“JESUCRISTO NOS INVITA A VER LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS”
PRIMERA LECTURA
ROMANOS 7,18-25
“El bien que quiero hacer no lo hago”
Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza débil, no reside el
bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No
hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. Ahora bien,
si hago lo que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que
está en mí. Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente
encuentro el mal a mi alcance. En mi interior me gusta la ley de Dios, pero veo
en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que
está en mí y que me tiene preso.
¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que está en
mi cuerpo? Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor
Jesucristo. En conclusión: yo entiendo que debo someterme a la ley de Dios,
pero en mi debilidad estoy sometido a la ley del pecado. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En la primera lectura damos un paso más en la enseñanza de Pablo acerca
de a condición de todo cristiano bautizado. Por el Bautismo hemos sido
introducidos en la esfera de Cristo, lo cual supone ser libres de pecado. Pero
ahora de una manera más realista veamos que las cosas no son tan simples. La
lucha interior continúa: “El bien que quiero hacer no lo hago y el mal que no
quiero hacer, eso es lo que hago.” Es como un análisis psicológico de la propia
existencia. Pero ¿Quién me librará de este ser mío presa de la muerte?. La
respuesta es clara y contundente: “Dios, por medio de Jesucristo”. Sus solas
fuerzas no bastan para liberarse del pecado. Se necesita de la gracia de Dios.
La experiencia de Pablo es como la radiografía de nuestra propia vida
como discípulos de Cristo. Tenemos claro en nuestra mente que es lo que debemos
hacer para agradar a Dios: Darle el primer lugar en nuestra vida, amar a los
hermanos, vivir en esperanza, dominar nuestros bajos instintos… Pero, cuando
somos puestos a prueba, tendemos a elegir el camino más fácil, que casi siempre
se opone a la voluntad de Dios. Sentimos en nosotros esa doble fuerza de que
habla Pablo: la ley del pecado, que contrarresta la atracción de la ley de la
gracia. Por eso, debemos orar continuamente y elevar al Padre un grito de
confianza. “Soy débil Señor, y el mal habita en mí, pero si me concedes tu
gracia por medio de Cristo Jesús, podré salir vencedor”.
SALMO RESPONSORIAL:
118
R./ Instrúyeme, Señor, en tus leyes.
Enséñame a gustar y a comprender,
porque me fío de tus mandatos. R.
Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus leyes. R.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo. R.
Cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis delicias serán tu voluntad. R.
Jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me diste vida. R.
Soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus leyes. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este salmo el más largo de todos,
presenta la excelencia de la ley de Dios, entendida como la manifestación de la
voluntad de Dios para el ser humano. Su cumplimiento le asegura el bienestar y
la dicha. La urgencia de cumplir siempre la voluntad de Dios nace de la misma
fe. Para nosotros se trata de “la ley perfecta del amor” que se encuentra en el
Evangelio y se encarna en el seguimiento de Cristo.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 12, 54-59
“¿Cómo no saben interpretar el tiempo presente?”
Cuando te diriges al tribunal con el
que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras
vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al
guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí
hasta que no pagues el último céntimo." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El tema del
Evangelio de hoy es el discernimiento. De ordinario, hemos de reconocer que nos
cuesta discernir, porque vemos el rostro de la naturaleza, pero nos cuesta
discernir la voluntad del Señor en ella. Miremos como para los campesinos es
fácil interpretar las fases de los climas buscando las mejores condiciones para
la siembra o la cosecha. No en todos los períodos climáticos se puede sembrar o
cosechar. Como dice el sabio: hay un tiempo para todo. Jesús se vale de esta
experiencia vital de sus oyentes, la mayoría sembradores, pastores, pescadores
o artesanos, para decirles que el tiempo de Dios, el tiempo de salvación ya ha
llegado. Pero deben estar atentos, con las antenas en sintonía, no sea que nos
agarre la tarde desprevenidos. Con Jesús, el Reinado de Dios ya se ha hecho
presente, ya está aconteciendo en medio del pueblo. Pero los dirigentes
religiosos no saben discernir, no se dan cuenta, o no quieren darse cuenta.
Para nosotros el gran signo es que el Reinado de Dios ya está actuando. Las
personas se transforman, las instituciones de todo género son cuestionadas e
invitadas a una conversión total, la buena noticia es anunciada a los pobres.
Toda esta realidad es un lugar teológico para escuchar
estas palabras de Jesús que nos invitan a discernir los signos de los tiempos y
reconciliarnos con los hermanos como pauta para construir un mundo justo y en
paz.
Señor Jesús, seguirte, no es fácil; exige compromiso y
lealtad para poder asumir nuestra vida con responsabilidad, tu
discipulado nos reta a renunciar a comodidades y muchas veces a
desinstalarnos. Hoy te pedimos, Buen Señor, que no dejes que nuestro
corazón se enfríe y se aleje de Ti, queremos seguir buscando tu rostro, tu
presencia, queremos escuchar tu voz, entender los signos, aprender a
discernir y a percibirte en la diferentes situaciones que se presentan en
nuestra vida; anhelamos tu Reinado de justicia, paz y amor, ayúdanos a
construirlo de la mano contigo. Amén
“La constante intimidad con Dios nos
lleva a discernir lo que es conveniente hacer y lo que no”
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