“JESÚS ESTÁ DE LADO DE LOS EXCLUIDOS”
PRIMERA
LECTURA
HEBREOS
4,12-16
Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro gran
Sumo Sacerdote que ha entrado en el cielo. Por eso debemos seguir firmes en la
fe que profesamos. Pues nuestro Sumo Sacerdote puede compadecerse de nuestra
debilidad, porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros;
solo que él jamás pecó. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro
Dios amoroso, para que él tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos
ayude en la hora de necesidad. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Si tratamos de beber de la Palabra de
Dios como una fuente inagotable de amor que transforma, que es capaz de hacer
nuevas todas las cosas, de amor que resalta lo importante y que magnifica las
actitudes que puedan liberarnos y sanarnos, entonces podemos tener claro que
Dios actúa a través de esta Palabra maravillosa que es viva y eficaz.
Por otra parte, el texto de la Carta a
los Hebreos en el día de hoy es capaz de cambiarnos el cielo. Antes, cielo significaba sólo
perfección, y como sentíamos que no podíamos alcanzar esa perfección, el cielo
era inalcanzable, y el Dios del cielo nos infundía tal temor que de seguro
hubiéramos tenido que repetir con los israelitas en el desierto: "que no hable
Dios con nosotros, no sea que muramos" (Éx 20,19).
Mas ahora resulta que nuestro Sumo
Sacerdote, Jesucristo, es eminente y ha atravesado los cielos, pero a la vez es
compasivo porque ha sido probado en todo como nosotros. Él, que nos abrió
camino hacia el cielo, por humildad y a impulsos de amor vino a nosotros; con
piedad y a fuerza del mismo amor quiere llevarnos hacia él.
SALMO
RESPONSORIAL: 18
R./ Tus palabras, Señor, son espíritu y
vida.
La ley
del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto
del Señor es fiel
e
instruye al ignorante. R.
Los
mandatos del Señor son rectos
y alegran
el corazón;
la norma
del Señor es límpida
y da luz
a los ojos. R.
La
voluntad del Señor es pura
y
eternamente estable;
los
mandamientos del Señor son verdaderos
y
enteramente justos. R.
Que te
agraden las palabras de mi boca,
y llegue
a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor,
roca mía, redentor mío. R.
OREMOS CON EL SALMO
LECTURA
DEL EVANGELIO
MARCOS
2,13-17
“El se levantó y le siguió”
Después fue Jesús otra vez a la orilla
del lago; la gente se acercaba a él, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví,
hijo de Alfeo, sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús
le dijo:
--Sígueme.
Leví se levantó y lo siguió.
Sucedió que Jesús estaba comiendo en
casa de Leví, y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, y otra gente de
mala fama, estaban también sentados a la mesa, junto con Jesús y sus
discípulos, pues eran muchos los que lo seguían. Algunos maestros de la ley,
que eran fariseos, al ver que Jesús comía con todos aquellos, preguntaron a los
discípulos:
--¿Cómo es que su maestro come con
cobradores de impuestos y pecadores?
Jesús lo oyó, y les dijo:
--Los que están sanos no necesitan
médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Uno de los rasgos más característicos de
Jesús, con el que anticipa el reinado de Dios, es su hábito de comer con los
pobres y pecadores; con este gesto Jesús manifiesta que los destinatarios
predilectos de su misión salvadora y liberadora son los pobres, los marginados,
los “mal vistos” de la sociedad. Entre este grupo encontramos a Leví,
funcionario público contratado por el Imperio Romano para cobrar impuestos a
sus mismos paisanos; este trabajo lo convierte en una persona marginada, tanto
social como religiosamente, y por lo tanto en pecador e impuro. Jesús lo llama,
e, invitado a su mesa, lo hace partícipe de su misión, pues para eso ha venido.
Con el llamado que hace Jesús a este recaudador de impuestos se rompen las
barreras de la ley y se abre un horizonte universal de salvación, expresado en
la figura del banquete, en el que todos estamos invitados a compartir; sin
embargo, para ser verdadero partícipe de esta comida se necesita una actitud
abierta al cambio de vida, dejar atrás nuestros deseos de poder y de
autosuficiencia, el creernos “justos”, y seguir libremente el camino de la
conversión, asumiendo los valores del reino como una manera nueva de existir.
Gracias Señor por el
llamado que nos has hecho para participar en tu misión, como lo hiciste con
Mateo. Guárdanos de no tener una actitud
como la de los fariseos que se escandalizan y critican cuando tú llamas a tu
servicio a los débiles, enfermos y marginados. Amén.
“Sumérgete
de amor por el prójimo, especialmente por los que no lo merecen, por los que
sufren y por los marginados y excluidos”
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