometida”
En
aquellos días, el Señor dijo a Josué: "Hoy os he despojado del oprobio de
Egipto."
Los
israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día
catorce del mes, en la estepa de Jericó.
El
día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra:
panes ázimos y espigas fritas.
Cuando
comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no
tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de
Canaán. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La primera lectura, nos presenta un elemento
fundamental para la liturgia, que es la celebración de la Pascua en el
desierto. Algo importante ha terminado, el camino por el desierto, el
“oprobio de Egipto”.
En los vv.10-12 el texto nos habla también del fin del maná, que es el símbolo de la peregrinación
por el desierto. Egipto y desierto han llegado a su fin, ahora se está en la
tierra que nos alimenta y donde debemos ser fieles a la alianza expresada en la
circuncisión, alianza que ha hecho que dejen de ser “gentiles”, para pasar a
ser “pueblo”. La temática de la alimentación (“comer”, “pascua”, “maná”) marca
esta unidad. Es interesante que el éxodo comienza con una pascua y finaliza con
otra, como la peregrinación está marcada por la aparición del maná y clausurada
por su culminación.
Esta celebración no sólo marca la culminación de un
período sino el comienzo de uno nuevo, y este período está marcado por la
memoria de los acontecimientos salvadores de Dios en el éxodo y el desierto. Es
interesante notar la importancia que da esta unidad a los tiempos: “catorce del
mes”, “día siguiente”, “ese mismo día”, “al día siguiente”, “aquel año”, un
tiempo nuevo ha comenzado, y la celebración de la pascua es signo de ello.
SALMO
RESPONSORIAL: 33
R.
/ Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo
al Señor en todo momento,
su
alabanza está siempre en mi boca;
mi
alma se gloría en el Señor:
que
los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad
conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos
juntos su nombre.
Yo
consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo,
y quedaréis radiantes,
vuestro
rostro no se avergonzará.
Si
el afligido invoca al Señor,
él
lo escucha y lo salva de sus angustias. R.
SEGUNDA
LECTURA
2 CORINTIOS
5, 17-21
“Dios, por medio de
Cristo, nos reconcilió consigo”
Hermanos: El que es de
Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de
Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el
ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo
estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus
pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación.
Por eso, nosotros
actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por
nuestro medio.
En nombre de Cristo os
pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado
Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él,
recibamos la justificación de Dios. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Pablo nos ha dicho cómo se ve él ante Dios. Ahora
señala que todo esto es obra de Cristo. Un nuevo juego de opuestos entre uno y
todos da sentido a la muerte de Cristo. Y porque estamos reconciliados -se
reconcilia el mundo, Somos solidarios con la muerte de Cristo, como su muerte
es solidaria con nosotros, no debe preocuparnos que se desmorone el hombre
exterior que llevamos; por el contrario, eso significa una muerte a ese hombre
y la irrupción de la novedad de Cristo en nosotros, un nuevo hombre interior
que nace, novedad que es presentada como nueva creación.
Estar en Cristo, muestra una in-corporación, entrar
en un cuerpo, fundirse en la realidad que es Cristo. Sumergiéndonos en Cristo ya viviremos para él
y seremos justicia de Dios.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS
15, 1-3. 11-32
"Este hermano
tuyo estaba muerto y ha revivido"
En
aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése
acoge a los pecadores y come con ellos."
Jesús
les dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo
a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El
padre les repartió los bienes.
No
muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país
lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando
lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él
a pasar necesidad.
Fue
entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus
campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las
algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando
entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de
pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi
padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se
puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo
vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a
besarlo.
Su
hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo. "
Pero
el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo;
ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y
matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y
empezaron el banquete.
Su
hijo mayor estaba en el campo.
Cuando
al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de
los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste
le contesto: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero
cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él
se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y
él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin
desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener
un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido
tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El
padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo:
deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido;
estaba perdido, y lo hemos encontrado." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Sabemos el lugar central que da el evangelio de
Lucas a la “misericordia”. Se ha de ser misericordioso como lo es el Padre
(6,36), y -como el “buen samaritano”- el oyente debe “hacer lo mismo”. Asi que
mas que llamar esta parábola como la del hijo prodigo, la hemos de llamar la
del Padre misericordioso.
Por una parte, nos muestra al hijo menor con una
serie de elementos muy críticos para cualquier judío: “país lejano”, “vida
libertina/prostitutas”, “pasar necesidad”, “cuidar cerdos”, no le dan ni
siquiera algarrobas, que es comida preferentemente de animales (¿las debe
robar?), hasta el punto que pretende volver “a su padre” como un asalariado.
Hay que prestar atención a palabras como “no merezco” (vv.19.21) y “es
bueno/conviene” (v.32), a las que volveremos. Descubriendo su miseria el hijo
parte “hacia su padre” (no dice a su casa, aunque se supone “pros”; vv.18.20),
el hijo mayor es quien no entra “en la casa” (v.25). El movimiento de partida y
regreso del hijo es semejante al perder-encontrar, y más aún a la
muerte-resurrección (con este paralelismo termina la intervención del padre y
vuelve a repetirse al intervenir el hijo mayor).
El hijo ha
preparado un discurso, pero el padre no le permite terminarlo, no se le gana en
generosidad e iniciativa: no sólo -contra las costumbres orientales- “corre” al
encuentro del hijo al que ve de lejos, sino que le devuelve la filiación que
había “perdido”: eso significan el anillo (sello), las sandalias y el mejor
vestido, digno de un huésped de honor. La alegría del padre queda reflejada,
además, en la fiesta por “este hijo mío”.
El hermano
mayor, que viene de cumplir con sus responsabilidades de hijo no quiere
ingresar a la casa y participar de la fiesta. Nuevamente el padre sale al
encuentro de un hijo y debe escuchar los reproches. El mayor se niega a
reconocerlo como hermano (“ese hijo tuyo”) cosa que el padre le recuerda (“tu
hermano”). El padre no le niega razón a que el hijo mayor “jamás desobedeció
una orden”, es un “siempre fiel”, uno que “está siempre con el padre” y todo lo
suyo le pertenece, pero el padre quiere ir más allá de la dinámica de la
justicia: el menor “no merece”, pero “es bueno” festejar. La misericordia
supone un salir hacia los otros, los pecadores que -por serlo- no merecen, pero
el amor es siempre gratuito y va más allá de los merecimientos, mira al caído.
Los fariseos y escribas son modelos de grupos “siempre fieles”, pero su
negativa a recibir a los hermanos que estaban muertos y vuelven a la vida los
puede dejar fuera de la casa y de la fiesta. Los mayores también pueden irse de
la casa si no imitan la actitud del padre, o pueden ingresar y festejar si son
capaces de recibir a los pecadores y comer con ellos.
ORACIÓN
Mil
gracias te damos porque nos has renovado, resucitado y ahora somos tus hijas(os), has hecho tantas cosas por y
en nosotras(os) que las palabras se quedan cortas, pero Tú que conoces nuestro interior sabes cuánto necesitamos sanar
nuestra existencia y lo estás logrado. Gracias. Te amamos.
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