viernes, 1 de enero de 2021

Sábado 09 de Enero de 2021

 

“EL GOZO DE SER ESCUCHADO(A)”

 

PRIMERA LECTURA

PRIMERA DE JUAN 5,14-21

 

“Nos escucha en lo que le pedimos”

 

Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido.

Si alguno ve que su hermano está cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, debe orar, y Dios dará vida al hermano, si se trata de un pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte, y por ese pecado no digo que se deba orar. Toda maldad es pecado; pero hay pecado que no lleva a la muerte.

 

Sabemos que el que tiene a Dios como Padre, no sigue pecando, porque el Hijo de Dios lo cuida, y el maligno no lo toca. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero está bajo el poder del maligno. Sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al Dios verdadero. Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna. Hijitos, cuídense de los dioses falsos. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Una de las diferencias entre la fe y la magia es que la magia se presenta con una promesa de omnipotencia. Brujos y hechiceros creen que todo finalmente se puede conseguir a fuerza de mayor concentración mental, mejores recetas o conocimientos más recónditos. La fe no es así. Nuestra fe no nos vuelve omnipotentes; nuestra oración no es una varita mágica; no es tampoco una amplificación de nuestra voluntad. Y ahí está el apóstol Juan para recordárnoslo.

El texto de hoy, en efecto, nos enseña dos límites de la oración cristiana. El primero es que lo que pedimos concuerde con la voluntad divina. Orar no es hacerle presión a Dios, sino dejarnos guiar, y además ayudar a guiar al mundo, por los senderos del amor y la sabiduría de Aquel que mejor nos conoce y ama.

El segundo límite es más difícil de entender. Tiene que ver con aquello de no orar por los pecados que llevan a la muerte (1 Jn 5,16). Es extremadamente arduo determinar la naturaleza exacta de este pecado y si Juan cree que uno puede estar seguro de que alguien lo ha cometido. En cualquier caso parece imposible que un cristiano vea que un pecado gravísimo se comete y decide no orar por el que cometió ese pecado, sólo porque está convencido de que ya ese es un pecado "que lleva a la muerte".

Lo que sí parece cierto es que hay un límite a nuestra oración. No podemos lograrlo todo con nuestra oración, al punto de pensar que podremos convertir a cualquier persona, incluso si ella se obstina en no quererlo. Tal vez ese pecado que lleva a la muerte alude precisamente a la condición del que se obstina en su maldad rechazando toda posibilidad de gracia, de conversión o de misericordia hacia sí mismo.

Lo cierto, es que hemos de entender que nuestra oración no usurpa la soberanía a Dios; no es una fuerza sobre Él, sino de Él.

 

SALMO RESPONSORIAL: 149

R. / El Señor ama a su pueblo.

 

El Señor ama a su pueblo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey. R.

 

Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes. R.

 

Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas,

con vítores a Dios en la boca;

es un honor para todos sus fieles. R.

 

OREMOS CON EL SALMO

La danza es el cuerpo hecho oración. Salmo de gestos. Rúbrica de movimientos. El cuerpo habla con más elocuencia que la mente, y una inclinación rítmica vale por mil invocaciones. Si el que canta «reza dos veces», ¿qué no hará el que danza? La danza compromete al danzante en presencia del pueblo. Es pública, abierta, manifiesta. La danza es una profesión de fe. El danzante tiene derecho a reclamar para sí la promesa solemne: «Si alguien se pone de mi parte ante los hombres, yo me pondré de la suya ante mi Padre que está en los cielos».

LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 3,22-30

 

“Nadie puede tomarse algo para sí mismo”

 

En aquel tiempo, fue  Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea, donde pasó algún tiempo con ellos bautizando. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, porque allí había mucha agua; y la gente iba y era bautizada. Esto sucedió antes que metieran a Juan a la cárcel.

Pero algunos de los seguidores de Juan comenzaron a discutir con un judío sobre el asunto de la purificación, y fueron a decirle a Juan:

--Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien diste testimonio, ahora está bautizando y todos lo siguen.

Juan les dijo:--Nadie puede tener nada, si Dios no se lo da. Ustedes mismos me oyeron decir claramente que yo no soy el Mesías, sino uno que ha sido enviado delante de él. En una boda, el que tiene a la novia es el novio; y el amigo del novio, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oírlo hablar. Así también mi alegría es ahora completa. Él ha de ir aumentando en importancia, y yo disminuyendo. Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

Jesús es el autorizado del Padre. Él es quien tiene la autoridad, recibida de Dios, para hacer nuevas todas las cosas. Por eso, de manera novedosa, abre una nueva experiencia, una nueva época, una nueva era, la del Hijo y de los hijos e hijas. El relato del Evangelio presenta a Jesús como el Novio, una figura netamente apocalíptica que indica que la novedad ha llegado al mundo y que dicha novedad lo abarca todo, lo condensa todo, lo asume todo. Es Jesús, el Novio, quien se lleva a la novia, para hacerla suya, únicamente suya y de nadie más. La novia, el pueblo, adquiere nueva conciencia que promueve el mismo Jesús, el novio: la conciencia de que todo hombre y mujer, sin distinción alguna, es hijo e hija de Dios. Por eso desde Jesús ya no es necesaria la mediación de la religión para experimentar el don de la filiación divina. El Hijo ha extendido la filiación a todos los seres humanos y a toda la creación. ¿Eres consciente de ello?

 

ORACIÓN

Señor, ¡qué difícil es abandonar nuestros caprichos para que Tu reines! Nuestra  condición humana y nuestras propias seguridades, en ocasiones, nos limitan y no nos permiten ver cuánto nos amas. Hoy tu Palabra nos dice que “nadie puede tomar algo para sí, si no se lo dan desde el cielo”. Hoy reconocemos que todo lo que tenemos nos ha sido entregado con un propósito, y debemos anunciarte con  la alegría que da la fuerza de tu Espíritu. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Jenifer Rodríguez en su cumpleaños. Amén  

“Cristo quiere que  nos convirtamos en epifanía: que seamos terreno fértil donde Él pueda hacer su obra y manifestar su gloria”

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