“¡SEÑOR, QUE VEAMOS¡”
PRIMERA LECTURA
JEREMÍAS 31, 7-9
“Guiaré entre consuelos a los ciegos y cojos”
Así dice el Señor: "Gritad de alegría por Jacob,
regocijaos por el mejor de los pueblos: proclamad, alabad y decid: El Señor ha
salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del
norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y
cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando,
los guiaré entre consuelos: los llevaré a torrentes de agua, por un camino
llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi
primogénito." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El
libro de Jeremías nos muestra un aspecto de la manifestación de Dios al que no
estamos acostumbrados: la ternura. Dios nos ama sin importar si vamos por la
vida como ciegos o cojos, es decir, si a duras penas podemos caminar o si
apenas vemos o presentimos por dónde vamos. Dios nos ama, así estemos en un
estado de vulnerabilidad o debilidad absoluta, como lo puede estar una mujer
encinta o una madre que recién ha alumbrado a su hija. Dios nos ama incluso si
hemos huido de él y nos hemos refugiado en el último confín de la tierra. Y la
razón de ese amor no es otra que la de sentirnos hijos suyos, la de habernos
engendrado por su amor, la de hacernos partícipes de su reino. Una de las
insistencias de Jesús era la de vivir la experiencia amorosa de Dios como la
esencia sobre la que se funda y funde nuestra vida; y no porque ello estuviera
a tono con la sensibilidad religiosa de su tiempo.
SALMO RESPONSORIAL: 125
R. /El
Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.
Hasta los gentiles decían:
"El Señor ha estado grande con ellos."
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla:
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.
OREMOS CON EL SALMO
El
salmo empalma bien con la primera lectura y nos muestra cómo la magnificencia
de Dios consiste en el rescate y redención de su pueblo. La experiencia del
exilio ya no es la de vivir en un país extranjero, sino la de sentir que ningún
lugar del mundo es extraño al proyecto transformador de Dios.
SEGUNDA LECTURA
“Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec”
Hermanos: Todo sumo sacerdote, escogido entre los
hombres, está puesto para presentar a los hombres en el culto a Dios: para
ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los
ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa
de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los
del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el
caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de Sumo
Sacerdote, sino aquel que le dijo: "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado
hoy", o, como dice otro pasaje de la Escritura: "Tú eres sacerdote
eterno, según el rito de Melquisedec." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La
segunda lectura, de la carta a los Hebreos, afianza y confirma esa dimensión
del poder de Dios manifestado como compasión y misericordia. Jesús consagra
nuestra vida a Dios por medio de su vida y su Palabra. Él redime nuestras
faltas y nos encamina por una experiencia en la que convertimos en fortalezas
nuestras infaltables debilidades humanas. Él nos ofrece un camino de redención
que supera el puro precepto religioso, la simple justificación sentimental o un
vacío racionalismo abstracto. Dios es el que llama, y nosotros somos quienes
podemos responderle. Hoy te pedimos pongas en nuestro camino hermanos o hermanas
que vayan con nosotros y nos ayuden a realizar esa vocación por la cual nos hemos
hecho cristianos.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 10, 46-52
“Maestro, haz que pueda ver.”
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus
discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba
sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno,
empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos
lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten
compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron
al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el
manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que
haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver."
Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista
y lo seguía por el camino. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Los
domingos anteriores, el Señor Jesús nos ha venido instruyendo sobre los valores
cristianos de un discípulo(a) y nos ha invitado al esfuerzo y a la lucha por
superarnos y alcanzar la felicidad de vivir en su escuela de santidad. Hoy nos
enfrentamos con una realidad muy concreta y dura, pero común a nuestro proceso:
la experiencia del cansancio y del desánimo.
El
evangelio de Marcos nos habla de un hombre conocido en la comunidad y de su
historia personal en el seguimiento de Jesús. Marcos es el único de los
evangelistas que nos dice su nombre: era el hijo de Timeo (Bar-Timeo).
