jueves, 1 de abril de 2021

Domingo 11 de Abril de 2021

 II Domingo de Pascua

 

“DICHOSOS LOS QUE CREEN, SIN HABER VISTO”

 

PRIMERA LECTURA

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 4,32-35

 

Todos pensaban y sentían lo mismo

 

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.  Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

 

Las lecturas de hoy nos permiten ver de una manera muy clara que la Resurrección se ha convertido en la razón de vida, en el centro y la  fuerza para los discípulos (las) que habían estado desanimados aturdidos y desconsolados con la muerte del Maestro. Por esto en la primera lectura nos encontramos con el proyecto de vida comunitaria que se trazaron esos primeros cristianos: una vida orante teniendo como centro y fundamento la Palabra del Señor, la vida compartida en fraternidad y solidaridad en el uso y tenencia de los bienes económicos que sería un gran signo de ese amor, del resucitado, que vivían en comunidad y que desde una alternativa de economía solidaria los proyectaba con valor y esperanza a luchar contra la pobreza. Este proyecto de comunidad solidaria nos deja entrever que entre los creyentes no se han podido acercar personas adineradas, que poseen tierras, elemento que no aparece con fuerza en los relatos de evangelio, porque en su mayoría los seguidores de Jesús no tenían dote, es decir eran desposeídos de la tierra. De tal manera el hecho de compartir los bienes materiales representa un comienzo significativo y un signo profético y alternativo ante la políticas económicas religiosas imperiales. 

 

SALMO RESPONSORIAL: 117

R. /  Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

 

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:

eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor:

eterna es su misericordia. R.

 

La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa.

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor.

Me castigó, me castigó el Señor,

pero no me entregó a la muerte. R.

 

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:

sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

 

OREMOS CONEL SALMO

 

Este salmo llama al pueblo de Dios a dar gracias y  alabanzas  hacia el Señor, exalta como la bondad de Dios es tan grande, que es razón suficiente  para hacerlo. Nos muestra su amor leal de pacto, su misericordia eterna que nunca se aparta de su pueblo, una misericordia que no tiene inicio y nunca encontrará  fin, nos exhorta a no temer, a invocarle en tiempos de angustia y tener la certeza que siempre estará con nosotros. El  salmista invita a todo el pueblo de Israel, a los sacerdotes aún a los gentiles y a nosotros para unirnos al coro y  cantar con él: "que su  misericordia es para siempre”.

 

SEGUNDA LECTURA

1JUAN 5,1-6

 

Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo

 

Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

La vida bautismal está expresada hoy en las dos primeras lecturas de la liturgia. Los creyentes en Cristo, con la Resurrección de Jesús, se saben victoriosos sobre el pecado y los antivalores del mundo, como son: el odio, la injusticia, la mentira, la ambición y el orgullo. Pero por encima de todo, luchan por “tener un solo corazón y una sola alma”, compartiendo solidariamente lo que son y lo que tienen, dando testimonio con poder de la vida misma de Jesús y ganándose la aceptación general de quienes los rodean.  He aquí una primera propuesta para nosotros en esta Pascua.  El Espíritu de poder de Cristo Resucitado, conduce a todos a ser constructores de paz y reconciliación, amando y perdonando a quienes han hecho el mal, superando los deseos de venganza, tumbando muros de separación y construyendo la unidad entre los hermanos. Es un trabajo duro que necesita la Fuerza del Señor. Nosotros, los creyentes. Estamos invitados a ser portadores de reconciliación.

 

LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 20,19-31

 

Porque me has visto,Tomás, has creído, -dice el Señor-. Dichosos los que crean sin haber visto.

 

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto." Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.  Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Tras la muerte de Jesús, la comunidad se siente con miedo, insegura e indefensa ante las represalias que pueda tomar contra ella la institución judía. Pero todo cambia desde el momento en que Jesús –que es el centro de la comunidad- aparece en medio, como punto de referencia, fuente de vida y factor de unidad. Su saludo les devuelve la paz que habían perdido. Sus manos y su costado, pruebas de su pasión y muerte, son ahora los signos de su amor y de su victoria: el que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Si tenían miedo a la muerte que podrían infligirles "los judíos", ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él comunica.

Con su presencia Jesús les comunica su Espíritu que les da la fuerza para enfrentarse con el mundo y liberar a hombres y mujeres del pecado, de la injusticia, del desamor y de la muerte. Para esto los envía al mundo, a un mundo que los odia como lo odió a él. La misión de la comunidad no será otra sino la de perdonar los pecados para dar vida, o lo que es igual, poner fin a todo lo que oprime, reprime o suprime la vida, que es el efecto que produce el pecado en la sociedad.

Pero no todos creen. Hay uno, Tomás, el mismo que se mostró pronto a acompañar a Jesús en la muerte (Jn 11,16), que ahora se resiste a creer el testimonio de los discípulos y no le basta con ver a la comunidad transformada por el Espíritu. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido; no cree en la permanencia de la vida. Exige una prueba individual y extraordinaria. Las frases redundantes de Tomás, con su repetición de palabras (sus manos, meter mi dedo, meter mi mano), subrayan su testarudez. No busca a Jesús fuente de vida, sino una reliquia del pasado.

Necesitará para creer unas palabras de Jesús: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel».  Lo importante para el Maestro, no es tanto “ver para creer”, sino “creer para ver”. El peligro en la comunidad es “llegar a ser incrédulo”; lo importante es “llegar a ser creyente”. Y esto se logra confiando en el testimonio de la comunidad, acogiendo la Vida del Resucitado y participando gozosamente en la asamblea de la comunidad.        Tomás, que no llega a tocar a Jesús, pronuncia la más sublime confesión evangélica de fe llamando a Jesús “Señor mío y Dios mío”. Con esta doble expresión alude al maestro a quien llamaban Señor, siempre dispuesto a lavar los pies a sus discípulos y al proyecto de Dios, realizado ahora en Jesús, de hacer llegar al ser humano a la cumbre de la divinidad realizado ahora en Jesús.

 

Pero su actitud incrédula le merece un reproche de parte de Jesús, que pronuncia una última bienaventuranza para todos los que ya no podrán ni verlo ni tocarlo y tendrán, por ello, que descubrirlo en la comunidad y notar en ella su presencia siempre viva. De ahora en adelante la realidad de Jesús vivo no se percibe  buscando experiencias individuales y aisladas, sino que se manifiesta en la vida y conducta de una comunidad que es expresión de amor, de vida y de alegría. Una comunidad, cuya utopía de vida refleja el libro de los Hechos que veíamos en la primera lectura  (4,32-35): comunidad de pensamientos y sentimientos comunes, de puesta en común de los bienes y de reparto igualitario de los mismos como expresión de su fe en Jesús resucitado.

 

ORACIÓN

Hoy, Señor, nos llevas a confrontar nuestro estilo de vida con la fe que profesamos. Haz que nuestra vida personal y comunitaria sea testimonio de compartir, de solidaridad, dominio propio, oración, acción y donación a ti y a nuestros hermanos sobre todo los más necesitados; que lo que transmitimos con la voz se nos note en hechos, en testimonio de vida. Amén.

“No hay verdadera paz si no viene acompañada de equidad, justicia y solidaridad”

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