viernes, 1 de julio de 2011

Jueves, 21 de julio de 2011

“EL ROSTRO DE DIOS SE PERCIBE EN SU PALABRA”


PRIMERA LECTURA
ÉXODO 19,1-2.9-11.16-20b


"EL SEÑOR BAJARÁ AL MONTE SINAÍ A LA VISTA DEL PUEBLO"




Los israelitas llegaron al desierto del Sinaí al tercer mes de haber salido de Egipto. Después de salir de Refidim, llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí mismo, frente al monte y el Señor le dijo:
--Mira, voy a presentarme ante ti en medio de una nube espesa, para que la gente me oiga hablar contigo y así tengan siempre confianza en ti.
Moisés le repitió al Señor la respuesta del pueblo, y el Señor le dijo:
--Ve y prepara al pueblo hoy y mañana para que me rinda culto. Deben lavarse la ropa y prepararse para pasado mañana, porque pasado mañana bajaré yo, el Señor, al monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo.
Al amanecer del tercer día hubo relámpagos y truenos, y una espesa nube se posó sobre el monte. Un fuerte sonido de trompetas hizo que todos en el campamento temblaran de miedo. Entonces Moisés llevó al pueblo fuera del campamento para encontrarse con Dios, y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí echaba humo debido a que el Señor había bajado a él en medio de fuego. El humo subía como de un horno, y todo el monte temblaba violentamente. El sonido de trompetas fue haciéndose cada vez más fuerte; Moisés hablaba, y Dios le contestaba con voz de trueno.
El Señor bajó a la parte más alta del monte Sinaí, y le pidió a Moisés que subiera a ese mismo lugar.



REFLEXIÓN
Todo el Antiguo Testamento contempla la experiencia de Dios que el pueblo hace en el Sinaí como el punto central de su historia, el soporte de la alianza y el nervio más íntimo de su espiritualidad como pueblo de Dios. La brevísima narración de aquella experiencia es de una sobriedad cautivadora. No se encuentra ningún elemento innecesario, ningún tipo de concesión a visiones sobrenaturales. Sin embargo, late toda la emoción mística y el convencimiento de que Dios se encuentra con su pueblo. Yahvé viene a Moisés, baja en forma de fuego a la cumbre de la montaña, responde con vez de trueno en el diálogo con Moisés. No es extraño, pues, que el pueblo se atemorice, tiemble y se mantenga a distancia. A pesar de todo, el pueblo entero sale al encuentro de Dios.
Aquí tenemos, pues, unos elementos preciosos de revelación. Yahvé, Creador y Señor de toda la tierra, ha bajado a su posesión, a la montaña que, aunque su presencia, tiembla y echa humo. Dios es inaccesible, pero se muestra al pueblo, es cercano y lejano al mismo tiempo. Dios se muestra poderoso en sus prodigios, pero adopta al mismo tiempo formas humanas. De esta manera, Moisés se convierte cada día más en el mediador entre Dios y el pueblo. El Dios del Sinaí no da miedo. Es también la consigna evangélica por Yahvé es el mismo Dios de Jesús, el Padre, el que ama y el que salva, el que lleva a los hombres a la construcción total de su personalidad.

SALMO RESPONSORIAL: Daniel 3,52-56
R./ Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.

"Bendito eres, Señor, Dios de nuestros antepasados,
digno de honor y de toda alabanza por siempre.
Bendito tu nombre santo y glorioso,
digno de todo honor y de toda alabanza por siempre.
Bendito eres en tu santo y glorioso templo,
digno de todo honor y de toda gloria por siempre.
Bendito eres tú, que te sientas en trono de rey,
digno de todo honor y de toda alabanza por siempre.
Bendito eres tú, que estás sentado sobre querubines[f]
y con tu mirada penetras los abismos,
digno de honor y de toda alabanza por siempre.
Bendito eres en la bóveda del cielo,
digno de alabanza y de gloria por siempre.





LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 13,10-17


¡DICHOSOS SUS OJOS QUE VEN Y SUS OÍDOS QUE OYEN!


Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús les contestó: "A ustedes, Dios les da a conocer los secretos del reino de los cielos; pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más, y tendrá bastante; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden. Así, en el caso de ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías:

'Por más que escuchen, no entenderán,
por más que miren, no verán.
Pues la mente de este pueblo está entorpecida,
tienen tapados los oídos
y han cerrado sus ojos,
para no ver ni oir,
para no entender ni volverse a mí,
para que yo no los sane.
"Pero dichosos ustedes, porque tienen ojos que ven y oídos que oyen. Les aseguro que muchos profetas y personas justas quisieron ver esto que ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oir esto que ustedes oyen, y no lo oyeron.


REFLEXIÓN
El texto del evangelio de Mateo apunta a la finalidad de las parábolas proclamadas por Jesús: Los misterios del Reino de Dios sólo son revelados a los más pequeños y se pueden entender por la fe. Una vez más se plantea a los discípulos el tema de la ceguera y la sordera espiritual. Sin lugar a dudas, para Jesús, sus seguidores más inmediatos están en condiciones de entender la propuesta del reino, pero la gente del común no, y menos especialmente los fariseos y los maestros de la ley. No es que Jesús no quiera que la gente entienda su mensaje, sino que cuestiona, más bien, la imposibilidad de sus contemporáneos de entender su predicación del Reino. Es la creciente hostilidad y la negativa deliberada a comprender el mensaje de Jesús lo que les conduce a la condena y rechazo. Pero, por otro lado, los discípulos son bendecidos, porque son capaces de presenciar el acontecer de una comunidad y sociedad alternativa de acuerdo a los valores del Reino y de participar activamente en ella. La invitación es clara: sin la apertura espiritual, intelectual y social a la revelación del plan salvífico de Dios en la historia, no progresaremos en el acontecer de dicho plan.



ORACIÓN
Señor dame ojos y oídos de discípulo para ver y entender los signos de tu presencia en mi vida. No quiero pasar de largo ante tu presencia, pues el sentido de mi vida eres Tú. Quiero crecer en tu amor y en sabiduría ante Ti y ante los hombres. Quiero ser tuyo(a) Señor. Amén.

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