Precisamente por ser conocido en la comunidad, su testimonio servía de base
para una catequesis a discípulos cansados de luchar en la experiencia
cristiana.
De
camino a Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegan ya a Jericó, una ciudad cerca
del Mar Muerto y última población antes de subir a la capital. Del hijo de
Timeo podemos deducir tres características. La primera es que se volvió ciego.
No era ciego de nacimiento, pues al final Marcos dice que “recobró la vista”.
En la catequesis a la comunidad, su historia sirve para indicar al discípulo
que, en el seguimiento de Jesús, va perdiendo la visión de la cosas, su sentido
pleno y, al final, queda sin ver y sin saber qué camino seguir.
La
segunda característica es descriptiva. El hijo de Timeo, al no poder ver,
prefirió sentarse al borde del camino y no continuar su proceso. Sentarse al
borde es manifestar su cansancio y desilusión, mientras los demás continúan su
propio camino. Como cuando, por cansancio desinterés o desilusión, tomamos la
decisión de no seguir luchando y preferimos parar, quedarnos y
estancarnos.
La
tercera característica es la miseria. El hijo de Timeo, sin ver un sentido de
su vida, se sienta al borde del camino y prefiere depender de los demás,
implorando su misericordia. Pedir limosna a los que van caminando con Jesús es
depender de ellos, de su generosidad y apoyo, pero sin hacer ningún esfuerzo.
Por
eso, al pasar Jesús por la ciudad, Bartimeo se entera que es Jesús de Nazareth
y le grita con confianza: “Hijo de David ten compasión de mí”. Es un grito que
implica una conciencia: Jesús es el Mesías, es el Salvador. Por eso le grita y
suplica. Jesús, por su parte como buen Maestro, quiere probarlo y pedirle un
esfuerzo: lo manda a llamar a través de la comunidad y con una llamada que es
vocación: “Ánimo, Él te llama”. Aquí Jesús le pide a este discípulo cansado y
desilusionado que se levante. El discípulo, pues, deja el manto (las acciones
de miseria y de pecado que le impedían seguir a Jesús), se pone en pie (actitud
de resucitado) y va hacia Jesús (el retorno a la escuela y al Maestro). La
invitación de la comunidad y la confianza en Jesús le permite ponerse de pie y
acudir a Jesús. ¿“Qué quieres que haga?, pregunta Jesús. Y la palabra del
discípulo es expresiva: “¡Maestro, que pueda ver de nuevo!” Pero lo bello del
evangelio es que Jesús le da una palabra de vida que lo devuelve a su
identidad: “¡Anda! Tu fe te ha salvado”. El Maestro le devuelve la confianza y
la misión (el verbo “ir” es propio de la misión) y el discípulo recobra la
vista y sigue a Jesús de nuevo por el camino a Jerusalén.
En
el hijo de Timeo estamos todos representados y, cuando recuperamos la vista
para seguir por el camino de Jesús, el hace fiesta y nos invita a cantar y a
gozar porque sigue salvando a su pueblo.
ORACIÓN
Amado
Padre Dios en medio de la oscuridad del pecado tú nos has iluminado, nos has
rescatado, nos has abierto un camino de verdad y justicia, pero nuestro
egoísmo, nuestros fracasos y desalientos, nos han regresado de nuevo a la
oscuridad y nos impide nuevamente seguirte con ardor claridad y decisión.
Ábrenos hoy los ojos, devuélvenos la fuerza de la lucha y déjanos sentir
tu misericordia para que podamos recuperar la vista, comprometernos contigo en
la causa de tu evangelio y seguirte como discípulos(as,) misioneros (as) en el
camino de la vida. Oramos, damos gracias y bendecimos las vidas de Marta Zamudio, Gloria Forero y Martin Cetina en su cumpleaños. Amén
“Toquemos la
puerta de la misericordia y clamemos a Jesús que podamos ver nuestra realidad
con sus ojos y poder avanzar junto a Él”
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