domingo, 1 de mayo de 2016

MAYO 2016

“PENTECOSTÉS: UN CAMINO DE REGRESO A LA ALEGRÍA DEL PRIMER AMOR”


En este nuevo mes, mes de las madres y especialmente mes del Espíritu del Resucitado (Pentecostés), quisiéramos proponerles reflexionar iluminados por la más reciente carta o encíclica del Papa Francisco llamada “La alegría del amor”, escrito dirigido especialmente a pensar, orar y actuar en torno a la familia, la gran y primera comunidad humana. Desde allí hagamos una interiorización reflexiva en torno a este Pentecostés, como camino de regreso a ese primer amor que fue para todos nosotros un momento de gran alegría. Hagamos esta ruta o caminata en cinco pasos:
1.      Un regreso al primer amor, que es volver a la amistad, encuentro o comunión con Jesucristo Resucitado.
2.      Un regreso alegre a la vida de oración, ardor de la Palabra, vida comunitaria y celebración sacramental.
3.      Regreso al amor, alegría, que es el camino del proyecto de Jesús, es vivir plenamente el amor, el perdón, la misericordia, la justicia, el gozo y la paz.
4.      Camino de regreso a los grandes excluidos de la historia: Mujeres, pobres, enfermos, niños, viudas y ancianos.
5.      Volver al camino del primer amor por la creación, obra de Dios, por la naturaleza, la ecología o “casa común”, “como nos dice el Papa Francisco, para amarla, cuidarla, protegerla y conservarla.
En este tiempo de Pascua hemos ido caminando del lado de la Palabra del Resucitado que va guiando la vida de los primeros discípulos(as), animando, formando y haciendo crecer la nueva comunidad de mujeres y hombres que van experimentando la vida y la alegría de este amor con el Dios vivo que ha vencido la muerte.
De esta manera, podemos afirmar que Pentecostés es el camino alegre que nos lleva o devuelve al primer amor. Camino, sentimiento, e ilusión que por las diferentes adversidades, batallas, cansancios y desánimos de la vida se ha ido apagando o perdiendo poco a poco. Pentecostés entonces, sería recobrar el ánimo perdido, recuperar los sueños frustrados, recibir la fuerza en el Espíritu para seguir marchando hacia adelante en la lucha por conquistar el gran anhelo que hay en lo profundo del corazón humano que se llama felicidad. Pentecostés, como pasó con los discípulos, es volver a nuestro propio Emaús y allí a una nueva y transformante relación con Jesús Resucitado, recuperar en lo profundo de nuestro ser el ardor por lo que somos, tenemos, y hacemos y que hemos ido perdiendo a causa del enfriamiento emocional y espiritual. Pentecostés es recuperar la visión, como los discípulos en Emaús, visión que se refiere a sueños, metas y objetivos. Pentecostés es la invitación  a que movidos por el Espíritu Santo miremos dentro de nosotros mismos, e iluminados por Él iniciemos un nuevo proceso de restauración, sanación y liberación. Pentecostés es el nacimiento de la mujer y el hombre nuevo, nuevos en la manera de pensar,  en la manera de sentir, en la manera de ver el mundo con sus diferentes realidades, en la manera de comunicarnos con nuestro creador, con nuestro entorno, con los demás y en  la práctica o acción misericordiosa de servicio a nuestro prójimo y sociedad, con nuevos métodos, estrategias y ardor en el corazón.
Pensar, hablar y desear vivir en Pentecostés es renunciar a todo lo que quiera amargarnos  y amargar la vida a los demás, es atrevernos a optar por la propuesta de Jesús Resucitado que es ser feliz; es dejar la tristeza, el malgenio que tanto nos hace daño y optar por vivir el amor misericordioso del Señor lanzándonos a la  tarea de agradar y hacer feliz a los otros. En estos días hemos hablado de reparación como fruto de la misericordia; si hemos dejado de hacer felices a los demás, especialmente a los más cercanos,  todavía estamos a tiempo de  hacerlo, de alegrar y no amargar y hacerlo desde la guía del Espíritu del Señor. Pentecostés como lo decíamos al comienzo tiene que ver con algunos olvidados(as) del camino por no decir a veces excluido(as) sobre todo las mujeres. Podríamos decir que un Pentecostés del amor no solamente en este mes sino todos los días, es volver a ellas, para reconocer, valorar, agradecer, dignificar, el valor tan precioso con que Dios siempre les ha mirado. Busquemos vivir celebrar y servir al Espíritu del Señor con rostro de mujer-madre, que nos sigue hablando hoy de construir un tiempo y sociedad mejor, basados en el amor, que como buena madre nunca pierde la esperanza. Agradezcamos y busquemos celebrar esa nueva cara de Dios con imagen de mujer a través de los diferentes signos antiguos y modernos de ser madres:  Abuelas que han hecho el papel de madres, madrinas que generan ternura y bondad, tías que se han entregado y se han prestado para el servicio y para ser signos del amor maternal, educadoras y hermanas que también han sido madres cuando han faltado los padres y se han gastado y desgastado siempre en el servicio para mostrar ese rostro materno de Dios.  Gracias a Dios por todas ellas, que venga la recompensa, o la gran bendición de Dios que nunca falla. Celebramos por ellas y con ellas este tiempo de fiesta en la Iglesia que llamamos Pentecostés.

