jueves, 1 de abril de 2021

Domingo 04 de Abril de 2021

  Domingo de Pascua

 

“CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA”

 

 

PRIMERA LECTURA

HECHOS DE LOS APÓSTOLES 10,34a.37-43

 “Hemos comido y bebido con Él después de su resurrección

 En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados."  Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

 

Para este domingo de Pascua nos ofrece la liturgia como primera lectura uno de los discursos de Pedro una vez transformado por la fuerza de Pentecostés: aquel que pronunció en casa del centurión Cornelio, a propósito del consumo de alimentos puros e impuros, lo que estaba en íntima relación con el tema del anuncio del Evangelio a los no judíos y de su ingreso a la naciente comunidad cristiana. El discurso de Pedro es un resumen de la proclamación típica del Evangelio que contiene los elementos esenciales de la historia de la salvación y de las promesas de Dios cumplidas en Jesús. Pedro y los demás apóstoles predican la muerte de Jesús a manos de los judíos, pero también su resurrección por obra del Padre, porque “Dios estaba con él”. De modo que la muerte y resurrección de Jesús son la vía de acceso de todos los hombres y mujeres, judíos y no judíos, a la gran familia surgida de la fe en su persona como Hijo y Enviado de Dios, y como Salvador universal; una familia donde no hay exclusiones de ningún tipo. Ese es uno de los principales signos de la resurrección de Jesús y el medio más efectivo para comprobar al mundo que él se mantiene vivo en la comunidad.

 Una comunidad, un pueblo, una sociedad donde hay excluidos o marginados, donde el rigor de las leyes divide y aparta a unos de otros, es la antítesis del efecto primordial de la Resurrección; y en mucho mayor medida si se trata de una comunidad o de un pueblo que dice llamarse cristiano.

 Celebremos hoy la vida, ¡Cristo no está muerto. Él vive, ha Resucitado! ¡Aleluya! Él vive en nosotros y en todo aquel que cree en Él y vive según su voluntad. ¡Él quiere vivir y reinar en el corazón de todo aquel que se abre a su acción, escucha su Palabra y cree que Él es el Mesías de Dios!

 

SALMO RESPONSORIAL: 117

R. /Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

 

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia. R.

 

La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa.

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor. R.

 

La piedra que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho,

ha sido un milagro patente.

 

OREMOS CON EL SALMO

Este Salmo es acción de gracias recitada alternadamente entre un personaje (quizás el rey) que da gracias a Dios por haberle dado la victoria sobre sus enemigos y el coro de sacerdotes que lo reciben en el templo. El nuevo Testamento aplica partes de este salmo a Cristo y la liturgia cristiana lo refiere a su gran victoria sobre la muerte, su resurrección, el día en que Dios demostró su poder y trajo alegría al mundo entero.   

 SEGUNDA LECTURA

COLOSENSES 3,1-4

 “Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo”

 Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en la gloria. Palabra del Señor.

 REFLEXIÓN

Pablo a su vez saca las consecuencias de la experiencia pascual para nosotros. “Tú dices  que Cristo es tu vida, que has resucitado con él: busca entonces, los bienes del cielo, anhela las cosas que expresan la Vida verdadera, porque has muerto y tu vida está con Cristo junto a Dios. Y cuando Cristo aparezca glorioso, tú aparecerás también revestido de gloria con él” ¿Cuáles son las cosas, las experiencias, los bienes que nos permiten sentir y vivir la Vida verdadera en nosotros?  El amor, la generosidad, el servicio, la solidaridad con los otros, la fraternidad, la oración y la intimidad con el Señor……todo esto nos llena de gozo profundo, de alegría inmensa, de vida plena.  Todo esto es experiencia pascual.  Cuando amamos y perdonamos a los demás, Cristo vive y ha resucitado. Cuando nos damos con generosidad a los hermanos y los servimos con alegría, Cristo vive y ha  resucitado, cuando compartimos solidariamente nuestros bienes y nuestro amor para construir fraternidad, Cristo vive y ha resucitado. Cuando alabamos y cantamos agradecidos al Señor, Cristo vive y ha resucitado.

 LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 20,1-9

 “Él había de resucitar de entre los muertos.”

 El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.

 REFLEXIÓN

 El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Y en efecto, ellos ven y lo comprueban, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido.  Y dice el relato viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos.

