“CONFIANZA EN EL DIOS PROVIDENTE”
PRIMERA LECTURA
MALAQUÍAS 3,13-4,2ª
“MIRAD QUE LLEGARÁ EL DÍA, EL DÍA DE LA JUSTICIA”
El Señor dice: "Ustedes han dicho cosas muy duras contra mí. Y todavía preguntan: '¿Qué es lo
que hemos dicho en contra tuya?' Esto es lo que han dicho: 'Servir a Dios es cosa inútil. ¿Qué provecho sacaremos de hacer lo que él manda, de andar vestidos de luto delante del Señor todopoderoso?. Nosotros hemos visto que los orgullosos son felices, que a los malvados les salen las cosas bien, que ponen a prueba a Dios y no reciben ningún castigo.' "
Los que honran a Dios hablaron entonces entre sí, y el Señor escuchó con atención lo que decían. Y en presencia del Señor se escribió un libro, en el cual se recordaba a los que honran al Señor y lo toman en cuenta.
El Señor todopoderoso dice: "Estoy preparando un día en el que ellos volverán a ser mi pueblo. Como un padre se compadece del hijo que le sirve, así tendré yo compasión de ellos. Entonces ustedes se darán cuenta otra vez de la diferencia que hay entre el bueno y el malo, entre el que adora a Dios y el que no lo adora."
El Señor todopoderoso dice: "Se acerca el día, ardiente como un horno, en que todos los orgullosos y malvados arderán como paja en una hoguera. Ese día que ha de venir los quemará, y nada quedará de ellos. Pero para ustedes que me honran, mi justicia brillará como la luz del sol, que en sus rayos trae salud. Y ustedes saltarán de alegría como becerros que salen del establo.
REFLEXIÓN
Leemos el texto de Malaquías que, más que un nombre, sería un título: “mensajero del Señor”. El momento histórico en que habla este mensajero sería, a mediados de siglo V a C, cuando el Templo de Jerusalén ya ha sido reconstruido y, por tanto, el culto y el sacerdocio están funcionando.
El pueblo, desanimado porque aún no se cumplen las antiguas promesas entra en la apatía religiosa y en una actitud de desconfianza hacia Dios, lo cual se refleja en el culto y en la ética del pueblo. Como Job, aquí resuena la duda: “no vale la pena servir al Señor”. La pregunta es inquietante ¿por qué al malvado le va bien, mientras que al justo le va mal?. Malaquías entonces, responde en el día definitivo (el día final) se hará sentir la justicia divina. La suerte de los justos y de los malvados no podrá ser igual. En el último día se sabrá porque era necesario caminar según los preceptos del Señor.
¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena y por qué los que hacen el mal la pasan tan bien?. Es la pregunta de tantos que no entienden el silencio de Dios y quisieran que la cizaña fuera ya separada del trigo y que un rayo fulminara a todos aquellos que no reciben a Jesús. Pero Dios tiene paciencia. Jesús enseña a no precipitarse a no adelantar el juicio, sino a dar tiempo (un tiempo que no es eterno) a la libertad y a la conversión. Malaquías nos asegura que Dios aunque aparentemente calla, lleva cuenta de nuestras buenas obras, se da cuenta de todo y no se dejará ganar en generosidad, dando el ciento por uno a quienes permanezcan en su amor.
SALMO RESPONSORIAL: 1
R. / Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 11, 5-13
Los que honran a Dios hablaron entonces entre sí, y el Señor escuchó con atención lo que decían. Y en presencia del Señor se escribió un libro, en el cual se recordaba a los que honran al Señor y lo toman en cuenta.
El Señor todopoderoso dice: "Estoy preparando un día en el que ellos volverán a ser mi pueblo. Como un padre se compadece del hijo que le sirve, así tendré yo compasión de ellos. Entonces ustedes se darán cuenta otra vez de la diferencia que hay entre el bueno y el malo, entre el que adora a Dios y el que no lo adora."
El Señor todopoderoso dice: "Se acerca el día, ardiente como un horno, en que todos los orgullosos y malvados arderán como paja en una hoguera. Ese día que ha de venir los quemará, y nada quedará de ellos. Pero para ustedes que me honran, mi justicia brillará como la luz del sol, que en sus rayos trae salud. Y ustedes saltarán de alegría como becerros que salen del establo.
REFLEXIÓN
Leemos el texto de Malaquías que, más que un nombre, sería un título: “mensajero del Señor”. El momento histórico en que habla este mensajero sería, a mediados de siglo V a C, cuando el Templo de Jerusalén ya ha sido reconstruido y, por tanto, el culto y el sacerdocio están funcionando.