Oro por ti, por los tuyos, familia y comunidad y en especial por todas las madres, que el Señor renueve su bendición y las coloque siempre de regreso al primer amor, que es el camino de la alegría en el Señor.


Roberto Zamudio 


QUINTO FRUTO: LA ALEGRÍA

Se habla de la alegría como un sentimiento interno agradable, que se manifiesta con signos exteriores como la sonrisa, las palabras, gestos y actos. La alegría es un estado humano de ánimo, producida por un acontecimiento grato o agradable; es una de las tantas emociones que experimenta el ser humano en su paso por esta vida. La alegría tiene que ver directamente con la felicidad. En torno a la espiritualidad bíblica, al igual que los frutos o valores que compartimos en los meses anteriores la fuente o fábrica donde nace la alegría está en Dios mismo; San Pablo nos dice que la alegría es un regalo o don del Espíritu (Gálatas 5,22). La palabra alegría aparece unas 270 veces en la Biblia, la alegría es el signo o fruto de la presencia de Dios y llena el corazón del ser humano y le da el verdadero sentido de ser y de vivir. Los bienes materiales, la salud, los títulos y la fama, nos pueden dar satisfacciones o alegrías temporales, pero un tiempo después que han pasado dejan un gran vacío en el corazón. La alegría del creyente en Dios es saberse amado, perdonado, salvado,  por el Señor, la alegría de entender que con la muerte no termina todo, sino todo lo contrario que comienza la mejor y verdadera vida nueva de los hijos de Dios. La alegría como don venido de Dios, nada ni nadie lo puede quitar. Si vivimos en el Espíritu de Jesús Resucitado, aunque aparezcan en algunos momentos las pruebas sufrimientos y tribulaciones no perderemos esta alegría que en dichos momentos se convertirá en fortaleza y esperanza de cambio.
Como nos lo recuerda el Papa Francisco en su encíclica: “La alegría del evangelio” la gran o Buena Noticia del Señor Resucitado, es una invitación a la alegría. Es esa misma invitación que el Espíritu le hace en el  primer Pentecostés a María de Nazareth: “Alégrate, llena de gracia” (Lucas 1,18).
La alegría plena y verdadera del discípulo(a) surge de una constante  comunión de amistad, cercana y sincera con Jesús. La alegría que nos ofrece el evangelio de Jesús, es una de las grandes características del Reino de Dios que el mismo viene a traer . (Romanos 14,17) y de la vida de todo cristiano (Hechos 2,46). Cabe anotar como ya lo dijimos antes que la alegría evangélica no se trata de un simple y pasajero entusiasmo, de un momento emotivo, sino de un sentimiento más maduro y profundo (el gozo) que va mas allá de cualquier circunstancia, es un amigo constante de camino. Alegría que brota de la comunión con el Señor de la vida, de estar confiados en sus manos, de la seguridad y certeza de su compañía, protección y bendición en todo tiempo.
El discípulo(a) debe siempre ponerse a la tarea de diferenciar la alegría del gozo.
-La alegría es un sentimiento humano y como humano imperfecto, es temporal o momentánea y condicional es decir depende del momento que se está viviendo, depende de condiciones, personas, lugares o cosas para ser feliz.
- En cambio el gozo es plenamente espiritual, es un don permanente de Dios, y no depende de condiciones porque viene de Dios, aún en los momentos de dolor y de sufrimiento no se pierde ese gozo, y como ya lo dijimos en ese momento se convierte en sentimiento de fortaleza y esperanza.

VITAMINAS PARA EJERCITARSE EN UNA CONTINUA ALEGRÍA
-          Comunión personal diaria con Jesús y su Espíritu.
-          Búsqueda del amor en sus tres dimensiones
-          Vivir continuamente el camino del perdón, reconciliación y reparación.
-          Vida de fraternidad y  solidaridad (Comunidad)
-          Entrega constante al servicio a los demás (Servicio)
-          Buscar seguir disciplinas y hábitos saludables
-          Preocupación por un desarrollo y crecimiento integral

ALGUNOS TEXTOS BÍBLICOS SOBRE LA ALEGRÍA

-          1ra de Tesalonisences 5,16-18
-          Lucas 10 ,17-24
-          Sofonías 3,17
-          Lucas 15, 11-32
-          Filipenses 4,4
-          Lucas 10,21
-          Romanos 12,12
-          Salmo 94,19
-          Salmo 118, 24
-          1ra Pedro 1,8-9
-          Isaías 61,10
-          2da Corintios 9,7
-          Juan 16,24
-          Salmo 16,11
-          Romanos 12,15





No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Mensaje o Intercesión por: