martes, 1 de diciembre de 2015

Domingo 20 de Diciembre de 2015

“CELEBRAR CON DIGNIDAD LOS HECHOS DE LA FE”

Las lecturas de este domingo dirigen nuestra atención con resolución hacia el misterio del Mesías, nacido de la estirpe de David (primera lectura), en acuerdo con las Escrituras y para plenitud de ellas (segunda lectura), del vientre de María, la gran creyente (evangelio). El Señor está cerca pero hay que saber dónde buscarlo para poder encontrarlo. El mensaje de hoy es: búscalo cerca de Belén, cerca de la Escritura, cerca de María. Verás cómo nace en ti, en tu casa, en tu vida.

PRIMERA LECTURA
MIQUEAS 5,1-4ª

Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz." Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
Miqueas, de quien está tomada la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto profeta llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió influjo literario, aunque siempre conservó su estilo personal. Miqueas atacó sobre todo a los poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los jueces corrompidos, pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre los que sobresale la profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén, pequeña población de Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos y Él será nuestra paz.

SALMO RESPONSORIAL: 79
R./. ¡Oh Dios, restáuranos; que brille tu rostro y nos salve!

Pastor de Israel, escucha,
 tú que te sientas sobre querubines,  resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.

Dios de los ejércitos,
vuélvete: mira desde el cielo,
 fíjate, ven a visitar tu viña,
 la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R.

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti: danos vida,
 para que invoquemos tu nombre. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
Este Salmo es una súplica que toda la nación dirige al “Pastor de Israel” (v. 2), en un momento de grave calamidad. El lirismo que caracteriza a todo el poema aparece con particular relieve en los vs. 9-12, donde Israel es presentado como una “vid” que el Señor sacó de Egipto y plantó cuidadosamente en la Tierra prometida. El recuerdo de aquella solicitud hace más angustiosa la situación presente (vs. 5-7, 13-14) y confiere mayor intensidad a la súplica de toda la comunidad, expresada particularmente en el estribillo de los vs. 4, 8 y 20.

SEGUNDA LECTURA

HEBREOS 10,5-10:
“ Aquí estoy para hacer tu voluntad”
Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.". Primero dice: "No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad." Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra cultural de Cristo con la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos “sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos invitados. En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino una religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la muerte del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con el suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu religioso.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 1,39-45
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Acercarse a celebrar el nacimiento de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad. Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41). María es declarada “Bendita entre las mujeres”(v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v.42). Este fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María se convierte así en el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).
Bendecir (bene-dícere) significa hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de Jesús. El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús. María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a la revelación que llegó hasta ella.

ORACIÓN
Señor Jesús, que naciste y vives en María, ven a vivir en este día en cada uno de nosotros con tu Espíritu de santidad, con la plenitud de tu poder misericordioso, con la perfección de tus caminos, con la fuerza de tus virtudes, con la participación de tu sabiduría. Por la acción y fuerza de tu Espíritu Santo triunfa en cada una de las áreas de nuestra vida que están débiles y quizás en derrota. Amén


“María es la mujer que se pone en camino haciéndose buena noticia de los pobres, sencillos y deseosos de liberación. A eso estamos llamados(as) como pueblo de Dios”


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