El pueblo, desanimado porque aún no se cumplen las antiguas promesas entra en la apatía religiosa y en una actitud de desconfianza hacia Dios, lo cual se refleja en el culto y en la ética del pueblo. Como Job, aquí resuena la duda: “no vale la pena servir al Señor”. La pregunta es inquietante ¿por qué al malvado le va bien, mientras que al justo le va mal?. Malaquías entonces, responde en el día definitivo (el día final) se hará sentir la justicia divina. La suerte de los justos y de los malvados no podrá ser igual. En el último día se sabrá porque era necesario caminar según los preceptos del Señor.
¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena y por qué los que hacen el mal la pasan tan bien?. Es la pregunta de tantos que no entienden el silencio de Dios y quisieran que la cizaña fuera ya separada del trigo y que un rayo fulminara a todos aquellos que no reciben a Jesús. Pero Dios tiene paciencia. Jesús enseña a no precipitarse a no adelantar el juicio, sino a dar tiempo (un tiempo que no es eterno) a la libertad y a la conversión. Malaquías nos asegura que Dios aunque aparentemente calla, lleva cuenta de nuestras buenas obras, se da cuenta de todo y no se dejará ganar en generosidad, dando el ciento por uno a quienes permanezcan en su amor.
SALMO RESPONSORIAL: 1
R. / Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 11, 5-13
“PIDAN Y SE LES DARÁ”
También les dijo Jesús:
--Supongamos que uno de ustedes tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: 'Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada que darle.' Sin duda el otro no le contestará desde adentro: 'No me molestes; la puerta está cerrada, y mis hijos y yo ya estamos acostados; no puedo levantarme a darte nada.' Les digo que, aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, lo hará por su impertinencia, y le dará todo lo que necesita. Así que yo les digo: Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre.
"¿Acaso alguno de ustedes, que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo?. Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!"
--Supongamos que uno de ustedes tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: 'Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada que darle.' Sin duda el otro no le contestará desde adentro: 'No me molestes; la puerta está cerrada, y mis hijos y yo ya estamos acostados; no puedo levantarme a darte nada.' Les digo que, aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, lo hará por su impertinencia, y le dará todo lo que necesita. Así que yo les digo: Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre.
"¿Acaso alguno de ustedes, que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo?. Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!"
REFLEXIÓN
Jesús nos propone pedir al Padre a través de la oración, movidos por el Espíritu Santo, con fe, con el corazón abierto, con la certeza de que vamos a ser escuchados y con una actitud dispuesta a aceptar su voluntad, aun cuando no nos conceda de forma inmediata lo que hemos pedido. Pero no por eso vamos a juzgarle, ni vamos a sentir rencor contra él, ni tampoco le haremos responsable de nuestros errores. Tenemos que tener confianza y ser perseverantes en la oración, descubrir que la vida que tenemos no es tan absurda y complicada, reconocer abiertamente a través de los hechos el rostro de Dios que nos ama. Él es ternura, compasión, fluidez. Habremos de ser constantes en nuestras oraciones, pedir desde el alma, para tener una mayor comunicación con él como Padre. Ojalá compartamos la convicción de Jesús, de que Dios nunca dará nada que no sea útil y saludable para quienes se empeñan en vivir la Palabra y en seguir por el camino que él nos enseña. Y cuando invocamos a Dios, aún estaremos hablando y él ya nos habrá escuchado.
Jesús nos propone pedir al Padre a través de la oración, movidos por el Espíritu Santo, con fe, con el corazón abierto, con la certeza de que vamos a ser escuchados y con una actitud dispuesta a aceptar su voluntad, aun cuando no nos conceda de forma inmediata lo que hemos pedido. Pero no por eso vamos a juzgarle, ni vamos a sentir rencor contra él, ni tampoco le haremos responsable de nuestros errores. Tenemos que tener confianza y ser perseverantes en la oración, descubrir que la vida que tenemos no es tan absurda y complicada, reconocer abiertamente a través de los hechos el rostro de Dios que nos ama. Él es ternura, compasión, fluidez. Habremos de ser constantes en nuestras oraciones, pedir desde el alma, para tener una mayor comunicación con él como Padre. Ojalá compartamos la convicción de Jesús, de que Dios nunca dará nada que no sea útil y saludable para quienes se empeñan en vivir la Palabra y en seguir por el camino que él nos enseña. Y cuando invocamos a Dios, aún estaremos hablando y él ya nos habrá escuchado.
PARA REFLEXIONAR
- ¿Qué pido de ordinario en mi oración?
- ¿Estoy convencido de la importancia de pedir sólo Espíritu Santo?
ORACIÓN
Jesús, mi Señor y Salvador, te invoco de todo corazón y te suplico vengas en mi ayuda, pues tiendo a desfallecer en el camino de la fe. Haz que ame encontrarme contigo en la oración, en tu palabra, en los sacramentos. Enciende en mí el fuego de tu amor. Amén.
Jesús, mi Señor y Salvador, te invoco de todo corazón y te suplico vengas en mi ayuda, pues tiendo a desfallecer en el camino de la fe. Haz que ame encontrarme contigo en la oración, en tu palabra, en los sacramentos. Enciende en mí el fuego de tu amor. Amén.
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