“NO AL FORMALISMO”
PRIMERA LECTURA
ROMANOS 1,16-25
ROMANOS 1,16-25
“CONOCIENDO LOS HOMBRES A DIOS, NO LE HAN DADO LA GLORIA QUE DIOS MERECÍA”
Por eso no tienes disculpa, tú que juzgas a otros, no importa quién seas. Al juzgar a otros te condenas a ti mismo, pues haces precisamente lo mismo que hacen ellos. Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad cuando condena a los que así se portan. En cuanto a ti, que juzgas a otros y haces lo mismo que ellos, no creas que vas a escapar de la condenación de Dios. Tú desprecias la inagotable bondad, tolerancia y paciencia de Dios, sin darte cuenta de que es precisamente su bondad la que te está llevando a convertirte a él. Pero tú, como eres terco y no has querido volverte a Dios, estás amontonando castigo sobre ti mismo para el día del castigo, cuando Dios se manifestará para dictar su justa sentencia y pagar a cada uno conforme a lo que haya hecho. Dará vida eterna a quienes, buscando gloria, honor e inmortalidad, perseveraron en hacer lo bueno; pero castigará con enojo a los rebeldes, es decir, a los que están en contra de la verdad y a favor de la maldad. Habrá sufrimiento y angustia para todos los que hacen lo malo, para los judíos en primer lugar, pero también para los que no lo son. En cambio, Dios dará gloria, honor y paz a todos los que hacen lo bueno, a los judíos en primer lugar, pero también a los que no lo son. Porque Dios juzga imparcialmente.
REFLEXIÓN
Una expresión muy novedosa que tiene San Pablo en esta Carta a los Romanos, es aquella de la justicia salvadora. La idea que uno tiene de la justicia es como incompartible con la idea que tenemos de la salvación; porque nos imaginamos la justicia sólo como darle a cada quien lo que merece, y, por consiguiente, si la persona ha obrado bien, hacerle justicia es reconocer el bien que ha hecho; y eso pues no mejora sustancialmente su situación.
Y si una persona ha obrado mal, pues que pague las consecuencias de sus obras malas; de manera que con ese modo, que es el más frecuente de la justicia, ni el bueno mejora ni el malo cambia; y en cualquier caso, ninguno de los dos es salvado.
Pero resulta que San Pablo habla de una justicia salvadora y de hecho, esa idea de la justicia salvadora es muy importante, porque esa equivale a la palabra “justificación”; justificar, Y la palabra justificación es importante porque describe lo primero que hace la gracia de Dios en la vida espiritual; quiere decir que la justicia de Dios no se limita a una declaración, no es una simple declaración sobre cuál es el bien o cuál es el mal que se ha hecho en pasado en la vida de una persona.
Lo que sucede es que la justicia, como nosotros la solemos entender, es una separación que se queda en el plano de las ideas, en el plano de las palabras; en cambio, la justicia de Dios separa lo bueno de lo malo, no sólo como ideas, no sólo como una declaración de principios, sino como una realidad en la vida de las personas. De manera que cuando Dios obra su justicia en nosotros, según declara en Cristo Jesús, lo que hace es separar su obra buena de las obras malas.
SALMO RESPONSORIAL: 18
R. / El cielo proclama la gloria de Dios.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 11,37-41
REFLEXIÓN
Una expresión muy novedosa que tiene San Pablo en esta Carta a los Romanos, es aquella de la justicia salvadora. La idea que uno tiene de la justicia es como incompartible con la idea que tenemos de la salvación; porque nos imaginamos la justicia sólo como darle a cada quien lo que merece, y, por consiguiente, si la persona ha obrado bien, hacerle justicia es reconocer el bien que ha hecho; y eso pues no mejora sustancialmente su situación.
Y si una persona ha obrado mal, pues que pague las consecuencias de sus obras malas; de manera que con ese modo, que es el más frecuente de la justicia, ni el bueno mejora ni el malo cambia; y en cualquier caso, ninguno de los dos es salvado.
Pero resulta que San Pablo habla de una justicia salvadora y de hecho, esa idea de la justicia salvadora es muy importante, porque esa equivale a la palabra “justificación”; justificar, Y la palabra justificación es importante porque describe lo primero que hace la gracia de Dios en la vida espiritual; quiere decir que la justicia de Dios no se limita a una declaración, no es una simple declaración sobre cuál es el bien o cuál es el mal que se ha hecho en pasado en la vida de una persona.
