viernes, 1 de marzo de 2013

Martes 19 de Marzo de 2013



San José
“ESTAR PRONTOS(AS) A HACER LO QUE EL SEÑOR NOS PIDE”

PRIMERA LECTURA
2SAMUEL 7,4-5A.12-14A.16

“El Señor Dios le dará el trono de David, su padre”

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: "Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre." Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
Dios prometió a David, por boca del profeta Natán, que consolidaría su descendencia en el trono de Judá. Y así se cumplió visiblemente, por lo menos en el curso de unos siglos, pues mientras que los reyes del reino del Norte, el reino de Israel, se sucedían uno tras otro por las vías de hecho sin llegar a consolidar una dinastía, en el reino del Sur, el de Judá, la palabra dada se cumplía una generación tras otra. Fue así como pudo sostenerse el cetro de David a sus descendientes, por varias centurias.

Mas la profecía quedó en entredicho con el terrible acontecimiento del exilio. Desterrados a Babilonia, los hebreos vieron cómo sus más caras instituciones se derrumbaban estrepitosamente: el tempo profanado, el rey cautivo, la tierra antes prometida hoy abandonada... La palabra divina
parecía irse al traste en medio de la devastación y agrietarse como se habían agrietado los muros de Jerusalén, impotentes ante la altanería y la agresividad del impío invasor, Nabucodonosor.

Dios había dicho que la dinastía de David no caería, y sin embargo los hechos estaban desmintiendo a Dios. ¿Quién, cuál sucesor de David podía ser llamado rey en medio de la humillación del destierro? Todo parecía sepultado bajo montañas de escombros y despojos de destrucción. Y sin embargo, siglos después, hay un hombre, de nombre José, cuyo primer título es "descendiente de David". ¡José es aquel por quien se sigue cumpliendo la promesa! Yo digo más: si por José llamamos a Jesús "hijo, es decir, descendiente y heredero, de David", entonces José era rey, y nadie lo sabía. José es el vínculo humildísimo, oculto a ojos del mundo y de su propio pueblo, por el que habría de brillar la increíble fidelidad de Dios.

SALMO RESPONSORIAL: 88
R/ Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
"Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades." R.

Él me invocará: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora."
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R.

SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 4,13.16-18.22

“Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza”

Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: "Te hago padre de muchos pueblos." Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: "Así será tu descendencia." Por lo cual le valió la justificación. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Pablo a la comunidad de Roma en esta segunda lectura, establece un fuerte contraste entre la ley
 ( legalismo) y la justicia que viene de la fe ( santidad). En este sentido podemos ver la vida de José como hombre justo. Los descendientes de Abraham no son tanto los que viven según las exigencias de la ley, sino más bien los que acogen el don de la fe, que les ofrece Dios   y viven de él con ánimo agradecido.
De la misma manera nosotros hoy, que hemos recibido la gracia de conocer a Jesús como salvador y Señor y creer en él, no siendo judíos, pero somos hijos de Abraham y también herederos de la promesa que Dios le hizo a Él.  

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 2,41-51A

“Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados." Él les contestó: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.  Palabra  del Señor.

REFLEXIÓN
Jesús vive y actúa con la libertad que viene de Dios. Está convencido de que su tarea misionera y mesiánica la recibe de Dios. Una tarea que lo impulsa a anunciar la Buena Noticia a la humanidad, a rescatar a los hombres y mujeres perdidos por el pecado, a devolver la vista a los ciegos, la salud a los enfermos, la libertad a los oprimidos y a ser fuente de alegría y de gozo para los pobres y sencillos de la tierra. – La liturgia de hoy nos presenta el texto que tradicionalmente denominamos “la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo”. Este fragmento del evangelio es verdaderamente significativo. Llegar a entenderlo es señal de adultez en la fe y en el seguimiento de Jesús. Jesús sabe que su ministerio se centra y hunde su razón de ser en “las cosas de su Padre”: el anuncio y la instauración del Reino de Dios. Esta tarea está por encima de los nexos de la carne y de la sangre. En el Reino es, urgente, oportuno y necesario pasar de los nexos de carne y sangre, de parentesco y familiaridad, a la alegría y a al compromiso por la causa del Reino.

ORACIÓN
Dios nuestro, ayúdanos a ser capaces de descubrir tu querer en los acontecimientos cotidianos; a buscar momentos de quietud para comunicarnos contigo y poder discernir lo que es bendición para nuestra vida, así no lo entendamos al comienzo. Necesitamos vivir en la certeza de que a través de la comunión contigo y tu Palabra podremos llegar, como María, a hacer lo que Tú nos pides y abandonarnos en tu Divina Voluntad. Amén

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