“EN
LUGAR DE CONDENAR, EL QUIERE RESTAURARNOS Y DEVOLVERNOS LA VIDA”
La palabra proclamada hoy, nos
deja inquietudes: deja de lado al evangelio de Lucas y toma un texto de Juan
(8,1-11) sobre la pecadora perdonada; acude a Isaías (43,16-21), para insistir
en que lo importante no es mirar atrás, hacia el pecado de injusticia, sino
hacia adelante, todo cuanto Dios quiere hacer con nosotros. Reflexionemos: ¿Qué pensar de todo esto?, ¿Qué sentido tiene
al final de la Cuaresma?
PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 43, 16-21
“Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo”
Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas
impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes;
caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. "No
recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el
yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque
ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi
pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi
alabanza." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El texto que leemos hoy del discípulo de Isaías es
característico de su teología. Se lo ha llamado con frecuencia el “profeta del nuevo éxodo”. Es interesante que presenta una larga
introducción (vv.16-17) sobre
el pasado haciendo memoria de los acontecimientos del éxodo (Ex 13-14), con una serie de tiempos verbales que debemos
tener presentes, “que traza, que hace
salir”, “se apagaron, se extinguieron, por lo que el marco principal es
el presente que pone al lector “en medio” de los acontecimientos, con lo que
recuerda a Israel que su fe no radica en los acontecimientos del pasado sino en
Dios que “hace” esas cosas.
Lo llamativo es que después de esta
introducción nos viene a decir que:
“no se acuerden de las cosas pasadas”. ¿Por qué no recordar lo que acaba
de poner en la memoria? Ciertamente porque lo que viene “es nuevo”, ya no estamos ante un río
que se seca para que un pueblo pase, sino ante un desierto que se llena de agua
para que el pueblo beba; lo “nuevo” es el camino en el desierto, y el agua
y la vegetación en ese lugar (35,6-7; 41,18-19). Es interesante recordar que el
desierto es -para el tiempo del éxodo- un lugar terrible (“enorme y temible),
allí Dios dio agua de la roca, y alimento del cielo; lo que ahora va a realizar
—y realiza— es notablemente superior. Lo que quiere
destacar el autor es que no hay que quedarse en los acontecimientos del pasado
por más maravillosos que hayan sido; quedarse en los acontecimientos y no en
Dios es una forma sutil de idolatría,
lo que hay que recordar es a Dios que es quien las hizo, hace y hará. El éxodo
es el acontecimiento ejemplar de la acción de Dios y por eso es modelo de
acontecimientos nuevos, no es algo en lo que Dios se ha estancado en el pasado.
La “sola memoria” puede ser peligrosa, no puede ser un permanecer “estancados”,
no tiene valor si no va acompañada de la esperanza, si no prepara al futuro.
SALMO RESPONSORIAL: 125
R./El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor
cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar:
la boca se nos
llenaba de risas, la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles
decían: "El Señor ha estado grande con ellos." El Señor ha estado
grande con nosotros, y estamos alegres. R.
Que el Señor cambie
nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba
llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus
gavillas. R.
OREMOS CON EL SALMO Y
ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
El tono
de este poema, refleja elocuentemente la situación espiritual de los israelitas
al término del exilio. El edicto de Ciro (538 a. C.), que autorizó la vuelta de los cautivos
a la patria, había provocado un inesperado cambio político y era motivo de la
más intensa alegría. Pero al mismo tiempo, la restauración nacional se
realizaba en medio de muchas dificultades, y los vaticinios proféticos (Is. 40
- 55) no acababan de cumplirse plenamente. Por eso Israel pide al Señor que
“cambie la suerte” de Sión (v. 4), para que la fatigosa siembra se transforme
en una gozosa cosecha (vs. 5-6)
SEGUNDA LECTURA
FILIPENSES 3, 8-14
“Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte”
Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento
de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con
tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley,
sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se
apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la
comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a
la resurrección de entre los muertos. No es que ya haya conseguido el premio, o
que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo
Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio.
Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo
que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios
desde arriba llama en Cristo Jesús. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En la carta a los Filipenses vemos que lo que ha cambiado a Pablo
dando un nuevo enfoque a su vida es el “conocimiento de Cristo Jesús”, lo
definitivamente importante es ese conocimiento. Todo lo estimaba pérdida, comparado con la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús. Pablo dice :”Por él lo perdí todo”, Pablo quiere
presentar el verdadero camino de la salvación cristiana. Y lo hace para salir
al paso de quienes quieren entrometerse en la comunidad para robarles la
libertad que les ha proporcionado el Evangelio. La sombra de los judaizantes
que planean sobre ella. Se han encargado
a sí mismos, la tarea de "completar" el Evangelio de la gracia
predicado por Pablo con elementos de la ley que Cristo ya ha llevado a su
cumplimiento histórico-salvífico y que ha quedado integrada en el propio
Evangelio en todo aquello que era integrable. El problema es alarmante para el
Apóstol que se encuentra en esos momentos en prisión precisamente por el
Evangelio de la gracia. Así se explica este fragmento orientado hacia el centro
de todo que es Cristo. Así se entienden mejor afirmaciones como éstas: juzgo
que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor, por quien perdí todas las cosas. Para Pablo el encuentro con Cristo en
el camino de Damasco supuso un cambio tan radical en su vida que no puede, en
modo alguno, permitir a una vuelta a las antiguas prácticas en las que él mismo
vivió y por ellas perseguía a la Iglesia naciente.
