martes, 1 de marzo de 2016

Sábado 19 de Marzo de 2016

Fiesta de San José

“EL ESPOSO DE MARÍA: MODELO DE FE  Y OBEDIENCIA”

PRIMERA LECTURA
2SAMUEL 7,4-5A.12-14A.16

“El Señor Dios le dará el trono de David, su padre”

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: "Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre." Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
Dios prometió a David, por boca del profeta Natán, que consolidaría su descendencia en el trono de Judá. Y así se cumplió visiblemente, por lo menos en el curso de unos siglos, pues mientras que los reyes del reino del Norte, el reino de Israel, se sucedían uno tras otro por las vías de hecho sin llegar a consolidar una dinastía, en el reino del Sur, el de Judá, la palabra dada se cumplía una generación tras otra. Fue así como pudo sostenerse el cetro de David a sus descendientes, por varias centurias. Mas la profecía quedó en entredicho con el terrible acontecimiento del exilio. Desterrados a Babilonia, los hebreos vieron cómo sus más caras instituciones se derrumbaban estrepitosamente: el tempo profanado, el rey cautivo, la tierra antes prometida hoy abandonada... La palabra divina parecía irse al traste en medio de la devastación y agrietarse como se habían agrietado los muros de Jerusalén, impotentes ante la altanería y la agresividad del impío invasor, Nabucodonosor.
Dios había dicho que la dinastía de David no caería, y sin embargo los hechos estaban desmintiendo a Dios. ¿Quién, cuál sucesor de David podía ser llamado rey en medio de la humillación del destierro? Todo parecía sepultado bajo montañas de escombros y despojos de destrucción. Y sin embargo, siglos después, hay un hombre, de nombre José, cuyo primer título es "descendiente de David". ¡José es aquel por quien se sigue cumpliendo la promesa! Si por José llamamos a Jesús "hijo, es decir, descendiente y heredero, de David", entonces José era rey, y nadie lo sabía. José es el vínculo humildísimo, oculto a ojos del mundo y de su propio pueblo, por el que habría de brillar la increíble fidelidad de Dios.

SALMO RESPONSORIAL: 88
R. / Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
"Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades." R.

Él me invocará: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora."
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
La evocación de las promesas hechas por el Señor a David - que constituye la parte central de este magnífico poema- sirve de base a la súplica por el rey, en un momento de grave humillación para la dinastía davídica. Con esta visión global del Salmo, es fácil percibir la conexión entre sus diversas partes. El breve preludio (v. 2) -seguido de una alusión a la alianza davídica (vs. 3-5) y de un himno al Creador (vs. 6-19)- introduce un oráculo divino (vs. 20-38), que anuncia los privilegios de David y su dinastía-. La situación que describen los versículos siguientes (39-46) es el reverso de esas antiguas promesas, y por eso el rey suplica al Señor que vuelva a manifestarle su amor y su fidelidad.
   
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 4,13.16-18.22

“Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza”

Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: "Te hago padre de muchos pueblos." Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: "Así será tu descendencia." Por lo cual le valió la justificación. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
San Pablo en la carta a los Romanos defiende esta tesis: “no nos salva la observancia de la ley sino la justificación por la fe”. Pablo establece un fuerte contraste entre la ley (legalismo) y la justicia que viene de la fe (santidad). En ese sentido podemos ver la vida de José como hombre justo. Los descendientes de Abraham no son tanto los que viven según las exigencias de la ley, sino más bien los que acogen el don de la Fe que les ofrece Dios y viven con ánimo agradecido. De la misma manera nosotros, que hemos recibido la gracia de conocer a Jesús y creer en Él, así no seamos judíos, somos hijos de Abraham y herederos de la promesa que Dios les hizo.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 1,16.18-21.24A

“José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor. Palabra del Señor.


REFLEXIÓN
En el marco de la fiesta de hoy, José aparece como el garante de las promesas hechas en el Primer Testamento a Abraham (Segunda lectura) y a David (primera lectura). Dichas promesas se cumplirán por su disponibilidad generosa y oblativa. En él, Dios da cumplimiento a la profecía-alianza comunicada a David por el profeta Natán, de “ser un padre para el hijo del rey y que éste sería para él un hijo”. La promesa se cumple no por la observancia de la Ley, sino por la justificación obtenida mediante la fe de Abraham y su descendencia. Como a Abraham, a José su fe le fue acreditada como justicia.
La salvación no se improvisa, sino que se prepara minuciosamente, y suscita a lo largo de la historia humana, acciones como la de José, hombre justo y misericordioso, que asume valientemente el reto de ser el padre del Hijo de Dios, que le llama a ser facilitador de dicha salvación. José es un soñador que ve cumplidos sus sueños por la confianza que manifiesta en su Dios, y por la disponibilidad a su palabra, aunque ni su justicia ni su capacidad de soñar le eximieron de las exigencias de la fe. José nos enseña a ser realistas esperanzados.

ORACIÓN
Amado Dios, hoy nos presentas en tu Palabra la vida de personas que como José, tienen tanta luz de Dios en su interior, que aún en medio de lo que no entiende y que va en contra de toda  norma social, se silencia logrando escuchar tu Palabra que le amplia el horizonte y le tranquiliza para continuar con una gran misión. Ayúdanos a no desfallecer en el estar día a día con tu mensaje que libera, sana, y guía, para ser personas de grato perfume para Ti. Amén      

“Pidamos ser colaboradores eficaces del proyecto de Dios, siempre dispuestos(as) a cumplir su voluntad”


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