Lo que sucede es que la justicia, como nosotros la solemos entender, es una separación que se queda en el plano de las ideas, en el plano de las palabras; en cambio, la justicia de Dios separa lo bueno de lo malo, no sólo como ideas, no sólo como una declaración de principios, sino como una realidad en la vida de las personas. De manera que cuando Dios obra su justicia en nosotros, según declara en Cristo Jesús, lo que hace es separar su obra buena de las obras malas.
SALMO RESPONSORIAL: 18
R. / El cielo proclama la gloria de Dios.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 11,37-41
“DEN COMO LIMOSNA LO QUE TIENEN Y TODO SERÁ PURO”
Cuando Jesús dejó de hablar, un fariseo lo invitó a comer en su casa, y Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó al ver que no había cumplido con la ceremonia de lavarse antes de comer. Pero el Señor le dijo:
--Ustedes los fariseos limpian por fuera el vaso y el plato, pero por dentro ustedes están llenos de lo que han conseguido por medio del robo y la maldad. ¡Necios! ¿No saben que el que hizo lo de fuera, hizo también lo de dentro? Den ustedes sus limosnas de lo que está dentro, y así todo quedará limpio.
--Ustedes los fariseos limpian por fuera el vaso y el plato, pero por dentro ustedes están llenos de lo que han conseguido por medio del robo y la maldad. ¡Necios! ¿No saben que el que hizo lo de fuera, hizo también lo de dentro? Den ustedes sus limosnas de lo que está dentro, y así todo quedará limpio.
REFLEXIÓN
Estas palabras de Jesús contra los fariseos y los maestros de la ley responden a la acusación que le hacen por no observar las prescripciones sobre las purificaciones que había que hacer antes de empezar a comer.
Para este hombre que le invita a comer a él y a su grupo queda claro lo que Jesús le dice. La ley mata, la ley aleja de la probabilidad de la acción de Dios en el corazón. No basta sólo con preocuparse por la pureza exterior, sino que hay que tener en cuenta la pureza moral, afanarse por cuidar el interior. Los fariseos están obrando como insensatos, no reconocen a Dios y lo descuidan.
Hoy el texto nos invita a esto, a infringir las leyes que, con apariencia de “leyes divinas”, sólo logran deshumanizarnos y nos deforman la conciencia, en relación a nosotros mismos, y por tanto también en relación a nuestros semejantes y a Dios. Arriesguémonos a vivir la Palabra desde el amor. Dios nos quiere con un corazón puro; y éste se purifica desde la práctica del amor fraterno.
ORACIÓN
Señor Jesús, estoy tan acostumbrado a mi cotidianidad, que me cuesta descubrir el encante que trae cada día. Tal vez voy muy de prisa o me he centrado tanto en lo importante que me olvido de lo fundamental, por eso me entrego a Ti, para que reavives en mi el fuego de la alegría y del sentido de la vida. Amén.
Estas palabras de Jesús contra los fariseos y los maestros de la ley responden a la acusación que le hacen por no observar las prescripciones sobre las purificaciones que había que hacer antes de empezar a comer.
Para este hombre que le invita a comer a él y a su grupo queda claro lo que Jesús le dice. La ley mata, la ley aleja de la probabilidad de la acción de Dios en el corazón. No basta sólo con preocuparse por la pureza exterior, sino que hay que tener en cuenta la pureza moral, afanarse por cuidar el interior. Los fariseos están obrando como insensatos, no reconocen a Dios y lo descuidan.
Hoy el texto nos invita a esto, a infringir las leyes que, con apariencia de “leyes divinas”, sólo logran deshumanizarnos y nos deforman la conciencia, en relación a nosotros mismos, y por tanto también en relación a nuestros semejantes y a Dios. Arriesguémonos a vivir la Palabra desde el amor. Dios nos quiere con un corazón puro; y éste se purifica desde la práctica del amor fraterno.
ORACIÓN
Señor Jesús, estoy tan acostumbrado a mi cotidianidad, que me cuesta descubrir el encante que trae cada día. Tal vez voy muy de prisa o me he centrado tanto en lo importante que me olvido de lo fundamental, por eso me entrego a Ti, para que reavives en mi el fuego de la alegría y del sentido de la vida. Amén.
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