“SOLIDARIDAD
Y JUSTICIA”
PRIMERA LECTURA
AMÓS 6, 1A. 4-7
“Los disolutos
encabezarán la cuerda de cautivos”
Así dice el Señor todopoderoso:
"¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaria! Os
acostáis en lechos de marfil; arrellanados en divanes, coméis carneros del
rebaño y terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como
David, instrumentos musicales; bebéis vino en copas, os ungís con perfumes
exquisitos y no os doléis del desastre de José. Pues encabezarán la cuerda de
cautivos y se acabará la orgía de los disolutos." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El
profeta Amós denuncia las injusticias de los poderosos que vivían en lujos y en banquetes y no se afligían por el
desastre o ruina «de José». Esta es una denominación de las tribus del Norte
(Israel). Tal indiferencia denota una vez más la ceguera de los que se sienten
seguros, sin tener en cuenta las advertencias que les hacía el profeta. En el
camino al exilio, estos notables irán al frente de los deportados. (No fueron
los pobres los que fueron deportados, sino las élites de la clase media y
alta).
SALMO RESPONSORIAL:
145
R./ Alaba, alma mía,
al Señor.
Él mantiene su fidelidad perpetuamente,
él hace
justicia a los oprimidos,
él da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor
guarda a los peregrinos. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y
trastorna el camino de los malvados.
El Señor
reina eternamente,
tu Dios, Sión,
de edad en edad. R.
OREMOS CON EL SALMO Y
ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
La alabanza expresada en este Salmo
se fundamenta en el poder creador del Señor y en su bondad para con los pobres
y oprimidos. Los motivos para alabar a Dios están precedidos de una exhortación
sapiencial y de una “bienaventuranza”. En la primera, el salmista invita a los
fieles a no confiar en los poderosos, porque de ellos no puede venir la
salvación; la segunda proclama la felicidad de los que confían en el Señor.
SEGUNDA LECTURA
1TIMOTEO 6, 11-16
“Guarda el
mandamiento hasta la manifestación del Señor”
Hombre de Dios, practica la
justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista
la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión
ante muchos testigos. En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de
Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te
insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la
manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el
bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el
único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien
ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Pablo exhorta a su amigo Timoteo
a que permanezca siempre firme en su fe, en busca de la justicia, la piedad, la
caridad. Teniendo en cuenta el llamado de atención que hace Pablo en el
versículo 10, donde afirma que la raíz de todos los males es el afán de dinero,
y algunos, por dejarse llevar por él, se extraviaron de la fe y se atormentaron
con muchos sufrimientos, enseguida viene la otra exhortación al discípulo que
huya de estas cosas y el llamado a vivir de los valores del Reino. Pablo invita
a Timoteo a que conserve el mandato del Señor, a que se mantenga firme en su
compromiso y busque siempre la vida eterna a la que ha sido llamado y a la que
ha hecho profesión solemne delante de muchos testigos.
LECTURA DELL EVANGELIO
LUCAS 16, 19-31
“Recibiste bienes y
Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces”
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de purpura y de lino y
banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado
en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de
la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió
que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió
también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los
tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno,
y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en
agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas
llamas. " Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus
bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo,
mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo
inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros,
ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego,
entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco
hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este
lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los
profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán.
Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: "Si no
escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un
muerto." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Leemos
hoy una parábola del evangelio de Lucas.
Se llamaba Lázaro (nombre derivado del hebreo que significa “Dios ayuda”),
aunque en vida no gozó, al parecer, de la ayuda divina. Le tocó en desgracia
ser mendigo, como a tantos millones de seres humanos hoy, estar postrado en el
portal de la casa de un rico sin nombre, uno de tantos, al que tradicionalmente
se le ha calificado de “epulón”, banqueteador.