Y
también nos invita como lo hace Isaías en la primera lectura de hoy a mirar
siempre adelante, nos dice: “Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda
atrás y lanzándome hacia lo que está por delante... Pablo se encontró con el
Cristo glorioso. Por eso centra su atención siempre en el acontecimiento
pascual de cruz-resurrección. Tiene en cuenta el pasado, pero le importa más la
novedad del futuro siempre posible por el poder de Dios. La meta está en el
futuro, no en el pasado. El hombre moderno necesita una respuesta a su
angustiosa pregunta sobre su destino. Pablo responde desde la cárcel: Cristo
Jesús, muerto y resucitado, es la respuesta que el hombre necesita. Pablo nos
invita a actualizar el misterio pascual en nuestra propia experiencia, pero
abiertos a un futuro seguro y cierto para lo que es necesario correr, como él,
hacia la meta final. He ahí el secreto de este mensaje.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 8, 1-11
JUAN 8, 1-11
“El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer
se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose,
les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en
adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha
sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a
las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le
preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose,
escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y
les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra." E
inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron
escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó sólo Jesús, con
la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:
"Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella
contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno.
Anda, y en adelante no peques más." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Jesús es el Maestro y el Señor. Él está sentado,
enseñando y le llevan una mujer encontrada en adulterio. A Jesús no van a buscarlo porque confíen en su buen
criterio o porque reconozcan autoridad en su palabra, en realidad, en este
drama ni Jesús ni la mujer son importantes. Ambos son rechazados por los
escribas y fariseos. Jesús, porque buscan atraparlo, le quieren poner una
trampa, la mujer porque es una simple excusa para ese objetivo. Quieren ponerlo en la disyuntiva entre ser fiel a la
ley de Moisés, y consentir en que la adúltera sea apedreada, con lo que su
insistencia en la misericordia se revela “hipócrita”, o insistir en la
misericordia con lo que se manifiesta como infiel a lo mandado por Moisés. Juzgar y condenar, los hombres ya condenaron,
falta que hable Jesús, para condenarlo también a él.
Jesús sabe bien que la mujer es pecadora y, según la
ley, debe ser asesinada a piedra. Pero ¿qué actitud asume?. Guarda silencio
ante la presión de la gente, que quiere la condene; no le tira piedra para
destruirla, como pedía la ley; dialoga con ella, la perdona y la envía sin
condenarla, pero dándole la confianza que no volverá a pecar como antes.
Monseñor Romero (mártir
salvadoreño) en su célebre última homilía nos habla sobre este texto
diciendo: “No encuentro figura más hermosa de Jesús salvando la dignidad
humana, que este Jesús que no tiene pecado, frente a frente con una mujer
adúltera... Fortaleza pero ternura: la dignidad humana ante todo... A Jesús no
le importaban (los) detalles legalistas... Él ama, ha venido precisamente para
salvar a los pecadores... convertirla es mucho mejor que apedrearla, ordenarla
y salvarla es mucho mejor que condenarla... Las fuentes (del) pecado social
(están) en el corazón del hombre... nadie quiere echarse la culpa y todos son
responsables... de la ola de crímenes y violencia... la salvación comienza
arrancando del pecado a cada hombre."
Sería casi sin sentido hacer
una lista de todos los pecados de nuestro presente; sería sin sentido porque
sería interminable: basta con leer casi cada página de los diarios... ¿Quién
considera pecado sus opciones políticas que miran sus intereses y no lo que
mejor beneficie la causa de los pobres? ¿Quién considera pecado su falta de
solidaridad con los marginados de su mismo barrio o región? ¿Quién considera
pecado su "no te entrometas", o su falta de compromiso para
que los pecados desaparezcan?.¿Quién no considera un pecado atroz y gravísimo a
una madre soltera, o todo lo relacionado con el sexo?.
Leído este texto en este tiempo de cuaresma, nos
debe hacer pensar en nosotros mismos. En cómo le hemos sido infieles al Señor, hemos cometido muchos errores en la
vida que merecerían la condena de Dios, la expulsión de la comunidad. Pero Dios
es toda misericordia con nosotros, nos coloca también delante de Él, su
silencio es más diciente, nos interroga y nos duele, pero nos regala vida y nos
ofrece toda su confianza. Ante la
misericordia abundante que todo lo perdona y comprende, no queda sino
sumergirse en ese océano de gracia y de bondad, para dejarnos lavar, perdonar,
salvar y liberar.
No miremos hacia atrás, al pasado que nos aprisiona,
como Pablo (Fil 3,8), dejemos del lado nuestra historia de miseria y lancémonos
hacia adelante, hacia el proyecto que Dios nos ofrece, para conocerlo a Él,
experimentar el poder de su Pascua que se avecina, y vivir una vida diferente,
centrada en Cristo y gastada al servicio de los hermanos.
ORACIÓN
Señor, hemos reconocido con
humildad nuestra necesidad de perdón y misericordia y estamos seguros que por
tu infinito amor nos has absuelto, de la misma manera esperas que hagamos con
nuestros semejantes. Ayúdanos para que también tengamos entrañas de
misericordia hacia las personas que han caído y hecho daño, que podamos
contener nuestro ímpetu y tendencia a señalar y tengamos la sabiduría para
ayudarles en su proceso de arrepentimiento y perdón. Amén
“Si
pedimos tener entrañas de misericordia, podremos perdonar las ofensas”
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