“CREERLE A DIOS, SINÓNIMO DE VIDA”
PRIMERA
LECTURA
PRIMERA
DE JUAN 5,5-13
Les escribo esto a ustedes que creen en
el Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Vamos llegando al final de la carta de
Juan, aunque hemos pasado por diversos matices, el tema ha sido el mismo y
terminará del mismo modo como empezó. Jesús ha venido a este mundo apoyado por
los testimonios de Dios. El que cree en el Hijo, cree a Dios y tiene el
testimonio de Dios. El testimonio, para Juan, con su lenguaje simbólico, es
triple; el Espíritu, el agua y la sangre. Este Jesús, en quien creemos, es el
bautizado por el Bautista en el agua del Jordán, con el Espíritu sobre él, y el
que al final de su vida derramó su sangre en la cruz, y luego fue resucitado
por ese mismo Espíritu. Agua y sangre que son certificadas siempre por el
Espíritu, el maestro y el garante de toda fe verdadera. Por eso tenemos que creer
el testimonio de Dios sobre Jesús de Nazaret. Pero lo principal es lo que
sucede a los que creen en el Enviado de Dios; vencen al mundo y tienen la vida
eterna.
SALMO
RESPONSORIAL: 147
R./Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus
puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
R.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y
su palabra corre veloz. R.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.
OREMOS
CON EL SALMO
Este salmo propone un canto de acción
de gracias por la paz y la prosperidad de Jerusalén, y, sobre todo, por haberle
dado el Señor la Ley por la que se distingue de todas las naciones, y que es
prueba de la predilección divina por Israel. Los israelitas tienen una
obligación especial de entonar alabanzas al Señor por haber fortalecido las
murallas de la ciudad reforzando los cerrojos de sus puertas y difundiendo sus
bendiciones sobre sus habitantes.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS
5,12-16
“Jesús sana a un leproso”
Un día, estando Jesús en un pueblo,
llegó un hombre enfermo de lepra; al ver a Jesús, se inclinó hasta el suelo y
le rogó: -Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
Jesús lo tocó con la mano, diciendo: --Quiero.
¡Queda limpio!
Al momento se le quitó la lepra al
enfermo, y Jesús le ordenó:
--No se lo digas a nadie; solamente ve y
preséntate al sacerdote, y lleva por tu purificación la ofrenda que ordenó
Moisés, para que conste ante los sacerdotes.
Sin embargo, la fama de Jesús aumentaba
cada vez más, y mucha gente se juntaba para oírlo y para que curara sus
enfermedades. Pero Jesús se retiraba a orar a lugares donde no había nadie.
Palabra del Señor..
REFLEXIÓN
El relato que leemos hoy está
íntimamente conectado con el discurso inaugural de la misión de Jesús, leído en
el día de ayer; pues la curación del leproso es un signo que confirma la solidaridad
y la misericordia que tiene Jesús para con los pobres, siendo éstos los
destinatarios primeros de su misión. El leproso que se le presenta a Jesús es
un hombre excluido a nivel religioso, ya que la lepra, en el Antiguo
Testamento, era considerada como un castigo de Dios (Lv.13,46); asimismo, es un
excluido a nivel social, pues por ser un hombre impuro, ninguna persona podía
entrar en contacto con él. Jesús rompe con esta comprensión religiosa y social
al entrar en contacto directo con la persona; es decir, al iniciar un diálogo
profundo con el leproso, en el que Jesús se da cuenta de su padecimiento y de
su fe. La tradición evangélica recuerda varios casos de curaciones de leprosos.
Sin negar la realidad de un transfondo histórico, podemos suponer que la
insistencia sobre el tema se debe al hecho de que el judaísmo consideraba estas
curaciones como uno de los signos de la llegada de los tiempos mesiánicos. La
curación ofrece un orden típico: a la súplica del enfermo responde Jesús:
Quiero, queda limpio (5,13). Evidentemente hay un milagro externo, sin embargo
el centro del relato no se encuentra en la narración del hecho, sino en las
palabras finales: “Ve a presentarte al sacerdote…” (5,14). El leproso se
hallaba excluido del pueblo de Israel, era un manchado y no podía tomar parte
en la liturgia de la oración, en la alegría de las fiestas.
El milagro entonces consiste en
reincorporar al leproso a la comunidad, devolviéndole así su dignidad como
persona y como hijo predilecto de Dios. La sanación es una respuesta eficaz por
parte de Jesús a la fe del leproso.
ORACIÓN
Gracias, Señor por
sumergirnos en tu amor y proyecto de vida. Que no nos hagamos llamar cristianos
simplemente por una tradición, doctrina o ritual vacío; sino porque a pesar de
nuestras imperfecciones y limitaciones, te hemos dado oportunidad a ti en
nuestra vida para que la acontezcas y la transformes. Oramos, damos gracias y
bendecimos la vida de Juan David Hernández en su cumpleaños. Amén
“Vencemos al mundo si nos unimos, con la confianza que
brota de una fe total, al que ya ha vencido al mundo: Jesucristo”
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