Lázaro o “Dios ayuda” tenía en realidad
pocas aspiraciones: se contentaba con llenarse el estómago con lo que tiraban
de la mesa del rico, las migajas de pan en las que los señores se limpiaban las
manos a modo de servilletas. Pero ni siquiera esto pudo conseguirlo, pues nadie
le hizo entrar a la sala del banquete. Para colmo, unos perros callejeros,
animales considerados impuros, tan comunes en la antigüedad, se le acercaban
para lamerle las llagas. Imposible mayor marginación: pobreza e impureza. Nada dice el evangelio de las creencias
religiosas de este hombre, con razones sobradas para dudar seriamente de la
reconocida compasión divina para con el pobre y el oprimido. Tal vez ni
siquiera tuviese tiempo ni ganas de pararse a pensar en eso.
Tanto
al rico como al pobre les llegó la hora de la muerte, a partir de la cual se
cambiarían en el más allá las realidades, como pensaban los fariseos. Para muchos predicadores, satisfechos con la
imagen de un Dios que “premia a los buenos y castiga a los malos”, como el dios
que profesaban los fariseos, la parábola terminaba en el más allá contemplando
el triunfo del pobre y la caída del rico. Apenas se comentaba la última escena,
clave importante para comprender su mensaje. De ser así, esta parábola sería
una invitación a aceptar cada uno su situación, a resignarse, a cargar con su
cruz, a no rebelarse contra la injusticia, a esperar un más allá en el que Dios
arregle todos los desarreglos y desmesuras humanas. Entendido así, el mensaje
evangélico se hermanaría con un conformismo que ayuda a mantener el desorden
establecido, la injusticia humana y las clases sociales enfrentadas.
Pero
esta parábola no es una promesa para el futuro. Mira a la vida presente y va
dirigida a los cinco hermanos del rico, que continuaban –después de la muerte
de su hermano y de Lázaro– en la abundancia y el despilfarro. Por eso, el rico,
alarmado por lo que espera a sus hermanos si siguen viviendo de espaldas a los
pobres, pide a Abrahán que envíe a Lázaro a su casa, a sus hermanos, para que
los prevenga, no sea que acaben en el mismo lugar de tormento. Para cambiar la
situación en que viven sus hermanos, el rico epulón piensa que hace falta un
milagro: que un muerto vaya a verlos. Crudo realismo de quien conoce la
dinámica del dinero, que cierra el corazón humano a la evidencia de la palabra
profética, al dolor y al sufrimiento del pobre, a la exigencia de justicia, al
amor e incluso a la voz de Dios. El dinero deshumaniza. Me remito a la
experiencia de cada uno. Bien lo sabía
el profeta Amós (como lo hemos visto en la primera lectura) cuando amenazaba a los ricos que se acostaban
en lechos de marfil, arrellanados en divanes y se daban a la gran vida entre
comilonas, música, vino abundante y perfumes
exquisitos, sin dolerse del sufrimiento de los pobres (Am 6,1a.4-7).
Aquellos fingían devoción a Dios y veneración hacia la ciudad santa y el
templo, creyendo de este modo contentar a Dios y quedar justificados. Pero el
verdadero Dios no es amigo de una religión que separa el culto de la vida, el
incienso de la práctica del amor al prójimo. Este Dios, según el libro del
Deuteronomio, comparte suerte con el pobre, el huérfano, la viuda y el extranjero;
con todos aquellos a quienes los poderosos les han arrebatado el derecho a una
vida vivida con dignidad. La parábola sigue teniendo actualidad en este año
2016, donde el sistema mundial privilegia la desigualdad, los ricos cada vez
más ricos y los pobres cada vez más pobres. El mundo actual no es bueno para
los muchos Lázaros.
ORACIÓN
Señor Jesús, Tu eres nuestro
salvador y nos enseñas en tu Palabra que esta vida es la única oportunidad que
tenemos para conquistar el Reino de Dios y que en ella nos jugamos nuestro
futuro. Enséñanos a tener siempre los
ojos abiertos ante el hermano que sufre, ante el pobre que esta a nuestra
puerta y espera nuestra ayuda, enséñanos a tener los oídos atentos a los gritos
de dolor del necesitado y el corazón siempre ardiendo para amarlo y servirle
con generosidad. Amén
“No hay que
esperar tener mucho para compartir un poco”
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