 Recordemos lo que había ocurrido, cuando Jesús fue atacado por las autoridades, se encontró solo. Sus discípulos lo abandonaron, y podríamos decir Dios mismo guardó silencio, como si estuviera de acuerdo. Todo pareció concluir con su crucifixión. Todos se dispersaron y quisieron olvidar. Pero allí en el sepulcro ocurrió algo, para María Magdalena y sus discípulos. Una experiencia nueva y poderosa se les impuso: sintieron que estaba vivo. Les invadió una certeza extraña: que Dios sacaba la cara por Jesús, y se empeñaba en reivindicar su nombre y su honra. "Jesús está vivo, no pudieron hundirlo en la muerte. Dios lo ha resucitado, lo ha sentado a su derecha misma, confirmando la veracidad y el valor de su vida, de su palabra, de su Causa.  Jesús tenía razón, y no la tenían los que lo expulsaron de este mundo y despreciaron su Causa. Dios está de parte de Jesús, Dios respalda la Causa del Crucificado. El Crucificado ha resucitado, ¡Vive¡.

 Y esto fue lo que verdaderamente irritó siempre a las autoridades judías: Jesús les irritó estando vivo, y les irritó igualmente estando resucitado. También a ellas, lo que les irritaba no era el hecho físico mismo de una resurrección, que un ser humano muera o resucite; lo que no podían tolerar era pensar que la Causa de Jesús, su proyecto, su utopía, que tan peligrosa habían considerado en vida de Jesús y que ya creían enterrada, volviera a ponerse en pie, resucitara.

 Pero los discípulos, que redescubrieron en Jesús el rostro de Dios (como Dios de Jesús) comprendieron que Jesús era el Hijo, el Señor, la Verdad, el Camino, la Vida, el Alfa, la Omega. La muerte no tenía ningún poder sobre él. Estaba vivo. Había resucitado. Y no podían sino confesarlo y "seguirlo", "persiguiendo su Causa", obedeciendo a Dios antes que a los hombres, aunque costase la vida.  Creer en la resurrección no era pues para ellos una afirmación de un hecho físico-histórico que sucedió o no, sino la afirmación contundente de la validez suprema de la Causa de Jesús, a la altura misma de Dios (a la derecha del Padre), por la que es necesario vivir y luchar hasta dar la vida.

 Creer en la resurrección de Jesús es creer que su palabra, su proyecto y su Causa (!el Reino!) expresan el valor fundamental de nuestra vida. Y si nuestra fe reproduce realmente la fe de Jesús su visión de la vida, su opción ante la historia, su actitud ante los pobres y ante los poderes... será tan conflictiva como lo fue en la predicación de los apóstoles o en la vida misma de Jesús.

 En cambio, si la resurrección de Jesús la reducimos a un símbolo universal de vida postmortal, o a la simple afirmación de la vida sobre la muerte, o a un hecho físico-histórico que ocurrió hace veinte siglos…. entonces esa resurrección queda vaciada del contenido que tuvo en Jesús y ya no dice nada a nadie, ni irrita a los poderes de este mundo, o incluso desmoviliza en el camino por la Causa de Jesús. Lo importante no es creer en Jesús, sino creer como Jesús. No es tener fe en Jesús, sino tener la fe de Jesús: su actitud ante la historia, su opción por los pobres, su propuesta, su lucha decidida, su Causa...

  Creyendo con esa fe de Jesús, las "cosas de arriba" y las de la tierra no son ya dos direcciones opuestas, ni siquiera distintas. Las "cosas de arriba" son la Tierra Nueva que está injertada ya aquí abajo, en nuestra realidad. Hay que hacerlas nacer en el hoy, buscar "las cosas de arriba" no es esperar pasivamente que suene la hora escatológica  o del fin sino hacer realidad en nuestro mundo el Reinado del Resucitado y su Causa: Reino de Vida, solidaridad, de Justicia, de Amor y de Paz.

 ORACIÓN

Bendito Jesús, que has resucitado, se ha cumplido tu  misión, concédenos  la gracia de recibirte glorioso en nuestro corazón, queremos vivir con la alegría de tu resurrección. Que este tiempo donde se renueva el acontecimiento que da sentido a nuestra fe y esperanza, mantengamos una actitud orante, de recogimiento e interiorización con el propósito de reforzar el magnífico sentido de tu padecimiento, muerte en cruz, sepultura y el triunfo definitivo de la vida; que este día sea un renacer y resucitar para seguir luchando por tu Causa. Amén 

 “La Pascua trae alegría porque el pecado no tiene la última palabra, porque el señorío de Cristo está más allá de lo que alcanzan los poderes de este mundo y porque todo lo que anhelamos en el Señor  Resucitado es posible” “Felices Pascuas”



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